Desde el siglo XVIII hasta la actualidad hemos estado botando la pelota de la industrialización durante cinco etapas, marcadas cada una de ellas por hitos y disrupciones cada vez más potentes:
- Revolución Industrial 1.0 (vapor, ferrocarriles, acero y telégrafo)
- Revolución Industrial 2.0 (combustibles fósiles, electricidad, aviones y coches, teléfono, radio)
- Revolución Industrial 3.0 (energía nuclear, electrónica, viaje espacial, televisión)
- Revolución Industrial 4.0 (energías renovables, TIC, biotecnología, móviles, Internet)
- Revolución Industrial 5.0 (nanotecnología, sistemas globales, computación en la nube, tecnologías sostenibles, inteligencia artificial, robótica, Blockchain, genómica)
Pese a todos estos avances, a todos estos ‘botes’, la sociedad española actual no está nada contenta y se preocupa mucho por su futuro. ¿Por qué? En opinión de Guillermo Dorronsoro, Management Board Advisor en Zabala Innovation, porque hemos cometido un error histórico que nos pasado una factura abultada.
“El error fue que Occidente dejó su industria en manos de la globalización”, sentencia Dorronsoro. Así, en 1985, el economista y Premio Nobel Gary Becker consideraba que “la mejor política industrial es la que no existe”. Ese axioma consideraba que esa era una actividad del pasado y que era mejor que fuera el mercado el que decidiera mover los hilos. Comenzaron así las deslocalizaciones industriales; las fábricas se trasladaron a países donde la mano de obra era más barata, pensando que eso era lo más eficiente.
Margaret Thatcher en su libro Statecraft: Strategies for Changing World, editado en 2002, ahondó en esa idea neoliberal cuando escribió lo siguiente: “Sea manufacturado por manos negras, blancas, marrones o amarillas, un artilugio siempre será un artilugio, y será comprado en cualquier parte si el precio y la calidad son correctos. El mercado es una fuerza liberadora más poderosa y de confianza que cualquier gobierno”.
Asumimos, sigue explicando Dorronsoro, una serie de hipótesis que el tiempo ha demostrado que son erróneas:
- La única forma de mantener la competitividad de la industria es su traslado a países de menos coste de la mano de obra.
- Es posible alejar la producción, pero mantener la I+D, el diseño, las patentes…
- Los empleos industriales pueden ser sustituidos por mejores empleos en el sector terciario en actividades de mayor valor añadido.
- Las ventajas desde el punto de vista medioambiental y de planificación urbana, recuperando espacios industriales degradados para usos terciarios.
- La financiarización de la economía y de la gestión de los grandes grupos industriales, que abre el debate sobre la especulación frente a la inversión en la industria real. Los efectos de la especulación se hicieron patentes en la crisis de 2008 desencadenada tras la quiebra de Lehmann Brothers.
“La factura que estamos pagando es la desindustrialización de Occidente”, sostiene Dorronsoro. De hecho, la parte de la industria en el PIB del G7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido) ha caído del 66% en 1999 hasta el 37% en 2020.
Europa era la fábrica de la Humanidad y hemos dejado que ese factor pase a manos de los países asiáticos (China, India, principalmente), quienes han tomado el relevo y quieren seguir manteniendo esa posición privilegiada. Tienen planes muy claros y ambiciosos. Basta leer los discursos del presidente chino, Xi Jinping.
También nos ha afectado a las cifras de crecimiento económico que se han estancado. Así, según las previsiones realizadas en octubre por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el crecimiento previsto para este año en la zona euro es del 3,1%, frente al 5% de Asia Central y Oriente Medio y al 4,4% de los países emergentes asiáticos. Y en 2023 las diferencias serán aún más pronunciadas: zona euro (+0,5%), Asia Central y Oriente Medio (+3,6%) y los países emergentes (+4,9%).
