Si nos referimos a la pequeña y mediana industria, la repercusión del coste de la energía en el producto puede estar entre el 20% (sector madera y plásticos) y el 70% (sector vidrio).
Como consecuencia, la subida del precio de los productos industriales de un 10 o un 20% repercutirá en que el ciudadano tiene que pagar más por recibir lo mismo, lo cual puede llevar a un aumento de la inflación, o que el productor que vende en el mercado global (exportaciones) tendrá que competir con otros productores cuyos países no han sufrido esta escalada de precios, con lo cual el producto será menos competitivo, se venderá menos y la industria nacional entrará en pérdidas o tendrá que ajustar la plantilla haciendo los despidos que pueda, apunta la asociación.
Además, tampoco resulta favorable que “el mercado de derechos de emisión está por las nubes. No olvidemos que dicho mercado es un ente abstracto y ficticio en el que los especuladores y fondos han visto un filón para seguir haciendo caja sin aportar valor a los productos. Dicho mercado, penaliza a las empresas más contaminantes, pero fruto de ese impuesto, no se genera una bolsa para poner medidas correctoras ambientales que palien ese exceso contaminante”, apunta Más Industrial.
Por todo ello, se impone la necesidad de otras alternativas como la aceleración del desarrollo de energías renovables, para el sector energético, e hidrógeno y amoníaco verde para los fertilizantes que puedan significar un descenso de la emisión de los gases de efecto invernadero.
“Si esa estrategia no va acompañada de la obligatoriedad de que cualquier producto que entre en la EU tenga que llevar perfectamente cuantificada su huella de carbono, en kg de CO2 que han sido requeridos para producir dicho producto (y certificado por una entidad internacional de reconocido prestigio) nuestros productos industriales estarán en desventaja”, comenta la asociación presidida por Aurelio Azaña.