¿Cuál es el porfolio de Tresca?
Somos una consultora de ingeniería que llevamos en el mercado en el entorno de 21 años. No somos una empresa precisamente nueva. Siempre nos hemos dedicado, aproximadamente en un 80%, al mundo de la industria. Hemos trabajado sobre todo para la mediana y gran industria. Y dentro de esta donde más peso hemos tenido ha sido en las industrias más complicadas: la industria del proceso, la siderurgia, la metalurgia, la química, la madera, la farmacia… Dentro de nuestros servicios tenemos todo el portfolio que necesita la industria: ingeniería conceptual, ingeniería básica, ingeniería de detalle, consultoría para la toma de decisiones. Nos centramos en el mundo de la industria y de la energía.
Contamos con algo más de 70 personas. Nacimos en la provincia de León, aunque ahora tengamos proyectos por toda la geografía española y en más de 20 países. Siempre proyectos industriales, ligados a la industria pesada.
En la parte energética no hemos tenido un gran despliegue en el mundo de las renovables puesto que fundamentalmente son la eólica y la fotovoltaica y ambas tienen componentes de ingeniería muy liviana. Donde sí lo hemos tenido ha sido en las áreas más complicadas: ciclos combinados, gas, térmicas, cogeneración, biomasa. Hemos trabajado para las principales utilities de España: EDP, Endesa, Naturgy, Enagás.
Ahora han confluido varias cosas: nuestra gran experiencia en el campo del hidrógeno ligada a nuestra experiencia en el mundo químico, porque hemos hecho mucha planta química y químico-farmacéutica en la que el hidrógeno se utilizaba como materia prima, no como vector energético. A partir de esa experiencia y de nuestro conocimiento del sector de la energía, hemos tenido una penetración y un despliegue muy rápidos en el mundo del hidrógeno hasta el punto de que ahora mismo pues somos la principal ingeniería en España en número de proyectos de hidrógeno verde. De hecho, los grandes proyectos que hay en el país, por ejemplo, de EDP o de Enagás, son nuestros.
Ahí se han alineado los astros, y nuestra división energética, que históricamente no representaba más de 20% de nuestro volumen de negocio, nos ha empujado y nos ha hecho crecer, incluso abrir una división vinculada al hidrógeno y derivados, dejando la puerta abierta al amoniaco. Tenemos ahora muchísimos proyectos de hidrógeno, desde todos los puntos de vista. Cubrimos toda la cadena de valor del hidrógeno. Hacemos proyectos de producción de hidrógeno con plantas de electrolisis, proyectos de manipulación y de transporte de hidrógeno (plantas de hidroductos), proyectos de fabricación de carriers energéticos como es el amoniaco o el tolueno, para facilitar el transporte del amoniaco por el territorio, proyectos de amoniaco en aplicativos sobre todo para favorecer su descarbonización.
En toda esa cadena de valor también cubrimos consultoría económica, consultoría para fondos de inversión en proyectos asociados al hidrógeno, también tenemos servicios de ingeniería para la tramitación y posterior fabricación de proyectos ligados al hidrógeno verde. Y es aquí donde entra la derivada del amoniaco, y usarlo como carrier energético.
El amoniaco viene a resolver el principal problema del hidrógeno, que es el de la densidad energética. En un metro cúbico de hidrógeno licuado hay del orden de 70 kilos de hidrógeno, cuando en un metro cúbico de amoniaco hay 120 kilos de hidrógeno de ese amoniaco, en condiciones estándar. Resulta que hay mucho más hidrógeno en el amoniaco que en el propio hidrógeno. Así, el amoniaco se convierte en un vector energético muy interesante para el transporte, sobre todo para el transporte marítimo, como para la industria, porque moviendo mucha menos masa y mucho menos volumen, se consigue mover mucha más energía. Nuestra compañía está muy bien posicionada en estos proyectos.
¿Cómo se consigue el amoniaco verde, es decir, que no tenga efectos invernadero?
