Las razones que se esconden detrás de su éxito son varias. En primer lugar, se trata de una tecnología de las denominadas tractoras, puesto que, a sus indudables bondades en materia de acumulación y canalización energética, se une su capacidad para extender los beneficios de la economía de escala a otros sectores económicos como el energético, el de transporte, el residencial o, por supuesto, el industrial.
Es precisamente en este campo en el que la tecnología del hidrógeno está llamada a ser un acelerante en el proceso de configuración de una industria más conectada, eficiente y limpia: las bases de la industria del siglo XXI. De entre todos los colores del hidrógeno, es el verde, el renovable, el que más esperanzas está atrayendo y aquel en el que nuestro país puede romper por fin su tradicional y acuciante dependencia energética del exterior. La combinación de espacio, potencial renovable, en especial solar y eólica, y sobre todo un firme compromiso por y para la industria, pueden convertir a España en una auténtica potencia tecnológica, capaz incluso de exportar energía al resto del mundo. Algo hasta ahora impensable en la Península Ibérica.
Como en todos los proyectos exitosos, la unión hace la fuerza. Así, han comenzado a proliferar los valles del hidrógeno. Un concepto importado del mundo anglosajón y que en definitiva buscan unir al sector industrial, energético, económico, centros de formación e investigación regionales en una unidad de destino que proporcione, de una vez por todas, las herramientas para contar con una energía segura, limpia, autóctona y asequible.
Todas estas características se analizaron y expusieron recientemente en la Escuela de Organización Industrial – EOI. En esta primera jornada dedicada en exclusiva al hidrógeno, la presencialidad volvió a ser una realidad en nuestra vida cotidiana, una decena de empresas mostraron sus planes en la definición de un proyecto país tan motivador. Todas estas asociaciones y empresas, entre las que se incluían Repsol, Iberdrola, Naturgy, TCI GECOMP, DH2 Energy, Redexis, GASNAM y Ackermann, señalaron la importancia de la colaboración público – privada que pasará de ser un ‘plus’ a un ‘must’ si queremos que realmente el hidrógeno pase a convertirse de un proyecto a una realidad.
La segunda parte de la mesa se centró en un reto que EOI ha asumido desde el principio de esta aventura: la formación del talento. El hidrógeno permitirá capacitar a decenas de miles de profesionales en una tecnología de futuro, con perfiles altamente cualificados y en el que la formación solo se entenderá desde la excelencia y el liderazgo sostenible, además de con un perfecto equilibrio entre el bien de la sociedad, el progreso y el equilibrio constante entre medio ambiente y energía.
Además de ser pionera en la formación, EOI pretende, a través de su programa ejecutivo en hidrógeno renovable, formar a los alumnos en el desarrollo de proyectos concretos, con una clara orientación práctica, para desarrollar las capacidades necesarias e identificar los retos y oportunidades que ofrece esta tecnología y su sostenibilidad, un aspecto que desde esta fundación se considera esencial a la hora de analizar la viabilidad de cualquier proyecto.
Industria y energía parecen ir de la mano en la evolución del hidrógeno renovable. Empresas e instituciones parecen comprometidas, por fin, en un proyecto llamado a jugar un papel fundamental en la progresiva descarbonización de la economía y movilizar a miles de trabajadores y empresas. Es un sector ilusionante para ayudar a conseguir los objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y evitar así, a los efectos perniciosos del cambio climático.