Esos números producen, al final, la llamada “curva del elefante” diseñada por el economista Branko MIlanovic, en la que se aprecia el pronunciado descenso del nivel de rentas medias en el mundo desarrollado. En realidad, se ha roto, por primera vez, según considera Dorronsoro, el pacto intergeneracional y esto, además, ha coincidido con la jubilación de los baby boomers.
Por eso, considera Dorronsoro, quien también es profesor en la Deusto Business School, es preciso hacer un pacto intergeneracional “que devuelva la industria a nuestros hijos”. Esa es la gran herencia. Esa es, piensa él, la única forma de resolver este gran “sudoku” que se ha montado.
Para él, la industria es la piedra angular del puente entre generaciones pues, entre otros argumentos de peso, está comprobado empíricamente que la economía industrial genera empleos con salarios más elevados y de más resiliencia. La industria también mejora la balanza de pagos y promueve la innovación, añade el Management Board Advisor en Zabala Innovation, y cita las conclusiones de un informe de The Brookings Institute publicado en verano de este año. La manufactura es esencial para reducir el déficit comercial. “Lo que nos está salvando es que tenemos una balanza de pagos saneada, es decir, un nivel exportador muy fuerte y eso es gracias al papel de la industria”, asegura. También resulta evidente que existe una correlación directa entre industria y prosperidad y, aunque parezca contradictoria, la industria está contribuyendo de forma considerable a la sostenibilidad del medioambiente, agrega Dorronsoro.
El problema es que todos los países avanzados se han dado cuenta ya de esta situación desfavorable. Y, en consecuencia, apunta Dorronsoro, se ha iniciado una batalla global y descarnada por la primacía de esa nueva industria -la industria 5.0- en la que el Viejo Continente no puede ni debe bajar la guardia. En este contexto, las recientes declaraciones del ministro francés de Economía, Finanzas y Soberanía Industrial y Digital, Bruno Le Maire, adquieren mucho sentido. Le Maire piensa que el verdadero riesgo subyace en “el declive industrial” de la Unión Europea, pues el Club de Bruselas representaba el 25% del conjunto de la economía mundial en 1990 y ahora ha descendido hasta el 17%.
Dorronsoro defiende la premisa de que la industria es la política más social. “Todos los que defienden la política industrial avanzada se apuntan a esa tesis, porque no hay nada que cree y redistribuya a la vez prosperidad como la industria”. Eso es un nuevo enfoque. “No hay mejor política social que la política industrial”, explica. Y recomienda dos libros que argumentan en favor de esa frase: Innovation en Real Places, de Dan Breznitz, y Combating Inequality, de Olivier Blanchard y Dani Rodrik.
Juan Antonio Vázquez, secretario de Política Industrial de UGT-FICA, está completamente de acuerdo con la tesis de Dorronsoro. “La conclusión a la que hemos llegado es que allí donde se impulsa la estrategia industrial, en poco tiempo aparecen los servicios públicos, los privados y las infraestructuras para mejorar las necesidades de la industria y de los propios ciudadanos. Se frena la despoblación, incluso se genera crecimiento de la población”. La industrialización es una buena solución para el problema territorial. “Allí donde hay industria se fija la población”, dictamina el veterano sindicalista andaluz en una entrevista telefónica con este diario digital.
En el marco de ese axioma, continúa diciendo Dorronsoro, no se pueden promover tecnologías que acaben con el empleo y destruyan la base social. “Eso es una mala política industrial”, añade. La buena política industrial es aquella que sostiene el empleo y genera más puestos de trabajo directos e indirectos. “Esa es la que toca”. También aboga el especialista vasco en estrategia por acabar con la dicotomía de que no disponemos de dinero para acometer políticas industriales. Es preciso, considera, superar la división entre políticas de “creación de riqueza” y “sociales de redistribución”.
Pero, ¿cuáles son las claves para alcanzar la ansiada (re)industrialización en España? Aquí van 10:
- PERSPECTIVA. La misión debe ser clara y cristalina. El objetivo es dejar una industria para la próxima generación, no porque esa idea sea divertida, sino porque es una obligación, una solución para enmendar los errores cometidos.
