REPORTAJE

La industria de la climatización y la refrigeración: un sector resiliente e imprescindible para la sociedad

Mientras España debate su modelo industrial y transición ecológica, existe un sector que opera en la trastienda de toda la economía, literalmente. Es el encargado de que los medicamentos lleguen perfectos a las farmacias, de que la ensalada esté fresca en el supermercado, de que los centros de datos no se fundan y de que los hospitales mantengan sus quirófanos a la temperatura idónea.

Para comprender su verdadera magnitud, es necesario dejar de pensar en aparatos y enfocarse en los servicios esenciales. Sin este sector, colapsarían en cuestión de horas:

  • Sanidad: Los medicamentos, las vacunas (como las de ARNm contra la Covid-19, que requieren ultrafrío), las muestras biológicas y los bancos de sangre dependen de una cadena de frío ininterrumpida.
  • Alimentación: España es una potencia agroalimentaria. Su sector de alimentación y bebidas, que exporta por valor de más de 60.000 millones de euros anuales, depende por completo de la refrigeración industrial en procesado, almacenamiento y transporte. “Cuando vas al supermercado, han llegado alimentos en un camión refrigerado para que esos alimentos lleguen en el estado que necesitas”, explica la directiva.
  • Industria y Tecnología: Procesos químicos, fabricación de plásticos, centros de datos (la nube, literalmente, se calienta), laboratorios e industria 4.0 requieren control climático de precisión para funcionar.
  • Confort y Productividad: No es un lujo. La climatización en oficinas, escuelas, hospitales y transporte público es clave para la salud, el bienestar y la productividad laboral, un factor cada vez más valorado.

Es, en definitiva, un sector de alto valor estratégico para la soberanía económica y sanitaria del país. Su resiliencia es la resiliencia de toda la cadena de suministro.


El sector de la climatización y la refrigeración es, en palabras de Verónica Castañón, directora general del grupo STAG, una compañía especializada en gases refrigerantes, «un bien esencial como el oxígeno medicinal». Y los datos le respaldan: es una potente red que en España factura 2.000 millones de euros al año, da empleo directo a más de 13.000 personas y está compuesto por cientos de empresas, desde multinacionales hasta pymes familiares, según los datos publicados por la Asociación de Fabricantes de Equipos de Climatización (AFEC). Esas cifras se refieren a facturación y empleo directos de empresas fabricantes; el valor total del mercado (equipos y servicios al usuario final), directo e indirecto, es mucho más elevado.

El tsunami regulatorio europeo

El sector se encuentra en medio de una revolución forzada por la presión regulatoria europea. El Reglamento F-Gas y la imposición de «ecotasas» están reduciendo drásticamente, hasta 2030, las cuotas de gases refrigerantes con alto Potencial de Calentamiento Atmosférico (PCA). Esto supone un desafío logístico y económico monumental. Castañón relata la crudeza del día a día: «Un gas refrigerante paga más tasa que lo que es el precio del refrigerante». Además, critica la complejidad burocrática: «Nos hemos tenido que tirar al vacío y hacerlo aprendiendo» cuando se publican normas de aplicación inmediata.

El Reglamento de F-Gas se refiere a la legislación europea sobre gases fluorados de efecto invernadero, que busca reducir las emisiones y fomentar alternativas más ecológicas. La normativa más reciente, el Reglamento (UE) 2024/573, establece una reducción progresiva de estos gases a través de cuotas decrecientes para la importación y prohibiciones en la comercialización y uso en diversos equipos, como la refrigeración, aire acondicionado y bombas de calor. Incluye restricciones para equipos nuevos y para el mantenimiento, y establece normas sobre la gestión, certificación y formación del personal. El objetivo es reducir las emisiones de gases fluorados de efecto invernadero en dos tercios para 2030 respecto a 2014.

A esto se suman las “ecotasas” nacionales, que gravan estos gases. El impacto es directo y dramático en los costes. “Un gas refrigerante paga más tasa que lo que es el precio del refrigerante”, afirma Castañón en una entrevista a industry Talks. Un cilindro de gas tradicional puede tener un coste de 40 euros en producto y sumar 30 euros más en tasas. Esta presión fiscal busca internalizar el coste ambiental y acelerar el cambio.

Sin embargo, la implementación genera fricciones severas. El sector se queja de una complejidad burocrática asfixiante y de plazos a menudo irracionales. Castañón lo ilustra con una anécdota vivida: “Nos aplicaban una norma y unas tasas, y el día uno ya tenías que estar haciendo los albaranes con unas cosas nueva que no lo sabían ni ellos”. Llega al extremo de que, según relata, “me llamaban desde la Agencia Tributaria para decirme cómo podían aplicar eso”. Esta disrupción constante exige a las empresas a aplicar una capacidad de adaptación logística y administrativa hercúlea, que supone una carga especialmente pesada para las pymes.