Ahora mismo el amoniaco, en todo el mundo, se consigue a partir del reformado de gas por medio de vapor de agua. Sin entrar en detalles de la parte química, es una corriente de gas natural que se la reforma con una corriente de vapor de agua y entonces se consigue, después de una serie de procesos, de etapas químicas, una corriente pura de hidrógeno. Eso implica que, al utilizar el gas natural o el carbón como materia prima para conseguirlo, lo que tenemos es que por cada tonelada de amoniaco que producimos, producimos 1,8 toneladas de CO2, lo que es un despropósito. Ahora, el concepto cambia totalmente porque no es necesario el reformado de gas natural, sino que tomamos hidrógeno verde a partir de la electrólisis del agua, y ese hidrógeno se mezcla en un reactor Haber-Bosch con nitrógeno y así producimos directamente amoniaco. Por tanto, el proceso es mucho más rápido, mucho más barato y energéticamente mucho menos costoso y, sobre todo, que no genera huella de carbono.
¿Está usted hablando de vehículos, autobuses urbanos, propulsados por amoniaco o es amoniaco transformado en hidrógeno?
Una vez obtenido el amoniaco, lo puedes utilizar para volver a transformarlo en hidrógeno o lo puedes directamente quemar en un motor. Depende de en qué sectores, el amoniaco entrará más deprisa o más despacio. Por ejemplo, en el sector naval, donde los grandes cargueros tienen un problema de espacio para almacenar el combustible, pues el amoniaco va a crecer tan rápido como que ya los grandes motoreros como Wärtsillä o Man ya tienen desarrollados motores de amoniaco. En el sector de la automoción, no tengo claro que el despliegue gane tanto terreno al hidrógeno como en el naval, porque el amoniaco tiene ciertos problemas de salubridad, ya que es un componente tóxico y tiene cierta complejidad su manipulación. Pero he de decir que en la época de la Segunda Guerra Mundial ya había autobuses de amoniaco, con lo que es una tecnología que no se sigue tirando de ella, pero está ahí. El amoniaco se debe ver como un nuevo formato del hidrógeno. En aquellos sitios donde al hidrógeno le sea complicado penetrar porque ocupa mucho espacio, el amoniaco entrará sin ninguna duda. No puedo hacer de futurólogo, nada más lejos de mi intención, pero en el transporte naval el amoniaco está entrando muy deprisa, y en otras utilidades pues está entrando más despacio y ya se irá viendo.
Uno de los proyectos que Tresca tiene en su página web es el del desarrollo de una hidrogenera para autobuses urbanos en Madrid… ¿En qué fase se encuentra ese proyecto ahora mismo?
Nosotros hemos hecho la ingeniería y la EMT [Empresa Municipal de Transportes de Madrid] lo tiene en fase de licitación de la construcción de la planta.
¿Cuántos proyectos tienen relacionados con el hidrógeno?
Entre 40 y 50.
¿Cómo califica el PERTE del hidrógeno verde aprobado en diciembre por el Gobierno?
El hidrógeno todavía está en un estado incipiente. Además de ayudas públicas, también necesita una regulación que no existe. Paralelamente al PERTE se tienen que ir desarrollando una regulación. Tanto es así que no tiene una fiscalidad asociada. El PERTE del hidrógeno es una de las grandes apuestas de España, en concreto, y de Europa, en general. Con los temas de conversación que están ahora encima de la mesa, de independencia energética en Europa, creo que se verá que el PERTE será insuficiente y tendrán que aparecer más recursos si lo que se quiere es avanzar más rápido hacia esa autonomía energética. Entendiendo todo esto a un plazo de 20 años. Si alguien piensa que esto se va a desplegar en dos años, se equivoca por completo. Esto es un camino que se ha comenzado y que le queda por recorrer. Hace dos meses diría que le quedaban 20 años. Pero en la medida que van sucediendo acontecimientos geopolíticos, ese tiempo podría decrecer. Con todo el tema de Rusia y lo que manifiesta Europa de caminar hacia la independencia energética, eso va a ser, sin duda, un catalizador que va a hacer que esa realidad aparezca mucho antes de lo que pensamos mucha gente. El PERTE es un primer paso, que está bien, porque el Estado manifiesta su voluntad de apostar por el hidrógeno. Creo que es el primer paso y tiene que seguir aumentando esa apuesta, a la vez que lo hace la empresa privada, ni más ni menos.
