En España se generan 1,2 millones de toneladas de desechos textiles al año y de ellas 900.000 toneladas terminan en los vertederos. Solo se recoge, por consiguiente, el 12%, una cifra bastante reducida que ha ido aumentando lentamente, pero que a partir de 2025 tendrá que subir con más fuerza dado que para entonces empezarán a entrar en vigor las regulaciones europeas y estatales sobre economía circular que harán obligatoria la recogida de textiles. Así lo exige la nueva Ley de Residuos y Suelos Contaminados, de abril de 2022.
“Se recicla poco y los índices para la preparación del reciclado son bajos. También es baja la media en kilos de recogida de ropa por persona y año es de 2,5, cuando podría ser de 20. Estos datos varían mucho según las distintas comunidades autónomas. En algunas se recogen cinco y en otras solo uno”, apunta Natalia Castellanos, responsable de Proyectos de AERESS.
AERESS es una plataforma estatal que agrupa a 87 entidades sociales, repartidas por 13 comunidades autónomas, especializadas en la gestión de residuos y la inserción sociolaboral de personas en situación de vulnerabilidad. Es una sociedad pionera en economía circular, llevan trabajando desde 1994.
En AERESS, de la gestión de residuos textiles, se ocupan 28 entidades, con 44.700 puntos de recogida que recuperan de media anual 21.000 toneladas de textil, lo que representa un 20% del total recogido a nivel estatal. Tiene 70 puntos de venta de segunda mano.
Según un cálculo realizado por esta plataforma estatal, se crean 78 puestos de trabajo por cada 6.000 toneladas de residuo textil recogidas.
En cuanto a la evolución del sector, Castellanos destaca dos factores importantes: por un lado, la profesionalización de la gestión de residuos que se ha venido produciendo en las últimas décadas; y por otro, la regulación. En concreto ha aumentado el número de plantas de tratamiento, generando empleo. También se ha profesionalizado los sistemas de clasificación de los residuos. “Las triajes de ropa son sistemas mejorados”, reconoce, lo que facilita la clasificación óptima. Lo mismo pasa con los métodos de recogida, en concreto con contenedores sensorizados, lo que repercute en la eficiencia.
Hablando de la regulación, Castellanos destaca la Estrategia Europea para Textiles Sostenibles y Circulares, que pone como fecha límite 2030 para implementar la producción sostenible y circular de todo el textil en Europa.
Algunos aspectos de esa Estrategia son muy relevantes como la durabilidad de las prendas, su reciclabilidad y para ello son esenciales los conceptos tanto de ecodiseño como de pasaporte digital del producto; introduce normas armonizadas para la Responsabilidad Ampliada del Productor (RAP), no solo en la parte productiva sino también en la gestión de los residuos. También se acerca al concepto de la ecomodulación, es decir, la incentivación de los productos que tengan mayores índices de sostenibilidad. También se apoya en la Estrategia la investigación y la innovación que facilite a las empresas la transición a la circularidad. Así mismo aborda el reto de la exportación de residuos textiles para poner fin a esos procesos que desembocan en “enormes vertederos de ropa en países del Sur Global”,
También se reduce al mínimo la incineración y el vertido textil para conseguir todo eso la Estrategia propone una ruta de transición para el ecosistema textil donde queden reflejados los pasos necesarios que es preciso dar.
Esta Estrategia Europea se traspone en la citada ley de Residuos y Suelos Contaminados, de abril de 2022, que marca la responsabilidad que tendrán a partir de enero de 2025 las administraciones públicas en la recogida selectiva de los residuos textiles.
Para Rubén González Alonso, Retail Manager de Humana, es preciso matizar entre residuo pre-consumo y post-consumo.
Humana funciona desde 1987 en favor de la protección del medioambiente a través de la reutilización del producto textil y también lleva programas de cooperación internacional en África, América Latina y Asia. Humana cuenta con 5.300 contenedores, dos plantas de tratamiento, 52 tiendas distribuidas y un promedio de 18.000 toneladas de textil recuperadas cada año.
Tanto Humana como AIRESS son especialistas en residuos post-consumo. Normalmente, dice Pedro Andrés Oliver, presidente de ASIRTEX, la Asociación Ibérica de Reciclaje Textil, que aglutina a toda serie de gestores de residuos desde la industria a la eliminación, los gestores de post-consumo no se dedican a pre-consumo.