- URGENCIA. Es preciso ser conscientes de que no salimos en la pole position. Este trabajo implica un esfuerzo muy considerable. Lo peor es que la posición de España se ha ido deteriorando paulinamente. Ahí están, por ejemplo, los datos de un informe de la consultora estratégica A.T. Kearney difundido en el Foro Económico de Davos, que muestra que España sigue situada en el cuadrante de cabeza, según el ranking por “factores críticos de producción” y el ranking por “estructura de producción”, pero tiene una fuerte competencia internacional.
- PRIORIDAD. Es necesario dar prioridad absoluta a la política industrial hasta 2030. Pedro Mier, presidente de AMETIC, la asociación empresarial representante de la industria digital, lo puso negro sobre blanco en un artículo publicado en el diario Cinco Días titulado: ¿Hace falta una vicepresidencia de reindustrialización e innovación? En él aboga por los cambios, “empezando por la percepción que la sociedad en su conjunto tiene de la industria”. Hasta hace poco, la industria se ha asociado a actividades contaminantes indeseables. Todavía es habitual en los medios de comunicación ver dibujos de chimeneas humeantes como representación de la industria… Al cambio de actitud hay que sumar “cambios legislativos y fiscales que favorezcan el desarrollo”, destaca Mier. “Disponer de un entorno legal, laboral y fiscal que facilite la innovación también es imprescindible para la deseada reindustrialización”, escribe Mier en la citada tribuna de prensa.
- OPORTUNIDAD. Los fondos europeos asociados al Next Generation EU representan una oportunidad histórica, una palanca fantástica para potenciar la industria desde una perspectiva transversal que tenga en cuenta no solo la digitalización sino también la sostenibilidad.
- INNOVACIÓN. La reindustrialización y la innovación vienen a ser lo mismo. La innovación no es la i minúscula que todos conocemos de la fórmula I+D+i, es la innovación que se articula en el sector privado, que se hace en la industria. En algunos casos se ve como una prolongación de la Investigación y el Desarrollo y está controlada por los lobbies que controlan el mundo de la investigación académica. “Eso es un desastre”, opina Dorronsoro, pues la innovación la hacen las empresas y a nivel local. Reindustrialización y políticas de innovación debe ir de la mano, pero sin olvidar la investigación. Para innovar son necesarias las ideas y la máquina de las ideas está en las universidades y en los centros tecnológicos y ahí es donde es más necesario invertir.
- INVESTIGACIÓN Y DESARROLLO. Las entidades científico-tecnológicas deben ser orientadas para este fin común. La investigación tiene que orientarse a apoyar a la industria pues, según cree Dorronsoro, “tenemos el sistema científico-tecnológico un poco despistado”. Resulta esencial potenciar la transferencia del conocimiento hacia la industria y la sociedad. En este sentido, se advierte una reforma pendiente del sistema de I+D que necesita más recursos financieros y humanos.
- COLABORACIÓN. La colaboración público-privada tiene que verse reforzada. Los PERTEs están siendo un gran experimento de colaboración. Esta cooperación conecta lo mejor de ambos mundos, aunque a veces también surja lo peor (picaresca y burocracia). Para evitar esas tendencias perversas, lo ideal es que ambas partes suscriban un compromiso.
- COORDINACIÓN. La coordinación se antoja imprescindible para forjar la industrialización. Coordinación interinstitucional e interministerial, entre las comunidades autónomas entre sí y con el Gobierno central. El marco adecuado deseable es la nueva Ley de Industria que aún no ha sido aprobada por el Legislativo.
- COMUNICACIÓN. La política social del siglo XXI es la política industrial. Ese es el lema que debe transmitirse. La comunicación también implica educar y difundir estos principios en la escuela para que calen entre los más jóvenes, quienes recibirán esta herencia.
- TÉCNICA DEL ‘MARTILLO PILÓN’. En la conferencia inspiradora pronunciada en el reciente V Congreso de Industria Conectada 4.0 celebrado en Valencia, Dorronsoro recuerda lo que decía Winston Churchill sobre remachar una idea: “Si tienes que destacar un punto importante, no intentes ser sutil o ingenioso. Coge un martillo pilón. Golpea en ese punto una vez. Después vuelve, otro martillazo. Y después dale una tercera vez un tremendo estacazo”.
