ENTREVISTA

Manuel Borges, inventor de la camilla-robot COBY-1: “La necesitan más de 300 millones de personas encamadas”

Manuel Borges Belza estudió Ingeniería y Diseño Industrial en Hannover (Alemania) en los años 70 del siglo pasado y diseñó una camilla robotizada hace más de 40 años cuando su padre quedó postrado en una cama de un hospital de Santa Cruz de Tenerife.

El invento, sin embargo, quedó guardado en un cajón por falta de tiempo y de recursos hasta que el reciente accidente de un amigo de Borges, quien también quedó impedido, resucitó el proyecto. El ingenio, bautizado COBY-1 y patentdo hace cuatro años, ha sido galardonado ‘Mejor Invención Española’ por la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM), además de recibir dos medallas de oro en premios internacionales, concretamente en Ginebra y Rumanía.

La máquina es capaz de recoger al paciente de la cama para trasladarlo a quirófano o donde sea necesario, ayudarle a ser duchado, sentarle en una silla de ruedas y asistirle en sus actos fisiológicos.

La idea llegó cuando su padre estaba postrado en la cama. El primer prototipo surge en 1978… ¿De qué materiales estaba hecha la primera camilla?

La camilla de 1978 estaba hecha de hierro y de materiales que en aquella época eran muy difíciles de conseguir como el acero inoxidable o inclusive el aluminio de los perfiles que no tenían nada que ver con los actuales. El prototipo actual es todo de acero inoxidable y aluminio, tanto la compostura como el cuadro en sí de la máquina, y de las partes más fuertes. Se ve robusta. Tiene un pequeño hándicap y es que es un prototipo.

Ahora, para poder fabricar los distintos elementos que me sirvan los distintos proveedores se empleará una ingeniería mucho más avanzada, con polímeros a nivel terminado mucho más livianos tan potentes como el acero.

Luego, el subsistema electrónico va todo incluido en una pequeña caja donde ser reúnen los drivers y precisamente toda la información que se le da al mando del autómata. Todo eso reduce el peso, es limpieza. Y también con sus funciones hidráulicas y eléctricas que son las que mueven las pinzas y los soportes. La energía llega a través de una batería de litio que tiene hasta cinco días de autonomía. Si se utiliza la maquina continuamente, como son movimientos esporádicos, cuando esta se detiene, la batería se recupera.

¿Cuánto le costó el invento?

Nosotros los canarios para hacer cualquier desplazamiento tenemos que coger un avión y esos gastos tienen una relación directa con la máquina. Tuvimos que irnos a Alemania para ir a buscar información y venir con ella. Luego trataba de asimilar muy bien el objeto comprado. O aquellas desilusiones de las pruebas fallidas por las circunstancias que fueran. La máquina me ha costado bastante dinero. Pero si me pregunta ahora cuánto va a costar cada camilla, estará entre 6.000 y 8.000 euros. Es un regalo, porque normalmente una cama de hospital ya viene costando este dinero e incluso más.

Yo soy diseñador de máquinas y me dedico a diseñarlas con los elementos que hay en el mercado. No voy a inventar un motor, ni una rueda, ni una batería… Pero una cosa es hacer un prototipo y otra es la fabricación en serie que es cuando se nota el rendimiento de esta máquina y, por supuesto, el bolsillo, porque muchos no se lo podrían permitir.

El inventor de la camilla-robot, Manuel Borges, durante el acto de presentación de COBY-1 en Fundación Pons.

¿Tienen ya alguna oferta de alguna institución o empresa que quiera desarrollar la camilla?

Hay alguna empresa que me ha llamado y estamos en conversaciones. Eso es lo que estoy buscando. Deduzco que para mí y para muchas otras personas el mejor negocio es aquel que es necesario para muchos y no tiene competencia alguna. Y eso es la camilla-robot. Va a ser una ayuda para los encamados. Imagínese para dos personas mayores. Uno cuida al otro y el primero termina con la espalda destrozada como le pasa a muchos auxiliares de enfermería. La camilla viene a suplir perfectamente ese trabajo y sin ningún esfuerzo, porque se adecua al paciente. Sólo tienes que poner el automatismo de recoger paciente y la camilla lo hace automáticamente. También para sentarle al paciente. Y es muy fácil de usar. Me atrevo a decirle que una persona encamada con una tristeza tan grande, cuando tiene un cuidado medio, no completo, termina pensando que es un abusador. Esta camilla viene a suplir una cosa tan importante como es la alegría de la persona encamada y la de la que le cuida. Hay mucha demanda. Son más de 300 millones de personas las que lo necesitan en todo el mundo.

¿Ha contado con alguna ayuda para desarrollar el prototipo? ¿Y alguien le ha puesto problemas?

Si se refiere a ayudas del Estado, más vale no tocarlo, porque el Estado solo entiende la ayuda al ladrillo. Se lo digo de verdad. Cuando se trata de un invento, y yo me traslado ahora a 1976, cuando recorro medio mundo para saber si existía una máquina similar, porque entonces la habría comprado para mi padre, y después de venir y pensar todo el tiempo que voy a hacer una máquina para recoger a enfermos, resulta que hago mis planos muy entusiasmado y me voy al Instituto de Astrofísica de Canarias, que por aquel entonces era cuando se inauguraba. Acudí allí, les conté con toda naturalidad para lo que era aquello y le gustó mucho la idea a mi interlocutor. Pero cuando dije que cuándo empezábamos, en plural, ya no le gustó. Decía que lo sentía mucho, pero que ellos recogían los planos y se dedicaban a hacerlo y a mí me dejaban fuera. Como usted comprenderá, eso era una enorme falta de cortesía. Bajo mi criterio, después de haber estado tantos años en el extranjero, no lo podía admitir. El medallero comenzó en aquel momento y continua hasta la fecha. Todo el mundo se quiere poner medallas con los avances de los demás. Por ahí fue el primer tropiezo. Segundo, España es apática con los inventos, ahí tenemos a Isaac Peral y pasando por Juan de la Cierva, todo lo que pasaron.

Pero en lo positivo, sin entidades como la Fundación Pons yo no hubiera podido lograr que se conociera este invento a nivel mundial. Se han portado que es una pasada. Se han comportado de una forma limpia, transparente, en cada momento, en cada información. Y la propia gerencia en sí en la tramitación de la patente. Eso es importantísimo, porque patentar cuesta mucho dinero.

Y luego, gracias a entidades como el Hospital San Juan de Dios de Tenerife que me han permitido ir a caminar por los lugares donde debía probar que realmente la máquina funcionara. Algo exquisito de verdad.   

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