Establecida esa diferencia, González Alonso sostiene que la situación del sector depende de muchos factores: el tamaño de la empresa (pyme o no), el lugar preciso de la cadena de valor de la empresa (no es lo mismo una que confecciona hilo que otra que hace producto final). También influye, y mucho, si el modelo de negocio de la empresa incluye un plan de sostenibilidad o si trabaja en un modelo de economía lineal que debe ser reformado.
“Este tsunami legislativo al que estamos asistiendo todos es bárbaro. Lo que ha venido y lo que está por llegar con esos plazos tan cortos”, reconoce el representante de Humana. Por otro lado, está la presión del mercado y del propio consumidor que demanda productos sostenibles con lo que el reto empresarial “es muy grande”. Él aboga por un consumo más racional y apostar por modelos empresariales donde el producto tenga un gran valor añadido y no tanto basados en el volumen, en la alta producción. Eso provocaría una menor generación de residuos, lo que “sería muy positivo para todos”.
González-Alonso también reflexiona que el foco de la sostenibilidad no debe estar solo en cuestiones medioambientales sino también en sociales y económicas. “Eso es fundamental”, opina, porque, asegura, no hay sostenibilidad sin viabilidad empresarial. “Nos jugamos la generación de empleo y de riqueza”, explica. “El triple impacto debe estar siempre encima de la mesa”, propone.
“Hay empresas que lo están haciendo muy bien, pero queda mucho por hacer”, estima. “Si entran 900.000 toneladas en vertedero, algo mal estamos haciendo como industria, como sociedad, como ciudadanía”.
El presidente de ASIRTEX, que realiza estudios de la percepción del ciudadano sobre el post-consumo, indica que los países del Sur Global compran la ropa usada que pueden pagar, y mucha termina vertederos incontrolados. Recuerda que los vertederos regulados españoles son finitos pues en 2035 solo podrá entrar el 10% de residuos. “Habrá que hacer algo en los 10 años que quedan”, puntualiza.
El material post-industrial, producto de los restos de confección y patronaje o de una prenda misma, tiene fibra para ser reutilizado pues esta no está castigada. Pero conseguir fibra-fibra de un preconsumo es caro porque hay que desmontar la pieza y lo que se hace es consumir el post-industrial, analiza Pedro Andrés Oliver en un foro organizado por ASECOM, la Asociación de Empresas de Confección y Moda de la Comunidad de Madrid, y CIEC, el Centro de Innovación en Economía Circular del Ayuntamiento de Madrid.
“El post-industrial se ha consumido siempre, pero ningún confeccionista ha querido nunca que se supiese que utilizaba productos de recuperación”, admite. Ahora la moda ha cambiado por el auge del reciclado.
Él considera que hay un abuso de compra de material que luego no se utiliza, y estima que hay tanto textil en el vertedero porque no hay equipos, porque “el residuo textil era de los traperos”. Y compara: de textil existen en España unos 25.000 contenedores, mientras que Ecovidrio dispone de 270.000. Pide que haya más contenedores.
También declara que las empresas destruían hasta hace poco su preconsumo (producción no vendida) para que no saliera al mercado y les arruinase. Eso era una perversión del sistema. Pedro Andrés Oliver ha vivido esas situaciones, pues tiene una dilatada experiencia, pero esas prácticas van a estar penadas a partir de ahora y ya no será posible que se han legalmente. También recuerda que el fabricante va a tener que pagar la recogida, clasificación y reciclaje del producto vendido -eso es la Responsabilidad Ampliada del Productor-.
Hay voluntad real de elevar el nivel de calidad de las prendas para aplicar la reparabilidad, hay voluntad real de que el preconsumo se comercialice: “Algunas marcas regalan el preconsumo a entidades de gestión de residuos”, señala el presidente de ASIRTEX quien cree que no se llegará a tiempo al plazo de 2035.
La industria se está concentrando en el reciclaje, pero hay que examinar primero la jerarquía de los residuos, apunta Rubén González Alonso, Retail Manager de Humana. Primero viene la reducción y prevención, luego la reutilización, es decir, el mercado de segunda mano. Luego debe venir el reciclaje y finamente la revalorización (el vertedero).
Marcos Pizarro es CEO de Venus, una firma especializada en trajes de baño que está entrando en el proceloso camino de la circularidad. Afirma que, ante una misma prenda, si el precio es igual siendo o no sostenible, se decantará por la sostenibilidad.
