El encuentro, organizado por el Ayuntamiento de Madrid, reunió a representantes del sector público y privado con un objetivo común: entender cómo la IA está transformando la producción, el empleo y la competitividad de las empresas. Pero más allá del entusiasmo tecnológico, la jornada fue también un ejercicio de reflexión sobre los desafíos éticos, laborales y regulatorios que acompañan a esta revolución.
“La inteligencia artificial ha dejado de ser una promesa lejana para convertirse en una fuerza transformadora que está redefiniendo la industria tal y como la conocemos”, afirmó María Jesús Romero, directora general de Economía del Ayuntamiento de Madrid, durante su intervención.
Romero destacó que la IA “no se trata de sustituir personas, sino de empoderarlas con herramientas que amplifiquen su capacidad creativa y productiva”. La responsable municipal subrayó que la nueva industria será “más inteligente, más conectada y más sostenible”, y que Madrid apuesta por un modelo “más humano, más ético y colaborativo”.
El acto fue inaugurado por Óscar Romera, coordinador general de Economía, Comercio y Consumo del Ayuntamiento, quien destacó la importancia de la jornada como “punto de encuentro para generar red entre empresas, instituciones y clústeres industriales de la ciudad”. “La industria madrileña —afirmó Romera— no solo tiene que ser fuerte, sino también colaborativa. Por eso promovemos espacios donde se conecten proyectos, talento y conocimiento”.
Romera subrayó además el papel del Madrid Innovation Lab, de AECIM y de la Red de Clústeres de la Alianza de Madrid como pilares para impulsar la digitalización industrial y la transferencia de conocimiento. “La IA debe entender al cliente, y para eso necesitamos sumar a todos los actores del ecosistema”, añadió.
Bajo esa visión, la red de factorías —con sedes en Vicálvaro, Villaverde y próximamente en Villa de Vallecas— se consolida como un ecosistema que impulsa la digitalización industrial, el emprendimiento tecnológico y la economía circular. Solo en Villaverde, apuntó Romero, “las empresas alojadas generan más de 57 empleos directos y una facturación cercana a los 800.000 euros”.
Entre las voces más escuchadas de la primera mesa redonda, moderada por Alejandro López, coordinador del Madrid Innovation Lab, destacaron las de Antonio Mateos, cofundador y CEO de Quai Technologies, y Claudia Clemente, responsable de la Oficina Acelera Pyme de AECIM. Ambos coincidieron en que la gran oportunidad está servida, pero también que el reto es mayúsculo.
Mateos fue rotundo: “Hay muchísimo dinero en fondos de inteligencia artificial, pero el problema es que no encuentran proyectos donde invertirlo. El mensaje es claro: hay que ponerse a trabajar en IA, porque la inversión existe y lo que faltan son ideas aplicadas”.
Desde su experiencia en consultoría y desarrollo tecnológico, el joven empresario alertó, sin embargo, de los riesgos de subirse a la ola sin rumbo: “Implantar IA por implantarla no tiene sentido. Es una herramienta poderosa, pero lo importante es resolver los problemas que hacen crecer a los negocios. Y eso exige entender primero qué puede aportar realmente”.
Clemente, por su parte, insistió en la brecha que todavía separa a las grandes corporaciones de las pequeñas empresas. “Las principales barreras no son tecnológicas, sino culturales y organizativas. Muchos autónomos y micropymes ven la IA como algo caro o reservado a las grandes, cuando existen herramientas gratuitas que pueden optimizar sus procesos sin grandes inversiones”, explicó.
“Nosotros les ayudamos a entender que la tecnología no es un enemigo, sino un aliado. Cuando una pyme descubre que puede predecir su stock o automatizar su atención al cliente con IA, comprende de inmediato el valor que tiene”, añadió.
Mateos ilustró el potencial de la IA con un ejemplo concreto: la detección temprana de fallos en aerogeneradores. “Pasamos de hacer mantenimientos preventivos o correctivos —cambiando piezas antes o después de que se rompan— a hacer mantenimientos predictivos, anticipando las averías con datos. Esto cambia completamente el modelo de producción y los costes”.
Ambos ponentes coincidieron en que la clave está en encontrar los llamados “casos de uso”: aplicaciones reales y viables que transformen sectores como el metal, la energía o la logística. “Las capacidades de la IA son tan generales que cuesta ver dónde aplicarlas y cómo. Pero cuando se identifica el punto exacto, el impacto es brutal”, resumió Mateos.
