Un webinar organizado esta semana por la Cátedra de Transición Energética Fundación Repsol de la Universidad Rovira i Virgili y la propia Fundación Repsol reunió a expertos del ámbito académico, industrial y de consultoría para analizar una de las piezas clave en este rompecabezas: la captura, uso y almacenamiento de dióxido de carbono (CO2) , también conocido como CCUS, por sus siglas en inglés, una herramienta indispensable para el futuro neutro en carbono.
Una necesidad del presente, no una promesa del futuro
La bienvenida al evento corrió a cargo del Félix Llovell, director de la Cátedra, quien dejó claro desde el inicio el papel crucial de esta tecnología. «La captura del CO2 ya no es una promesa de futuro, es una necesidad del presente», afirmó. «Está llamada a desempeñar un papel clave en sectores de difícil electrificación, como el cemento, el acero, la química o el refino, donde el CO2 forma parte intrínseca del proceso productivo. En estos casos, la captura representa la única vía viable para alcanzar las emisiones netas cero sin comprometer la competitividad industrial ni el empleo».
Ruth Yerga, representante de la Red de Cátedras de Fundación Repsol, reforzó esta idea, destacando el papel de la colaboración. «Creemos que solo la tecnología hará posible la transición hacia una economía descarbonizada. Y en este sentido, el vínculo de la academia con la industria va a ser vital para avanzar con rigor y con visión científica en el contexto tan desafiante que nos encontramos actualmente en el mundo», indicó.
Yerga subrayó que las tecnologías de captura, uso y almacenamiento de carbono “se perfilan como una de las soluciones más efectivas para reducir y eliminar emisiones de CO2 de manera permanente, especialmente, en sectores industriales difíciles de descarbonizar”.
El contexto urgente: cifras que alarman
Llovell puso sobre la mesa la cruda realidad de las emisiones actuales. «Estamos en máximos históricos de concentraciones de CO2 en la atmósfera, por encima de las 422 partes por millón (ppm) según las mediciones de 2024, con mediciones en 2025 que alcanzaron los 429 ppm en junio de 2025″. Añadió que las emisiones globales de CO2 aumentaron un 0,8% en 2024, alcanzando un récord de 37,6 gigatoneladas. «Y estos no son valores abstractos, son reales, medidos de manera rigurosa y es lo que estamos respirando hoy».
El reto, según explicó, es «desacoplar el desarrollo tecnológico del aumento de las emisiones. Y ese desacoplamiento no se puede conseguir solamente con energías renovables y eficiencia, sino que necesitamos más herramientas. Y aquí es donde entra la captura de carbono».
El panorama tecnológico: un ecosistema en desarrollo
Los expertos ofrecieron durante la jornada online una visión detallada del abanico de tecnologías disponibles, cada una con sus ventajas e inconvenientes. Llovell explicó las principales rutas. «Muy brevemente, podríamos hablar de las principales tecnologías como son la captura del CO2 por absorción mediante aminas, que es la tecnología más madura». Sin embargo, señaló que esta tecnología tiene «una penalización importante en el consumo energético de regeneración y degradación química».
Sobre los nuevos desarrollos en solventes, comentó que «los nuevos sistemas sujetos a investigación y desarrollo, como disolventes de cambio de fase, líquidos iónicos, sales de aminoácidos, presentan ventajas potenciales: una menor degradación, una mayor capacidad cíclica, posibles ahorros energéticos, pero aún tienen limitaciones importantes en relación al coste, escalado y comportamiento operativo».
En cuanto a la absorción por materiales sólidos, mencionó «ceolitas, MOF, carbones activados, y resinas poliméricas». Destacó que «los materiales carbonosos, el carbón activo, son robustos económicos y fáciles de manejar, pero su eficiencia de captura suele ser más moderada».
Sobre las membranas, explicó que «la comparativa ofrece ventajas claras en eficiencia de separación y en principio puede operar con un menor requerimiento energético. Las membranas poliméricas son las más maduras y escalables actualmente, pero nuevamente tienen un coste elevado y problemas de estabilidad a largo plazo».
También se refirió a tecnologías emergentes como la separación criogénica, que «ofrece una eficiencia de captura muy elevada; sin embargo, esto se consigue a costa de un requerimiento energético total muy alto». Y sobre los sistemas electroquímicos o electroswing, señaló que «es un enfoque totalmente diferente; puede operar en condiciones suaves y ofrece una alta selectividad y una baja degradación del material. Sin embargo, todavía está lejos del despliegue industrial».

