El estudio internacional, basado en entrevistas con directivos de alto nivel y en una encuesta a 320 compañías de sectores como manufactura, energía, minería o agua, concluye que estos sistemas heredados se han convertido en “pasivos costosos” incapaces de responder a la volatilidad actual del mercado.
La investigación sostiene que los sistemas propietarios —diseñados en un contexto industrial mucho más estable— están provocando pérdidas recurrentes por su rigidez, su dependencia de proveedores específicos y sus barreras para integrar datos y tecnologías digitales. Solo la falta de agilidad para modificar líneas de producción supone 4,9 millones de dólares al año, a lo que se suma el impacto de pequeñas órdenes que no pueden atenderse por limitaciones técnicas, con otros 1,2 millones en oportunidades perdidas. A ello se añade el coste de mantener sistemas fragmentados que dificultan el análisis en tiempo real, generando 1,2 millones adicionales, así como los gastos asociados a sostenibilidad y cumplimiento regulatorio, que alcanzan 1,7 millones.
Directivos de sectores como alimentación, minería, agua o logística coinciden en que la presión por adaptarse rápidamente es ahora estructural. El informe describe un entorno donde la volatilidad —marcada por tensiones geopolíticas, cambios regulatorios, exigencias de sostenibilidad y variabilidad de la demanda— ha dejado de ser una crisis puntual para convertirse en la norma. Sin embargo, la mayoría de compañías siguen atadas a infraestructuras que requieren semanas para reconfigurarse, pérdidas de producción con costes que pueden superar los 250.000 dólares por hora y un elevado número de intervenciones de especialistas externos para tareas rutinarias.
Schneider Electric plantea que gran parte de estos costes podría evitarse mediante arquitecturas de Automatización Abierta y Software-Definida, un enfoque que desacopla la lógica de control del hardware y permite modificar procesos mediante software, sin necesidad de sustituir o reconfigurar equipos físicos. Según casos reales citados en el informe, las organizaciones que adoptan este modelo han logrado reducciones del 30% en ingeniería, despliegues un 50% más rápidos, mejoras del 43% en eficiencia energética y mayor facilidad para integrar tecnologías de análisis avanzado o mantenimiento predictivo.
El documento subraya que la verdadera transformación no proviene de virtualizar controladores propietarios, sino de basarse en estándares abiertos como IEC 61131-3, IEC 61499, OPC UA o MQTT, que garantizan interoperabilidad y evitan la dependencia de un único proveedor. Con ello, sostienen los autores, el hardware pasa a ser un recurso intercambiable y es el software el que aporta competitividad.
La advertencia final del informe es tajante: cada trimestre de demora en abordar el coste de los sistemas cerrados se traduce en más de un millón de dólares perdido, capital que podría destinarse a innovación, sostenibilidad o expansión. En un mercado donde los ciclos de producto se acortan, la demanda cambia sin aviso y el talento especializado escasea, la flexibilidad deja de ser una aspiración para convertirse en una necesidad estratégica.