La segunda mesa de la jornada, centrada en los proyectos alojados en las factorías industriales, mostró ejemplos palpables de esa nueva generación de empresas tecnológicas.
Alejandro Abou-Assali, CEO de Aeon-T Technologies, explicó cómo su compañía ha desarrollado una línea de producción industrial automatizada en materiales compuestos, “única en el mundo”. “Fabricamos palas de pádel y componentes con fibra de carbono y vidrio que antes solo se producían a mano en Asia. Gracias a la automatización, hemos traído esa tecnología aquí, con empleo y valor añadido local”, señaló.
Desde otro ámbito, Amparo Fernández, Business Development Manager de Captoplastic, alertó sobre el problema silencioso de los microplásticos. “Cada vez que ponemos una lavadora, estamos liberando fibras sintéticas al agua. Lo preocupante es que esos microplásticos acaban en los ríos, los mares y, finalmente, en nuestro cuerpo”, explicó. Su empresa desarrolla materiales y tecnologías capaces de capturar estas partículas en depuradoras y lavanderías industriales. “El plástico no es el enemigo —matizó—, lo que debemos cambiar es la forma de gestionarlo. Hay soluciones reales, y pueden nacer aquí, en Madrid”.
En el terreno aeronáutico, José Manuel Soler, director general de Air-Electric, relató cómo su empresa fabrica motores eléctricos ultraligeros para drones de transporte y aeronaves autónomas. “Nuestro foco es evitar la dependencia de proveedores externos. Fabricamos todo el ciclo aquí, desde el diseño hasta el ensayo. Europa necesita recuperar su cadena de suministro y apostar por la producción local”, defendió.
Y desde Tecnitest Aero, su directora de I+D, Montserrat Acebes, subrayó la importancia de vincular la innovación al conocimiento: “Estamos aplicando inteligencia artificial a los ensayos no destructivos en el sector aeronáutico. Lo que parecía una idea loca hace unos años, hoy ya está en fase de patente. El futuro es ahora”.
La red que sostiene el ecosistema
Más allá de las innovaciones concretas, los empresarios coincidieron en el valor del entorno. Las Factorías Industriales de Madrid —impulsadas por el Ayuntamiento— no son solo espacios físicos, sino comunidades que fomentan la colaboración, la formación y el crecimiento conjunto.
“Necesitábamos un sitio que no fuera solo una nave, sino un entorno con valor añadido. Aquí encontramos esa red de contactos, ese apoyo técnico y humano que hace posible avanzar”, resumió Abou-Assali. Fernández añadió que “estos espacios son vitales para crecer, para pasar del garaje a la industria real”.
Soler, por su parte, lo expresó con una metáfora: “Una empresa industrial pasa por las mismas fases que una persona: la guardería, la escuela, la universidad. Las factorías son esa universidad que nos permite dar el salto a la madurez”.
En el tramo final del evento, el debate giró hacia el papel de Europa en la carrera global por la inteligencia artificial. “Estados Unidos innova, China copia y Europa regula”, ironizó Mateos, antes de advertir que “esa sobre-regulación está frenando la creación de talento y empresas”.
“Tenemos científicos brillantes, pero falta que el talento se quede aquí. Nos preocupa más proteger que avanzar, y eso nos está dejando atrás”, lamentó. Clemente coincidió: “Hay startups europeas con ideas increíbles que acaban marchándose porque la normativa les asfixia. Es el momento de apostar por la innovación y la retención del talento”.
Pese a los desafíos, el tono final de la jornada fue optimista. Los ponentes coincidieron en que la inteligencia artificial debe verse “como un complemento, no como un sustituto”. “La IA nos va a ayudar a ser mejores, no a quitarnos el trabajo”, afirmó Clemente en la clausura.
El Ayuntamiento, por su parte, reafirmó su compromiso de seguir fortaleciendo la red de factorías, facilitando la burocracia y fomentando la colaboración público-privada. “Un modelo productivo sostenible y resistente requiere un tejido industrial sólido. Y eso se construye desde la cooperación, la digitalización y la innovación”, concluyó María Jesús Romero.
Así, Madrid se posiciona como laboratorio de una nueva era industrial, donde la tecnología no solo produce, sino que piensa, conecta y humaniza.

