¿Qué es y cuáles son los principales retos que enfrenta la Academia para seguir siendo un actor relevante en el ecosistema industrial y tecnológico?
La Real Academia de Ingeniería tiene como principal reto acompañar a la sociedad española y europea en un proceso de evolución tecnológica acelerada. Su objetivo es abordar el impacto de estos cambios en la sociedad, actuando como institución dedicada a la gestión del conocimiento en ingeniería. Presta especial atención al ámbito industrial, y asume el compromiso de utilizar la ingeniería como palanca, junto con la innovación, para lograr un modelo industrial más competitivo y alineado con las aspiraciones de progreso social.
¿Cómo contribuye la Academia a la transferencia de conocimiento entre el ámbito académico y la industria?
Una de las fortalezas de la Academia es su posicionamiento institucional. Se sitúa en el centro de un ecosistema complejo, manteniendo una estrecha relación con las administraciones —regionales, estatales e incluso europeas—, así como con universidades, centros tecnológicos y la industria. Esta posición le permite actuar como facilitadora de sinergias entre estas tres comunidades.
La Academia diseña y construye puentes que favorecen la comunicación y la colaboración, permitiendo el desarrollo conjunto de proyectos. En este proceso, el conocimiento es el valor común compartido por todos los actores. Desde su perspectiva institucional, promueve el entendimiento mutuo y la internacionalización del conocimiento y la ingeniería española, que goza de reconocimiento mundial. La institución también impulsa proyectos ligados a los grandes retos de la humanidad, como el cambio climático, la escasez de alimentos o los recursos hídricos, alineando sus objetivos con la sostenibilidad del ser humano.
La sostenibilidad se ha convertido en un pilar estratégico para la industria. ¿Qué papel juega la ingeniería en el cumplimiento de los objetivos de descarbonización y economía circular?
La ingeniería está presente en todos y cada uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Afrontar estos objetivos implica gestionar un cambio de paradigma. Durante siglos, el progreso se ha priorizado sobre el respeto al planeta. Hoy, ese orden debe invertirse. Este cambio requiere diseño, planificación y ejecución: en esencia, ingeniería.
Los profesionales del sector asumen la responsabilidad de incorporar la sostenibilidad en cada decisión técnica o de gestión. La orientación ESG (Environmental, Social, Governance) debe integrarse en todos los modelos de gestión empresarial. La calidad de las decisiones directivas es clave, por lo que es fundamental que los responsables incorporen criterios de sostenibilidad en su práctica diaria. Un mundo mejor implica cambio, y el cambio requiere ingeniería.
¿Qué tecnologías emergentes cree que van a tener mayor impacto en la industria española en los próximos años?
Uno de los avances más significativos será la digitalización del entorno industrial. Aunque los primeros pasos han sido tímidos, se impone una evolución que lleve el Internet de las Cosas (IoT) al «suelo del taller», permitiendo a las empresas mejorar su eficiencia y competitividad. Esta transformación debe verse como una oportunidad, no como una moda.
La siguiente etapa es lo que se podría denominar el «Internet de las Personas», integrando al ser humano como parte activa y valor diferencial en la cadena de producción. Junto a esta tendencia, la inteligencia artificial tendrá un papel clave. Permitirá gestionar datos, optimizar decisiones y acelerar procesos, sin suplantar las capacidades esencialmente humanas como la creatividad o la sensibilidad. La IA debe entenderse como una herramienta complementaria que potencie el desempeño humano y mejore la eficiencia personal y organizativa.
¿Qué perfil de ingenieros demanda actualmente la industria y qué competencias deberían reforzarse en la formación técnica?
La formación en ingeniería debe someterse a una profunda revolución. La ingeniería del siglo XXI requiere perfiles multidisciplinares, con una visión transversal más que una especialización extrema. Se trata de aplicar una mirada analítica capaz de identificar y resolver problemas concretos desde múltiples ángulos.
Además, las competencias transversales —soft skills— son fundamentales: comunicación efectiva, trabajo en equipo, liderazgo y sensibilidad social. La ingeniería debe estar comprometida con la sociedad, y ese compromiso debe formar parte del perfil del profesional del futuro. Universidades e industria deben colaborar estrechamente para formar ingenieros e ingenieras no solo técnicamente competentes, sino también comprometidos, innovadores y creativos.
La brecha de género sigue siendo un desafío en las carreras STEM. ¿Qué acciones concretas está impulsando la Real Academia de Ingeniería para fomentar la participación de mujeres en la ingeniería?
Esta preocupación nace de un análisis estratégico que hicimos desde la Real Academia de Ingeniería en 2015, y que desarrollamos a principios de 2016. Entendimos que la ingeniería es un área clave para el progreso de la sociedad y el desarrollo de la humanidad. Esta visión se ha reafirmado recientemente con un estudio publicado por el Observatorio de la Ingeniería de España, en el que participamos activamente. En él se estima que en los próximos diez años España necesitará 200.000 nuevos ingenieros.
«El principal caladero de talento para la ingeniería del futuro está en la mujer»
A simple vista, puede parecer que esa cifra se cubrirá, ya que anualmente se gradúan unos 20.000 ingenieros, pero esto no considera las jubilaciones. Calculamos que realmente vamos a tener un déficit neto de unos 100.000 ingenieros. Por eso, es vital buscar talento donde hasta ahora no lo hemos hecho suficientemente: en las mujeres.
