Este proyecto ha permitido “realizar una profunda revisión de las tecnologías actuales de reciclado” tanto de composites como de biocomposites empleados en el sector aeronáutico, con el fin de “analizar las alternativas más factibles técnicamente a escala planta piloto” y viables, desde el punto de vista tanto técnico como económico.
La pirólisis emite un 17% más de dióxido de carbono, según muestran los resultados, y consume “el doble de calor que la solvólisis”, lo que afirman que implica un coste asociado. La solvólisis emplea solventes como sustitución del calor, a pesar de que éstos se recuperan de forma “altamente eficiente y se reutilizan en el proceso”.
Tanto la pirólisis como la solvólisis “requieren de etapas de purificación adicionales” con el objetivo de “aprovechar el líquido pirolítico y el producto destilado, respectivamente”. Estas estimaciones han matizado que se han realizado en una planta de procesado con una capacidad de tratamiento de 10 quilotones de biocompisete por año.