La pandemia del COVID-19 ha dejado una realidad inestable y con la que las ventas de los vehículos nuevos caen en todos los mercados europeos. En los primeros cuatro meses del 2022 en la Unión Europea se han vendido 2,9 millones de coches, lejos de las cifras de los años anteriores. Solo en nuestro país, la producción de vehículos ha bajado un 25% respecto a 2019 y un 7,5% sobre 2020, que ya fue un año para olvidar por motivos más que conocidos.
Asimismo, desde el mes de julio de 2021, las ventas en Europa han descendido una media del 19,2% mensual en comparación con las cifras del año anterior. De hecho, las 684.506 unidades vendidas durante el mes de abril del 2022 son el dato más bajo desde que hay registros, dejando de lado el año de la pandemia.
Además, a esta crisis de la demanda se debe añadir los incrementos de precios en materias primas, la escalada de los precios de la energía la elevación de los costes del transporte o el desabastecimiento generalizado de elementos esenciales para la producción de la industria automovilística del que los semiconductores y los chips parecen haberse llevado la mayoría de titulares en los medios de comunicación. Los parones en la producción de los fabricantes por la falta de estos y de otros componentes han roto las economías de escala de un sector que trabaja con márgenes muy pequeños en los que los beneficios aparecen con los altos volúmenes de producción.
En cuanto a la invasión rusa sobre Ucrania, Rusia es un actor básico en la exportación de gas natural, paladio, níquel, acero, carbón, platino, petróleo y aluminio refinado, entre otros muchos productos más. A su vez, Ucrania es imprescindible por ser el mayor exportador de gas neón del mundo, básico para la fabricación de semiconductores y, por lo tanto, de chips.
Seguidamente, una inflación que el Fondo Monetario Internacional (FMI) sitúa en el 5,7% en las economías avanzadas; una cifra bastante lejana del objetivo del 2% marcado por el Banco Central Europeo. Esta escalada global en los precios ha afectado a la industria en su conjunto. Sectores como el siderúrgico, el metalúrgico o el cerámico, fuertemente dependientes de la materia prima y de los precios de la energía, y otros con cadenas globales de valor muy integradas como el de la automoción o el aeronáutico, se han visto especialmente impactados.
Según el informe de los clústeres nos encontramos ante el escenario ideal para una destrucción progresiva del sector, focalizada en las pymes, si la situación actual se mantiene durante más tiempo. La nueva realidad a la que nos enfrentamos puede borrar, o cuando menos difuminar para siempre, la riqueza que aportamos al PIB que equivale a un 8,5% y los empleos de casi 2 millones de personas.
En lo relativo a la cadena de valor de la automoción ha hecho un esfuerzo para adaptarse a este contexto con flexibilidad, sin embargo, esta flexibilidad puede verse dañada debido a la reforma laboral, por la dificultad que supone para las empresas la gestión de la temporalidad. Sin flexibilidad los ERTES pueden convertirse en ERES.
De igual forma, el informe señaló creer en los proyectos del sector de automoción para generar impacto en las cadenas de valor, traccionando a las pymes, generando riqueza en el entorno que evoluciona hacia una ‘transición gemela’, que es como define la UE a la transformación verde y digital de la industria. Los fondos europeos deben impulsar la inversión empresarial y la modernización industrial y reforzar los sectores estratégicos, entre los que se encuentra la automoción.