Cuando visitamos escuelas de ingeniería, tanto en España como en otros países europeos o en EE. UU., vemos que de cada cuatro estudiantes, tres son hombres y solo una es mujer. Esto demuestra que el principal caladero de talento para la ingeniería del futuro está en el talento femenino. Por eso, en 2016 lanzamos el programa Mujer e Ingeniería, que hoy es un referente nacional en el impulso de vocaciones en este ámbito.
Este programa actúa a lo largo de toda la cadena de valor del talento. Comenzamos con visitas a colegios, donde compartimos nuestras experiencias con niñas y niños de entre 8 y 12 años. Nos enfocamos en explicar qué es la ingeniería de forma comprensible y atractiva, rompiendo estereotipos como el del ingeniero serio, con corbata, difícil de entender. Llevamos a jóvenes ingenieras que cuentan su experiencia personal y profesional. Es impresionante ver cómo cambian las expresiones de los alumnos al escuchar sus historias. Antes de la charla, preguntamos cuántos han pensado en estudiar ingeniería y pocos levantan la mano. Después de la presentación, el número de interesados se multiplica.
También trabajamos con los profesores. Una de las causas por las que los jóvenes no se sienten atraídos por la ingeniería es su asociación con las matemáticas, que se perciben como difíciles. Nuestra tesis es que esto se debe a cómo se enseñan. En otros países, las matemáticas se presentan de forma más experimental y lúdica. Por eso, formamos a los docentes para que transmitan pasión por la ingeniería. Un profesor apasionado puede inspirar vocaciones.
Seguimos esta labor también en las universidades y centros de formación profesional. Tenemos un programa llamado Mentoring Transformador, dirigido exclusivamente a chicas que están terminando sus estudios en áreas STEM. Se trata de acompañarlas en ese momento de decisiones clave: si buscan trabajo, emprenden, preparan oposiciones… A veces, ni los padres pueden resolver todas esas dudas. Por eso las conectamos con mentores y mentoras voluntarios que comparten su experiencia. Los resultados son muy positivos. Las jóvenes que han participado dicen que no solo fue útil, sino decisivo. Además, es una mentoría bidireccional: los mentores también aprendemos mucho de las nuevas generaciones.
Y por último, también colaboramos estrechamente con las empresas. Creemos que deben basar su propuesta de valor en una ingeniería avanzada, innovadora y socialmente comprometida. Facilitamos encuentros donde se comparten buenas prácticas, pero también errores, que son fundamentales para aprender y mejorar. Apostamos por una ingeniería intensiva en conocimiento, orientada al futuro, que integre el talento femenino como motor de innovación y competitividad.
¿Cómo imagina la industria española dentro de 20 años?
La industria española de las próximas dos décadas será, sin duda, una industria global. Aunque actualmente el centro de gravedad de la economía parece estar situado en torno al Atlántico, tanto en su vertiente europea como americana, es evidente que está desplazándose hacia el Pacífico. Ante este cambio, desde Europa —y especialmente desde España— debemos redoblar nuestros esfuerzos por renovar y reforzar nuestra internacionalización.
Hasta ahora, nuestros principales vectores comerciales han sido América, tanto del Norte como del Sur, y por supuesto el resto de Europa. Sin embargo, es imprescindible que ampliemos nuestra mirada hacia el otro lado del mundo y centremos parte de nuestra estrategia en la región Asia-Pacífico. Este desafío no se reduce a las distancias físicas o a la duración de los vuelos; lo realmente complejo es el cambio de mentalidad que implica.
Los criterios de decisión del mundo occidental no son los mismos que los del mundo oriental. Por tanto, debemos hacer un ejercicio profundo de comprensión y empatía hacia esa cultura, caracterizada por un fuerte compromiso con el esfuerzo, la dedicación y la responsabilidad profesional. El conocimiento y la experiencia, aunque esenciales, solo se rentabilizan plenamente en entornos que premian el trabajo constante y el compromiso con todos los actores implicados en la actividad empresarial: clientes, accionistas, proveedores y colaboradores.
La industria española del siglo XXI deberá ser innovadora, tecnológica y extremadamente flexible. La agilidad ya no será solo un factor de competitividad, sino una condición imprescindible para la supervivencia de las empresas. No hablamos simplemente del éxito corporativo, sino de su continuidad.
El empleo seguirá existiendo, pero será muy distinto al de los siglos anteriores. Se tratará de puestos de trabajo de alto valor añadido, donde las competencias humanas serán fundamentales. Creatividad, empatía y la capacidad para comprender y responder a las necesidades de los clientes serán elementos clave. Solo así se podrá alinear la propuesta de valor de cada empresa con las expectativas del mercado.
Por todo ello, estoy convencido de que la industria española del futuro será altamente digitalizada, con una presencia notable de soluciones robotizadas y automatizadas. Sin embargo, el timón seguirá en manos del ser humano. Porque, más allá de la tecnología, lo que marcará la diferencia será nuestra capacidad de aportar valor desde lo humano.