En este sentido, como consultor e ingeniero ¿a qué retos nos enfrentamos?
Los retos son todos, porque hay que construir una economía del hidrógeno que no existe. ¿Qué quiere decir? Que tenemos que construir plantas de hidrógeno, infraestructuras de transporte, que tenemos que ser capaces de meter al hidrógeno dentro de la industria, porque ahora mismo está fuera, que tenemos que ser capaces de desarrollar tecnologías a este respecto. Y paralelamente hay una serie de retos fundamentales que son el desarrollo de una regulación de cobertura y seguridad jurídica a toda esta nueva economía del hidrógeno. Esta economía del hidrógeno caminará tan deprisa como caminen, por un lado, las ayudas; por otro, la voluntad de la industria; y por otro, el desarrollo de herramientas y una regulación que ayude a que esto camine deprisa y con seguridad jurídica.
Usted dice que no hay regulación del hidrógeno, entonces, ¿cómo se regulan las hidrogeneras que ya se han construido?
Es cierto que hay una cierta regulación industrial en cuanto a seguridad. Para hacer un proyecto, sí que tienes una normativa genérica de productos químicos que da cobertura al hidrógeno. Yo me refiero más a la regulación similar a la de la energía eléctrica, donde hay un mercado totalmente regulado, y están claras las reglas del juego, nos gusten o no. Y, por otro lado, la regulación fiscal y al tratamiento legal que debe tener el hidrógeno. Ahora mismo todo eso está sin desarrollar. La parte de regulación tecnológica es la más fácil, es la que menos desarrollo necesita, porque al final es un tema de seguridad industrial y España posee mucha normativa en ese campo que le es aplicable a las instalaciones de hidrógeno.
Dentro de su cartera de proyectos ha hablado de centrales térmicas, de ciclo combinado, cogeneración… Esas plantas se enfrentan a problemas muchísimo más complicados porque son electrointensivas y la descarbonización tiene un plazo marcado… ¿Qué soluciones están aportando ustedes a estos negocios industriales?
Las centrales térmicas se dividen en nucleares, térmicas de carbón y las de ciclos combinados de gas. Y después tenemos centrales térmicas más pequeñas como pueden ser las de biomasa. Las de biomasa, en las que se quema madera para producir biomasa, no entran en esta conversación puesto que el CO2 es un CO2 compensado por la planta que estás quemando. Con respecto a las de carbón, no hay espacio para ellas, puesto que España ha decidido que no apuesta por el carbón. Estas centrales no necesitan reconversión. Lo que es necesario es hacer una transición suave hacia su cierre. Esa no es mi decisión, sino la del Gobierno.
La nuclear no emite CO2, porque la energía se produce por fisión nuclear, por lo que el CO2 no está en la ecuación. El problema medioambiental de la nuclear se limita a la gestión de los residuos. La Unión Europea, en un borrador de taxonomía, ha decidido que la nuclear es verde, y no hay nada más que hablar. Ahí no hay más retos, salvo que España se plantee la construcción de nuevas nucleares que todavía nadie ha dicho ni que sí ni que no.
Nos queda la más compleja, que es la de los ciclos combinados, que ahora mismo es un porcentaje muy grande de la generación de energía en España y tiene muchos problemas. En primer lugar, consume gas y nosotros no tenemos gas y estamos dependiendo de un combustible que hay que comprar a terceros países que tienen unas implicaciones geopolíticas que nos generan inestabilidad en los precios. Y además, por otro lado, están los aspectos medioambientales del gas. Al quemar gas, tienes huella de carbono, por la chimenea sale CO2.