Para José Juan Fernández, propietario y manager de Retail Business Solutions (RBS), el reto no es la tecnología sino aplicarla bien y la más adecuada a cada caso concreto. Y a raíz de esto considera que, en el área de la sostenibilidad, el pasaporte digital va a tener mucho qué decir, porque hasta ahora el consumidor tiene que buscarla en la página de la marca de ropa y demás detalles, si es o no reciclada, etc. “Eso está intentado la Unión Europea, que las personas reciban información a través de QRs”, declara. Esa diferencia debe mostrarla la marca al consumidor.
El presidente de ASIRTEX tiene una opinión distinta: “Por mucho que informemos al consumidor, este va a demandar un producto que el fabricante no quiere, porque no quiere asumir el riesgo de comprar una materia prima más cara, porque ya está siendo sostenible con post-industrial. El post-consumo es el problema”.
“Llevo 53 años en el sector de los residuos y lamentablemente no creo que vaya a conocer una circularidad total en el textil”, asegura Pedro Andrés Oliver. No todo depende de los productores, añade, pues también influye la regulación normativa y la sensibilización social.
Según la consultora McKinsey, a nivel europeo hacen falta 1.800 plantas de recogida de residuos, 2.000 centros de clasificación para reutilización, 2.100 plantas de reciclado y 2.200 centros de reciclaje textil. “Y necesitamos un mercado que absorba todo eso”, apostilla el representante de Humana.
En opinión de Pedro Andrés Oliver desde 2007 a 2014 se ha venido generando “un ambiente equivocado” de la gestión de residuos de ropa. ¿Por qué tiene que pagar Humana los contenedores de ropa y no las empresas sociales cuando ambas tienen tiendas en el mismo pueblo?, inquiere. “No debería pagarse, como pasa con los vidrios, con los envases”.
“Es la fracción maldita”, remacha Rubén González Alonso. Es la única que tiene que pagar por ser recogida, pero eso debería cambiar en breve con la obligación de la recogida selectiva y la entrada en vigor del SCRAP o Sistemas Colectivos de Responsabilidad Ampliada del Productor (SCRAP), organizaciones sin ánimo de lucro constituidas por fabricantes o importadores para analizar la correcta gestión de los residuos. Entonces los municipios estarán obligados a pagar.
En este contexto de sostenibilidad, los gestores de residuos textiles están trabajando duro en pos de la trazabilidad del producto.
“Estamos trabajando en un proyecto de trazabilidad, y viendo las diferentes tecnologías que hay desde que fabricamos el producto hasta que lo mandamos a reciclar y todos los distintos pasos en la cadena de valor”, anuncia José Juan Fernández, de Retail Business Solutions.
No existe una única vía tecnológica y es preciso combinarlas, enfatiza. El proyecto se dirige al objetivo de que el cliente tenga información de la prenda de vestir. Cuando esta sale del almacén y después de la tienda, es necesario buscar opciones de transmisión de datos más allá de la tradicional radiofrecuencia (RFID). La tecnología RFID consiste en pequeños dispositivos electrónicos que contienen una antena y un chip. Estas etiquetas se utilizan para identificar y rastrear objetos, incluyendo la ropa. El chip almacena información sobre el producto, como su tamaño, color y precio.
¿Qué tecnologías existen a priori? El ya conocido y muy empleado código QR y, además, la tecnología NFC, que ya se aplica a la tarjeta de plástico que abre la puerta de la habitación de un hotel o al móvil para hacer pagos en el supermercado. En realidad, el NFC es una radiofrecuencia de corto alcance, pues la distancia máxima es de 10 centímetros, lo que la convierte en una herramienta muy operable desde cualquier teléfono inteligente.
“Todavía no sabemos qué datos irán en el pasaporte digital, porque falta la regulación”, informa Fernández. En la información se podría meter la huella de carbono de esa prenda, el tipo de tejido (reciclado o no), la reparabilidad de la prenda… independientemente de lo que recoja el pasaporte digital.
“Con esas etiquetas dentro del producto, podemos darle una segunda o tercera vida en el mercado de segundo mano”. La etiqueta NFC es una fina tira negra que iría cosida a la prenda y puede almacenar hasta un mega de texto. La información del producto, que se dejaría en el Cloud, puede incluir un vídeo de cómo se ha confeccionado la prenda o del departamento de diseño, porque “muchos clientes compran la historia detrás del producto”.
Otro aspecto nada desdeñable es que toda esa información debe estar certificada por terceros, lo que plantea no solo la cuestión de qué entidades están capacitadas para hacer esa labor, sino las revisiones y auditorias periódicas.