España, por desgracia, no tiene un tejido industrial fuerte y ahora esa carencia parece más visible que nunca, pues estamos viviendo problemas agudos de suministros y de dependencia energética y finalmente de alta inflación de los precios de los artículos de consumo y de la energía. Los Estados, incluso las propias multinacionales, se han dado cuenta de la necesidad perentoria de volver a localizar su producción en Europa. Es tiempo de relocalizar. Es tiempo de (re)industrializar.
Extremadura es, en este contexto, un excelente ejemplo de esta nueva estrategia que provoca efectos muy ventajosos en materia de empleo y vertebración territorial.
“En Extremadura no podemos hablar de reindustrialización porque aquí no hubo revolución industrial por diversos factores, destacando la posición periférica junto a una frontera históricamente conflictiva, y por la capacidad de producir alimentos para favorecer la industrialización de otros territorios, garantizándolos a precios bajos para abaratar el coste de la mano de obra”. Así se expresa Laura Méndez Castaño, secretaria de Política Sindical y Negociación Colectiva de UGT-FICA Extremadura.
La región ofrece, para atraer proyectos e inversión, unas características formidables como son la energía, el agua, el buen clima, la situación geográfica y la apuesta por la innovación, destacan a industry TALKS fuentes de la Junta de Extremadura.
Las estrategias de industrialización de Extremadura giran en torno a tres ejes principales:
- Atraer inversiones en industria aprovechando las ventajas para la localización que ofrece el territorio
- Insistir en el desarrollo de un potente sector agroindustrial, fundamentalmente en torno a pymes que permitan fijar en la región una cada vez mayor parte del valor añadido de la producción agraria.
- Desarrollar el sector tecnológico-industrial alrededor de la producción y el almacenamiento de energía sostenible, a través de grandes proyectos tractores:
- Generación fotovoltaica y termosolar. Extremadura es una región energética que aglutina el 25% de la fotovoltaica de todo el país.
- Baterías de litio para automoción mediante el proyecto que lidera el grupo chino Envision junto con socios españoles como Acciona, cuya puesta en funcionamiento se prevé para 2025. La gigafactoría de Navalmoral de la Mata conlleva una inversión de 1.000 millones de euros y la creación de 3.000 empleos directos y 12.000 indirectos.
- Hidrógeno, a través del Centro Ibérico de Investigación en Almacenamiento de Energía (CIIAE) en Cáceres, que debe convertir Extremadura en líder en I+D y consolidar su posición destacada en la producción de energía verde.
- Diamantes sintéticos, mediante la planta de la empresa Diamond Foundry sita en Trujillo, cuyas obras está previsto que comiencen a principios de 2023.
La abundancia de suelo a precios asequibles, y de mano de obra disponible, así como una posición geográfica envidiable sirven para atraer inversores a Extremadura. Todo ello, naturalmente, depende en buena medida de la mejora en las comunicaciones ferroviarias, aunque la región sí cuenta con una excelente red de vías de transporte por carretera.
La apuesta estratégica de Extremadura se complementa con el desarrollo del sector logístico, que empieza a arrojar sus primeros frutos con la instalación de un gran centro distribuidor de Amazon en Badajoz, indica Laura Méndez, de UGT-FICA. También son dignos de mención la azucarera que se levantará en Mérida y que acaba de obtener la financiación pública por parte de Gobierno central de 120 millones de euros; el ecopolígono CC Green en Cáceres; la fábrica de cátodos que se instalará en la provincia cacereña; o el proyecto de ocio y entretenimiento que se ubicará en la comarca pacense de La Siberia.
En opinión de Méndez, el impacto de la industrialización de Extremadura será muy significativo en términos de creación de empleo.