Este escenario genera una consecuencia inmediata: inseguridad jurídica. Las empresas trabajan entre lagunas interpretativas, dudas sobre cómo facturar, cómo documentar los movimientos o cómo gestionar la trazabilidad exigida. La queja no es la existencia de regulación —que el sector asume necesaria para avanzar hacia la sostenibilidad— sino la forma en que se implementa: precipitada, confusa y, en ocasiones, desconectada de la realidad técnica.

Gases naturales y de nueva generación

El mensaje de Castañón a la Administración es claro: “No pedimos subvenciones. Pedimos claridad, plazos razonables y conocimiento técnico real en quienes legislan y supervisan.”

Esta presión regulatoria, sin embargo, está catalizando una transformación tecnológica sin precedentes. El sector utiliza dos vías principales:

  1. Gases naturales. No son una novedad, pero sí su adopción masiva. Se trata de sustancias como el amoníaco (R717), el dióxido de carbono (CO₂ o R744) y los hidrocarburos (como el propano R290 o el isobutano R600A, frecuente este último en aparatos de refrigeración como las neveras). Su PCA es insignificante (1 para el CO₂) o nulo, y su eficiencia energética puede ser muy alta. Entre sus ventajas destaca la sostenibilidad máxima, la eficiencia, y en el caso del CO₂, serideal para aplicaciones de calor como la aerotermia. El problema es que algunos son tóxicos, como el amoníaco, o inflamables, como el propano, requiriendo instalaciones especializadas y normativas de seguridad estrictas. El CO₂ opera a presiones muy altas. Son la opción preferente para grandes instalaciones industriales y supermercados.
  • Gases de nueva generación. Son la evolución química de los gases hidrofluorocarbonos (HFC), de alto efecto invernadero. Las hidrofluoroolefinas (HFO) tienen, por contra, un PCA extremadamente bajo (a menudo menor a 1) y no son inflamables en muchas formulaciones. Como elementos positivos vale reseñar un PCA ultra bajo, propiedades similares a los HFC que bien conocen los técnicos, y lo más importante: existen opciones drop-in. “¿Qué quiere decir drop-in? Pues que en esa instalación un gas de nueva generación puede convivir con uno antiguo”, explica Castañón. Esto permite una transición gradual sin cambiar todo el equipamiento, lo que supone un salvavidas para muchas empresas. Como características negativas, son más caros y algunos tienen una leve inflamabilidad, como el A2L, requiriendo cierta adaptación. Dependen de la síntesis química. En resumen, son la puerta de entrada para la renovación del parque existente de climatización comercial, automoción y refrigeración.

La tendencia es ir pasando de los gases naturales a los de transición, que tienen un PCA mucho más bajo y por tanto están menos penalizados. Y son menos inflamables que algunos gases naturales como el R290.

Esta transición no es solo una obligación, sino un motor de negocio. «Hasta el 2030 se van a cambiar una cantidad de equipos. todo el aftermarket se va a renovar», pronostica la directiva de STAG. Esto implica una oportunidad para vender gases nuevos, equipos de alta eficiencia energética y herramientas, reactivando un mercado valorado en miles de millones de euros. Se estima que el mercado de equipos de climatización de alta eficiencia y refrigeración comercial crecerá a un ritmo superior al 6% anual en Europa en esta década.

La climatización y la refrigeración tienen, por consiguiente, unas “posibilidades inmensas”, subraya Castañón. “Aunque nos pongan piedras verdes, grises, negras, el sector sobrevive”, añade con dosis de optimismo

Los empleos del sector están en plena transformación. No desaparecen, sino que se recalifican. Se necesitan menos manitas y más técnicos especializados que entiendan de nuevas tecnologías de gases (naturales y HFO), electrónica y conectividad (equipos son cada vez más inteligentes), eficiencia energética integrada con energías renovables (fotovoltaica, aerotermia) y normativas medioambientales y de seguridad complejas.

El ‘estraperlo’ del frío

Ahí reside el principal cuello de botella para el crecimiento: la escasez de talento cualificado, un handicap que se extiende a la industria en general. La formación profesional debe actualizarse urgentemente, y el sector necesita lanzar un mensaje atractivo a los jóvenes, mostrándose como un campo tecnológico, esencial y con futuro, no como un oficio tradicional.