Andrea Ramírez, catedrática de la Universidad Técnica de Delft, en Holanda, complementó esta visión explicando las tres principales aproximaciones de captura de dióxido de carbono según el momento del proceso:
El primero es la captura precombustión de CO2, o la conversión de combustibles fósiles en gas de síntesis, que contiene monóxido de carbono e hidrógeno. Lo separamos y el CO se convierte en CO2.
«La segunda opción es la captura de CO2 postcombustión; como su nombre indica, primero usas el combustible y luego capturas el CO2 de ese gas fluido y para hacer eso usas un montón de vapor. Eso también significa que hay menos vapor disponible para producir electricidad», explicó Ramírez que dirige el Departamento de Ingeniería Quimica de la citada universidad holandesa.
La tercera posibilidad es, continuó, “en lugar de combustionar en el aire, puedes hacerlo en oxígeno, y eso es lo que se llama captura de oxicombustión, donde tienes una unidad de separación del aire donde actualmente tomas oxígeno del aire, utilizas el oxígeno para la combustión que produce un mix de CO2 y agua, donde puedes fácilmente sacar el agua y luego el CO2 puede ser comprimido, transportado y desechado”.
Javier Menéndez, Primary Conversion Senior Scientist en Repsol, añadió la perspectiva industrial sobre los costes. «El mayor coste de la captura de CO2 está en la etapa de captura. En un entorno donde oscilamos entre los 70-80 dólares por tonelada de CO2 hasta aquellas corrientes donde tengamos CO2 puro. Por ejemplo, en la producción de bioetanol, este coste es cero», declaró.
El técnico de la energética explicó cómo la concentración afecta al precio del proceso. «Depende principalmente de cómo es la presión parcial del CO2 o la concentración del mismo. Tenemos costes muy elevados en casos de combustión de gases con una relación hidrógeno-carbono muy alta, donde hay muy poco hidrógeno, con lo cual el carbono en el gas es muy bajo y es muy difícil de separar. Y a medida que aumentamos esa relación o disminuimos esa relación hidrógeno-carbono en el combustible y nos vamos acercando a otros casos donde las emisiones son de proceso, donde no se pueden evitar, en ese caso vamos avanzando y se va reduciendo este coste hasta el entorno de los 50 dólares”.
El rol estratégico de la investigación universitaria
La universidad, por otro lado, emerge como un agente neutral y crucial en este ecosistema. «Nuestro papel no es vender una solución única ni hacer marketing tecnológico», explicó Llovell. «Nuestro papel es generar evidencia, reducir incertidumbre, comparar en igualdad de base y formar talento crítico. Y todo ello basado en el rigor científico», agregó.
Y puso como ejemplo a la Universidad Rovira i Virgili, asentada en Tarragona, donde más de 100 investigadores trabajan en el campo de la descarbonización.
Una visión global de las tecnologías CCUS
La doctora Ramírez destacó en su intervención que estas tecnologías CCUS son una «opción de mitigación multipropósito» que va más allá de una aplicación única. «Si observas la captura, uso y almacenamiento de carbono, es una tecnología que puede ser aplicada al calor y la electricidad descarbonizados o para descarbonizar sectores industriales como cemento, hierro y acero, amoniaco».
Respecto a los costes, señaló una tendencia al descenso. «Hoy estamos hablando de que el costo que se estima para captar carbono en postcombustión en calor debe estar alrededor de entre 60 y 80 dólares por tonelada de CO2«. Desglosó que, en una planta típica, el 43% de ese capital se destina a la unidad de absorber. La mayoría de los costos se centra en el vapor, en el estímulo que es necesario para regenerar el CO2. Y ese es también el motivo por el que estamos haciendo un gran esfuerzo para tratar de disminuir esa cifra».
Para la captura directa en el aire (DAC, por sus siglas en inglés), los costes son significativamente más altos, pero con potencial de reducción. «Cuando lleguemos a la captura de una gigatonelada, a lo largo del tiempo, tal vez en 2050, costará, espero, alrededor de 200 dólares por tonelada».
La perspectiva industrial
«Repsol ahora mismo está en un viaje de transformación industrial dónde venimos de un modelo de un refino tradicional a una visión orientada a ser neutros en emisiones en 2050. En este nuevo modelo, la captura de CO2 es una pieza fundamental”, enfatizó Menéndez al entrar en la perspectiva industrial.
Citando las previsiones de la Agencia Internacional de la Energía (IEA por sus siglas en inglés), Menéndez abordó la escala del desafío. Para 2050 el 85% de los edificios en todas las economías debe de ser cero emisiones de gas; el 70% de la electricidad a nivel mundial debe ser de origen renovable y más del 90% de la industria pesada, de bajas emisiones; “y 7,6 gigatoneladas de CO2 capturado. Esto significa que estaremos capturando el 22,4% del total de las emisiones cuando hoy este grado de avance es del 0,15%. Fijaos el nivel de velocidad que tiene que coger el desarrollo de esta industria».