“Es importante considerar no solo la cantidad sino la calidad del empleo previsto en sectores que, como el industrial y tecnológico, resultan más atractivos para nuestra juventud que los tradicionales en construcción, servicios asociados a la hostelería, y agrario, y deben permitirnos fijar a ese segmento de población que, de un tiempo a esta parte, nos cuesta retener en Extremadura”, subraya la representante sindicalista.
También surgirán consecuencias muy positivas en lo que se refiere a la vertebración territorial. “Sin duda tiene importancia, muy directamente en la definitiva integración de nuestra región -con una extensión territorial nada desdeñable- en el sistema económico moderno, y porque implica, de manera directa, la necesidad del desarrollo de una red de transportes ferroviaria favorecida por una posición central en el eje noroeste-suroeste, eludiendo el nodo congestionado de Madrid, y a este con el eje centro-oeste, que comunica uno de los grandes centros productivos del sur de Europa con los grandes puertos del Atlántico portugués, que concentran un alto porcentaje del tráfico transatlántico hacia el continente americano”, enfatiza Méndez. Extremadura se sitúa en los grandes ejes que comunican los puertos del suroeste de la península con los del norte y con los grandes puertos portugueses de Sines y Lisboa al oeste.
Aunque es cierto que hay índices que indican la recuperación de los niveles industriales previos a la pandemia, no se puede decir que España sea un país industrializado como Alemania o Francia. El peso de la industria en la economía nacional española ha ido cayendo constantemente desde los años 80 y 90 del siglo pasado y ahora alcanza unos niveles “que no nos valen”, sostiene Juan Antonio Vázquez. La meta fijada es del 20% del PIB, pero ese “no es un objetivo a largo plazo, sino a corto-medio”, porque habla de una industria mucho más tecnológica.
Por otro lado, ahora mismo existe un consenso unánime social alrededor de la necesidad de aprobar una nueva Ley de Industria que esté basada en un Pacto de Estado por la Industria y una Estrategia Industrial 2030. Las bases del Pacto de Estado por la Industria fueron acordadas entre sindicatos y organizaciones empresariales a finales de junio pasado y ahora esas bases deben hacerse una realidad, alcanzando su nivel político. “La industria tiene que ser un asunto de Estado. Por lo tanto, no puede estar sometido a la crispación y al debate político. Tiene que haber un consenso entre los partidos con opciones de gobierno y gracias a ese consenso podemos llegar a un nivel industrial fuerte”, cree Juan Antonio Vázquez.
El proyecto de Ley de Industria sigue en las Cortes Generales y no se aprecian avances. Dados los frentes que el Ejecutivo tiene abiertos con el principal partido de la oposición, no se vislumbra como posible que el proyecto atraviese el oportuno trámite parlamentario y se convierta en norma jurídica de obligado cumplimiento antes de que acabe este 2022.
Para la industrialización es prioritario alcanzar un consenso unánime de todos los estamentos. “En el Parlamento no ha habido reuniones” al respecto, denuncia Vázquez. Es necesario practicar el diálogo y la participación de los agentes sociales y de la Comunidades Autónomas, que tienen transferidas muchas competencias de carácter industrial. Si no se habla con todas las partes implicadas, opina, tendremos una nueva ley de Industria “que no servirá para nada, no dentro de 20 años, sino dentro de unos meses”. No se trata de hacer una ley nueva que sustituya la de 1992 sino una norma legal que se base en los documentos consensuados (un Pacto de Estado) y que se adapte a las nuevas etapas de la transformación industrial, energética y digital para que España se sitúe en una posición de liderazgo a nivel internacional.
Vázquez informa a industry TALKS de que, desde junio, cuando las bases del Pacto de Estado fueron presentadas en el Congreso de los Diputados, no ha habido ningún movimiento. Después de mantener reuniones informales con las patronales, el representante de UGT-FICA anuncia que en breve estas pasarán a ser formales. “No descartamos que hagamos alguna acción sindical, alguna movilización si no hay movimiento considerable en un tiempo próximo. No nos vamos a quedar impasibles. España no puede perder la oportunidad de este tren”.