El documento de taxonomía verde europeo dice que el gas es verde, pero en la letra pequeña pone que es verde siempre y cuando se emita menos de 270 kilos de CO2 por megawatio/hora producido, con lo cual es verde sí, pero… Los ciclos combinados, si quieren ser verdes, se enfrentan a una descarbonización, es decir, tienen que reducir su huella de carbono, tienen que bajar de los 400 kilos que están emitiendo a 270 kilos y para ello tiene dos caminos tecnológicamente hablando: uno, que no tenga carbono, como puede ser el amoniaco o el hidrógeno; o montar instalaciones de captura de CO2 que tienen otros problemas asociados.
Los grandes tecnólogos de las centrales están apostando por desarrollar tecnologías que permitan reconvertir esos ciclos combinados para quemar una mezcla de combustibles que permita llegar a esa línea que Europa ha considerado como una energía limpia. General Electric, Alstom… las grandes compañías tecnológicas del mundo de los ciclos combinados están apostando por tecnologías para reconvertir los ciclos alimentándolos con una mezcla de gas natural e hidrógeno o una mezcla de gas natural con hidrógeno y amoniaco, una mezcla que permita la descarbonización y no tener que tirar el ciclo a la basura y tener que hacer otro.
¿En España a qué niveles estamos en este campo?
Ese es un camino que se ha arrancado, y las energéticas tienen claro que tienen que caminar hacia ahí. Nosotros tenemos proyectos en los que ya se están planteando el uso del hidrógeno dentro de estas plantas, en formato blending, en formato mezcla de combustibles. También hay que ver, porque el agua está muy revuelta, muy turbia, porque la situación de la guerra está generando mucho ruido y todo ese ruido a la parte energética le está afectando mucho. Cuando se repose todo esto, habrá que ver cómo queda la estrategia europea y la española en materia energética. Creo que va a haber cambios estratégicos. Si no los hay, debería haberlos, porque ya hemos visto que la falta de independencia energética tiene un gran problema para la industria en general y para la sociedad.
¿Qué decisiones estima que son necesarias?
No me considero con el suficiente rango como para dar esos consejos, pero creo que es el momento en el que Europa y evidentemente España tienen que sentarse, despacio, y pensar no a 4 años, el periodo electoral, sino pensar a 20 años, para ver cuál es el mapa energético que se desea. Debe ser una transición que sea ejecutable porque se tiene que poder descarbonizar la economía, por un lado, con una ecuación que hay que cumplir; por otro lado, tiene que haber independencia energética para no depender de terceros países, por lo menos no mucho. Y a última hora está la ecuación económica, que es que la fiesta que diseñemos tenemos que poderla pagar. Las decisiones son complejas. Hay que meter las ecuaciones en la máquina, y ver cuáles son las soluciones. La gran decisión es trazar un plan estratégico energético a 20 años.
Sobre la mesa de la UE está la emisión de bonos europeos para la política energética… ¿Qué le parece esa idea?
La emisión de bonos europeos es una herramienta financiera magnífica, por la que la Comisión Europea se endeuda. Es el endeudamiento por una causa. Se ve la voluntad europea de andar ese camino. Me parece una buena decisión. No sé si el camino es vía bonos, porque no tengo conocimientos de macroeconomía. No sé si ese es el camino de financiar toda esta transición hacia la independencia energética y hacia la descarbonización.
Parece que la invasión de Ucrania ha abierto la botella…
Ha sido un catalizador, que está acelerando el proceso. El otro ha sido el COVID. Así, algo que tenía que suceder en 30 años, va a pasar en 20. Y ahora la guerra en Ucrania va a ser otro catalizador de algo que tenía que suceder en 20 pues no sé si va a suceder en 15 o en 10. Solamente añadir que, en paralelo a la reflexión de cuál tiene que ser el plan estratégico energético, se diseñe un camino que podamos pagar, y pagar de una manera cómoda, no a través de una hiperinflación.