Menéndez también se refirió a la utilización del CO2, concretamente a proyectos como una planta de combustibles sintéticos de Petronor en Bilbao, que entrará en servicio en 2026, y otra de mineralización que utiliza cenizas de residuos urbanos. «Los costes de abatimiento pueden variar en un rango muy amplio en función de cómo se conforme esa cadena de valor completa».

Sobre los combustibles sintéticos, aclaró su papel. «Los combustibles sintéticos son una alternativa muy competitiva en aquellos sitios donde al coche eléctrico le va a costar mucho llegar, ya sea con transporte pesado, marítimo o aviación. Es una pieza fundamental de la cadena de valor de la factura de CO2«.
Las pymes y la descarbonización
Oriol Vilaseca, CEO de Vilaseca Consultors, aportó la perspectiva de las pequeñas y medianas empresas. «En España la mayoría de las empresas son pymes. Muchas de ellas operan con hornos, con calderas y con procesos que emiten CO2» y se suelen enfrentar a desafíos específicos. «Sufren de dolores. Sobre todo, en el caso de la captura es debido al precio de la energía y del CO2. Hay una sobrecarga regulatoria muy importante y otro tema es la falta de personal cualificado», remarcó
La propuesta de Vilaseca, ingeniero químico, es pragmática y contempla soluciones modulares del tipo plug and play para emisiones entre 5.000 y 50.000 toneladas anuales, auditorías energéticas y hojas de ruta personalizadas. «El coste de la captura en un orden de magnitud hoy en día estaría entre los 50 y los 120 euros tonelada. A veces hemos presentado proyectos y la industria prefiere seguir pagando esas emisiones de CO2 que hacer una inversión».
Para un negocio con un horno a alta temperatura, su recomendación fue clara. «Lo primero, sería hacer una auditoría energética de la planta”. “No hay una solución mágica, sí que hay que hacer una integración de procesos. Cada caso es diferente», aseguró. Respecto a las opciones tecnológicas específicas para hornos, comentó que «respecto a la oxicombustión o hacer en postcombustión, por ejemplo, se ha estudiado en alguna cementera hacer la oxicombustión para reducir esas concentraciones de CO2 y para mejorar la eficiencia de los hornos, pero no sirve; no hay una varita mágica universal para los proyectos».
Comunicación, para ganar la confianza de la sociedad
Antonio Casas, director de Asuntos Corporativos para Europa Occidental en Cemex, abordó un aspecto a menudo subestimado en este escenario: la comunicación. Tras reconocer que existe “un clima general de desconfianza social hacia instituciones y empresas” y que en muchos territorios se presume que “cualquier proyecto industrial va a tener al inicio un impacto negativo», Casas abogó por un diálogo basado en «propósito y propuesta de valor compartidos».
«Tenemos que tener una comunicación integradora, considerando a todos los actores, con una escucha activa, eligiendo bien los mensajes más adecuados para cada tipo de audiencia», recomendó el especialista.
Para Casas, el éxito se mediría por un cambio de actitud social: «El hito que demostraría un claro éxito en este proceso sería que la propia sociedad civil preguntase, pidiese y exigiese que este proceso pudiera ir adelante con todas las garantías; que sea la propia sociedad civil la que se acerque a nosotros, nos pregunte, nos pida y de alguna manera nos exija».
El webinar, en el que se registraron 400 personas, según sus organizadores, pintó un cuadro complejo pero esperanzador. La captura de CO2 no es la panacea, sino una herramienta imprescindible dentro de un portafolio más amplio de soluciones. Como resumió Llovell, de la Universidad Rovira i Virgili, «la captura de carbono es absolutamente esencial para la descarbonización de los procesos industriales y para alcanzar el objetivo de cero emisiones netas».
En defintiva, el panorama tecnológico presentado muestra un ecosistema diverso y en plena evolución, desde las aminas tradicionales hasta los sistemas electroquímicos emergentes, cada uno con su aplicación específica según la concentración de CO2, la escala y el contexto industrial.
Los desafíos son muchos: reducir costes, optimizar procesos, establecer marcos regulatorios estables, desarrollar infraestructuras de transporte y almacenamiento subterráneo, y, quizás lo más difícil, ganar la aceptación del ciudadano. Pero el consenso entre académicos, industriales y consultores es claro: sin la captura de CO2, la meta de la neutralidad climática será inalcanzable. El camino es arduo, pero el diálogo entre ciencia, industria y sociedad, como el fomentado en este webinar, representa un buen paso para recorrerlo con éxito.


