Casi un siglo más tarde, el 26 de febrero de 2025, la Comisión Europea publica el Clean Industrial Deal, una estrategia que busca transformar la economía del continente aunando los objetivos de descarbonización y reindustrialización, movilizando 100.000 millones de euros y creando más de 500.000 empleos.
La Unión Europea se enfrenta hoy, sin lugar a duda, a uno de los mayores desafíos de su historia reciente: la necesidad de reforzar su independencia manufacturera en un contexto global marcado por crisis de toda índole, inestabilidad geopolítica y competencia internacional.
La reindustrialización se ha convertido en una prioridad estratégica para garantizar la resiliencia económica, fortalecer la cadena de valor y reducir la dependencia de terceros mercados. En este contexto, los objetivos de descarbonización y de penetración de energías renovables, fundamentales para un futuro sostenible, deben ser también catalizadores de un nuevo resurgir industrial.
En este proceso, el acero galvanizado desempeña un papel crucial, no solo como pilar de la industria, sino también como una solución alineada con los objetivos de sostenibilidad, economía circular y transición energética.
El acero, base de la industria europea
El acero, material fundacional de la Unión, es también la base de sectores clave como la construcción, la automoción, la infraestructura o las energías renovables. La Unión Europea produce anualmente alrededor de 150 millones de toneladas de acero y emplea a más de 300.000 personas de forma directa, según datos de la asociación europea EUROFER. Sin embargo, la deslocalización de la producción ha generado una dependencia de importaciones, lo que expone a la industria a fluctuaciones de precios y restricciones en el acceso a materiales críticos.
La necesaria reindustrialización permitiría no solo reducir esta vulnerabilidad, sino que fomentaría también la innovación y el desarrollo de tecnologías más eficientes y sostenibles en la producción de acero. Entre ellas, el acero galvanizado destaca como una solución de alto valor añadido gracias a su durabilidad y menor impacto ambiental.
La galvanización como pilar fundamental
El acero galvanizado es reconocido por su excepcional resistencia a la corrosión, lo que prolonga su vida útil hasta más de 50 años sin necesidad de mantenimiento. Esta durabilidad reduce la demanda de nuevos materiales y, por tanto, el consumo de recursos naturales y energía.
Según estimaciones de la NACE (National Association of Corrosion Engineers), los costes de la corrosión representan entre el 2,5% y el 4% del PIB de un país desarrollado, y, ajustándolo al contexto español, se calcula que el impacto económico de la corrosión alcanza entre un 2% y un 3 % del Producto Interior Bruto (PIB). Esto supone una pérdida económica de aproximadamente 45.000 millones de euros, considerando un PIB proyectado para España en 2024 de 1,34 billones de euros.
Y es que el viejo continente cuenta aún con mucho recorrido en este proceso. De todo el acero producido en la Unión tan sólo se galvaniza un 5% (alrededor de 8 millones de toneladas), cifra que se reduce a un 4% si ponemos el foco en el mercado Español. Por el contrario, en otras geografías como en Estados Unidos, cerca del 18% del acero producido es galvanizado.
El sector de la galvanización en caliente se postula, por tanto, como un pilar fundamental en esta necesaria reindustrialización; como un catalizador de múltiples sectores productivos que generarían empleos estables y a largo plazo e impulsarían el crecimiento económico del continente en materias como la ingeniería civil, la construcción, las energías renovables, las telecomunicaciones o el transporte.
Clave para la autonomía industrial
La Unión Europea es considerada un faro en materia de sostenibilidad y transición energética. Mientras que en otras regiones del mundo los procesos productivos continúan siendo altamente contaminantes, Europa ha apostado por tecnologías más limpias y eficientes mediante el uso de hornos eléctricos e híbridos o la integración de energías renovables en la producción.
Reindustrializar la UE, con un enfoque en industrias sostenibles como la del acero galvanizado, no es un objetivo, sino una necesidad acuciante. Están en juego tanto variables económicas y empresariales (recordemos que los cimientos de nuestras economías son las PYMES), como sociales y políticas.
Apostar por una industria más fuerte y sostenible no solo reforzará nuestra autonomía, sino que sentará las bases para un futuro más resiliente y comprometido con la economía circular y el futuro de la Unión.
En palabras de Schuman, Europa se hará […] se hará gracias a realizaciones concretas […] y ahora tenemos la oportunidad y la necesidad de concretar una Europa más industrial y a la vez más sostenible.