Esa etiqueta puede agilizar enormemente los procesos de clasificación de residuos que hasta ahora son mayoritariamente manuales y/o usan espectrómetros para discriminar colores y tejidos. En las plantas reciclado se puede usar un riel con sensores por donde el producto va pasando. Esos sensores pueden detectar las etiquetas NFC y activar unas piezas mecánicas que clasifican las prendas según criterios.
Aparte del mecánico, tampoco hay que olvidar el desarrollo del reciclado químico, en concreto para el poliéster, dado que es el 70% del material que se emplea en la industria textil.
“Existen estudios con una lombriz que se come el textil y con una bacteria que se come el poliéster”, apunta Paloma López, presidenta de SIC Moda, la Asociación Española para la Sostenibilidad, la Innovación y la Circularidad en Moda. Esos proyectos son interesantes, asegura el representante de Humana, pero no se materializan realmente, porque no se pueden escalar, porque la tecnología no es lo suficientemente eficaz ni eficiente con un coste asumible para toda la cadena de valor.
“Es muy complejo el uso de productos reciclados post-consumo para el diseño nuevo”, sostiene el representante de las empresas gestoras de residuos.
Otro tema destacable para el sector, señala Pizarro, CEO de la empresa textil Venus, es la falta de formación y en su lugar se aplica el sentido común y el principio de prevención. Formación para hacer ecodiseño, concreta Pizarro, para conocer toda la cadena de suministros y saber qué es eficiente y qué crea menos impacto social, hídrico o de CO2. “No es fácil”, remarca quien también declara que el reciclaje no es un proceso homogéneo para todos los actores implicados.
María Jesús Trigo, de la empresa textil Choiva, opina que el reciclaje de los componentes de confección no es posible en muchos casos. Es preferible “centrarse en la durabilidad de las prendas”. ¿Hasta qué punto el reciclaje es sostenible?, inquiere. A veces, es más contaminante reciclar que utilizar un producto nuevo, argumenta. “Todo esto se está viciando. La manera de ser sostenible es reducir el consumo”, considera.
¿Cuál es el camino? “Para nosotros, comenta Rubén González Alonso, Retail Manager de Humana, la hoja de ruta de todos los actores de la cadena de valor debe ser la jerarquía de residuos de la Unión Europea. Esta jerarquía está recogida en la Directiva 2008/98/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 19 de noviembre de 2008, sobre los residuos. En primer lugar, se sitúa la prevención y ahí entra la sensibilización social. El segundo escalón es la reutilización, es decir, propiciar a la prenda una nueva vida en el mercado de segunda mano, sin tener que manipularla. El tercer paso es el reciclaje propiamente dicho, algo qu se ha convertido en una especie de mantra. El cuatro puesto sería la valorización, es decir, la obtención de combustible a través de la incineración del producto. Y en último lugar, el vertedero, con los riesgos medioambientales que eso implica. “El vertedero no va a acabarse”, especula el director de ASIRTEX. De hecho, 2040 es la fecha programada de cierre de muchos vertederos de residuos, pero esa fecha, al menos para González Alonso, de Humana, suena a “ciencia ficción”, porque la evolución del entorno es un absoluto desconocido.
¿Cuáles son los desafíos y oportunidades del sector de la gestión de residuos textiles?
Para Pizarro, de Venus, uno de los retos es que la cadena de suministro “aguas arriba y abajo” esté conectada, teniendo en cuenta que la cadena de suministro de la industria textil pasa por ser una de las más largas y complejas. “Eso es un hándicap”, revela Pizarro, quien apuesta por proveedores “fiables y claros”, dado que la subcontratación es muy habitual.
Para González Alonso, de Humana, los retos son la sensibilización, el ecodiseño, la educación, el apoyo a la legislación, a las empresas, gestores y consumidores, a la tecnología. “La economía será sostenible y circular o no será”, resume. Coincide con Oliver, de ASIRTEX, en que “los residuos son recursos”, pero “si son gestionados adecuadamente”.
Para Castellanos, de AERESS, el mayor desafío, pero también la mayor oportunidad “es el escenario que se abre con la creación del SCRAP textil” y donde las entidades sociales reclaman ser parte.
Otro reto es el seguimiento del cumplimiento de la ley, apunta Castellanos y en esa línea de pensamiento se expresa Nathalie Leturcq, especialista en colorantes textiles naturales. “Aplicar la ley y obligar a todo el mundo a practicar la trazabilidad”, precisa. Y también favorece que mejore la calidad de las prendas y la comunicación de las empresas pues “ellas son responsables de motivar a la población”.