En este actual escenario también hay corredores o competidores que desgraciadamente eligen atajos indeseables frente a cuyas actuaciones se han acuñado términos como “greenwashing” o lavado de imagen verde que denuncia prácticas de empresas que buscan únicamente la proyección de una imagen pública sin ningún andamiaje real detrás que la soporte; lo mismo que el “socialwashing” o “blanqueo social”, construcciones marketinianas de supuestas acciones con impacto de mejora para la sociedad que no son más que humo para envolver actuaciones absolutamente irrelevantes para el grupo vulnerable o comunidad a los que dicen van dirigidas. Un paripé, sin más, que nos pone a todos sobre aviso y que requiere de controles capaces de discriminar y alertar sobre este fraude que en vez de favorecer las ventas o ganar inversores puede, por el contrario, llevar a las empresas que lo practican a sufrir graves daños reputacionales.
En este contexto de cierta confusión todos necesitamos salvaguardias como el Sello Dis-Friendly, que es aval de que lo que se dice, se hace o, simplemente, es. Cuando una empresa socialmente responsable recibe este sello es que está apostando realmente por la igualdad de oportunidades y la inclusión social, y con él se certifica, mediante una auditoría y la formación de sus empleados, en caso de que sea necesaria, que las personas con discapacidad serán recibidas y atendidas con empatía, comprensión, eficacia y amabilidad, y por ende todas aquellas otras personas mayores que deban lidiar en su día a día con algún problema cognitivo, mental, sensorial, orgánico o físico.
Conviene recordar que en España hay más de 4,3 millones de hombres y mujeres con algún tipo de discapacidad, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), que también establece que, a fecha 1 de enero de 2022, la población mayor de 64 años en España es de 9,5 millones de personas, y que en su proyección a 2035 arroja el dato de que para entonces podría haber en nuestro país más de 12,8 millones de personas mayores de 65 años, el 26,5% del total de la población. Un mercado nada desdeñable para una industria necesitada de nuevas oportunidades.
Por ello, empresas e instituciones estrechamente vinculadas al sector turístico, de manera muy especial, pero también muchas otras prestadoras de servicios o venta de productos al consumidor final han encontrado en el Sello Dis-Friendly un elemento distintivo de calidad que es, por esta razón, una herramienta estratégica de competitividad: cuando el Cabildo de Gran Canaria se sumó a la promoción de este sello en 2018 estaba rubricando su compromiso por crear un modelo de turismo sostenible, responsable e integrador que ofreciera una atención de calidad e inclusiva a las personas que visitan Gran Canaria a diferencia de otros destinos competidores, básicamente en precio, situados en países vecinos. Un modelo que disputa la atracción del 72% de los españoles con necesidades especiales que viaja como mínimo dos veces al año, que gasta un 30% más que el resto de viajeros y además no viajan solos, cuyo criterio para elegir destino es en primer lugar el trato, seguido dela información disponible sobre accesibilidad y, por último, la propia accesibilidad.
Más allá, el Sello Dis-Friendly imprime una manera de ser y entender la realidad que en el objetivo de beneficiar a un colectivo social, nos beneficia a todos, y su impacto es medible y cuantificable.
Este ejemplo debería hacernos reflexionar sobre cómo ser socialmente responsable y dispensar un trato adecuado y eficiente es clave para atraer personas con tiempo y dinero, y de manera desestacionalizada, para generar el negocio que necesitan las cuentas de resultados y la creación de empleo. Sin duda, no hay atajos en esta carrera por ser sostenibles y ser Dis-Friendly siempre tiene premio.