Un mercado con productos caros y regulados es caldo de cultivo para el fraude. La directiva menciona la competencia desleal del «estraperlo» de gases, donde se venden refrigerantes sin pagar tasas o incluso adulterados. Es el “estraperlo del frío”, que no solo genera competencia desleal y defrauda a Hacienda, sino que pone en riesgo instalaciones (gases adulterados) y sabotea los objetivos medioambientales. La vigilancia aduanera y del mercado es crucial. La presión fiscal y la complejidad regulatoria han creado un incentivo perverso: la aparición de mercado negro de gases refrigerantes que evoca al del tabaco o los cosmétocos.

Casos recientes en Europa han destapado botellas etiquetadas como XP40 que en realidad contenían R404A, un gas altamente regulado. Este fraude no solo distorsiona el mercado: pone en riesgo instalaciones, genera fallos de rendimiento y compromete la seguridad de técnicos e infraestructuras.
Pese a ello, Castañón evita caer en prejuicios respecto a la producción extracomunitaria. Defiende que el origen no determina la calidad, y recuerda que fabricantes de primer nivel —incluidas multinacionales estadounidenses— producen en China con estándares altísimos. El problema no es China; el problema es el incumplimiento de las normas.

El Grupo STAG, siglas que significan Suministros Técnicos y Aparatos de Gas, ocupa una posición singular en el sector. Dividido en cuatro verticales —gases medicinales, gases industriales, gases refrigerantes y herramientas/maquinaria— combina una sólida base industrial con un enfoque de servicio especializado.

La empresa española, de carácter familiar, y con 40 años de historia, se ha convertido en referente en el asesoramiento técnico y normativo para distribuidores, instaladores y grandes cadenas. Su enfoque consiste en acompañar a los actores del sector en la transición hacia refrigerantes de nueva generación, garantizando seguridad, eficiencia y cumplimiento regulatorio.

Su asociación con fabricantes líderes mundiales como Chemours refuerza la idea de que la transición no es solo una obligación ambiental, sino también una oportunidad de crecimiento comercial y modernización tecnológica.

Durante la pandemia, la división de gases medicinales —especialmente el oxígeno— fue determinante. La experiencia reforzó la tesis de Castañón: “Al igual que ocurrió con la hostelería durante la crisis sanitaria, los sectores sometidos a presión se reinventan y salen reforzados.”

En la entrevista a este medio de comunicación Castañón identifica cuatro grandes líneas estratégicas que determinarán la evolución del sector en la próxima década.

1. Refrigerantes de nueva generación

Mezclas más seguras, de bajo PCA, compatibles con equipos existentes y con mejor rendimiento energético. El futuro será híbrido: coexistirán gases naturales, refrigerantes de transición y soluciones específicas por aplicación.

2. Equipos de alta eficiencia energética

El aumento de costes eléctricos y la presión ambiental impulsan diseños optimizados, con compresores más eficientes, electrónica avanzada y sistemas de control inteligente.

3. Integración con energías renovables

El binomio aerotermia + autoconsumo fotovoltaico ya es una realidad consolidada. Cada vez más edificios, industrias y cadenas logísticas buscan reducir su huella energética integrando tecnologías limpias.

4. Salud, bienestar y calidad del aire

La pandemia elevó la conciencia sobre la calidad del aire interior. Hoy, incluso los vehículos avisan al conductor del cambio de filtro por razones sanitarias. La climatización ya no trata solo de confort térmico, sino de salud ambiental: ventilación, filtrado, pureza del aire y bienestar general.

Siendo el guardián invisible de la cadena de frío de la economía española, el sector de la climatización y refrigeración, que se encuentra en una encrucijada histórica, demuestra una resiliencia notable. Su papel ya no es solo proveer de frío o calor. Su nueva misión es triple: descarbonizar (reduciendo el PCA de los gases y el consumo energético), digitalizar (con equipos conectados y gestionados por IA para optimizar el consumo) y sanitarizar (garantizando la calidad del aire interior, una lección aprendida de la pandemia).

Recientemente, del 18 al 20 de noviembre, Ifema Madrid fue el escenario del Salón Internacional de la Climatización y la Refrigeración y la Semana Internacional de la Electrificación y la Descarbonización, donde se han dado cita más de 400 empresas fabricantes y distribuidores de de sistemas HVAC (Heating Ventilation and Air Conditioning, es decir, calefacción, ventilación y aire acondicionado), bombas de calor, refrigeración industrial y soluciones de ventilación y eficiencia térmica. 

La industria de la climatización y la refrigeración está transformando una presión regulatoria extrema en una oportunidad para modernizarse, impulsar la I+D+i y afianzar su papel como servicio público esencial. Como resume Castañón con su visión optimista, el futuro pasa por crear «espacios más seguros, más eficientes y saludables para las personas». En un mundo que se calienta por el efecto invernadero, mantener el frío donde se necesita no es un lujo, sino una de las bases de la industria y el bienestar. Su adaptación exitosa es, por tanto, un asunto de interés para toda la economía nacional.

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