A Luis Ponce, director de Proyectos y consultor de la gestión del ciclo de vida del producto (PLM) en Integral Innovation Experts, del grupo empresarial 9altitudes, le gusta hablar de un concepto innovador, la sostenibilidad inteligente.
El experto entiende por sostenibilidad inteligente la capacidad para conocer la situación actual a partir de las evidencias extraídas de las actividades desarrolladas. Y así propone el Design for Sustainability o ‘diseño por la sostenibilidad’, porque, dice, el 80% de la huella de carbono de un producto se determina en la fase de diseño. Este diseño por la sostenibilidad se puede dividir en tres niveles: la gestión de los componentes del producto, los procesos y los materiales de fabricación del producto, y el uso que tendrá el producto.
Ponce ha llegado a esa conclusión tras analizar el problema del impacto que las actividades industriales tienen sobre el medio ambiente y los efectos de las emisiones de CO2 o la gestión de materiales peligrosos, teniendo en cuenta”, además, que “el consumo de materiales es finito”, lo que exige dosis de inteligencia en su uso.
En este contexto, a los fabricantes se les pide una serie de controles basados en la normativa y las medidas de control deben ser efectivas y fehacientes, es decir, comprobables científicamente. Todas estas medidas, recuerda el técnico de Integral Innovation Experts en su ponencia iTALKS, están recogidas en la nueva directiva europea CSRD (sobre información corporativa en materia de sostenibilidad), de obligado cumplimiento para muchas empresas, con especial impacto en aquellas que diseñan y fabrican productos.
Ponce pone en valor las actuaciones propias de una industria y las de sus proveedores, situando el foco dentro y después fuera. “La mitad más dura va a ser esa transición del negocio hacia circularizar la mayoría de los componentes de los productos y cambiar el origen y la cantidad de energía que se consume durante los procesos operativos y de servicio en campo”, declara en su conferencia difundida en noviembre pasado.
Fernando Pérez, CEO de Mobius Group, una firma especializada en gestión de flotas de vehículos, considera la innovación como uno de los cuatro ejes de su actuación, junto con la sostenibilidad, el empleo y el compromiso.
“Hemos pasado de poner en el centro de la movilidad a las personas” cuando antes era el medio de transporte. “Este cambio de paradigma, fomentado por la tecnología y la sostenibilidad, ha creado un nuevo marco en la gestión de la movilidad para las compañías y para las personas”, dice Pérez, miembro de la familia de industry TALKS desde abril pasado.
“La innovación tiene una característica: es la complejidad con miras amplias”, considera la secretaria general de Innovación del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidad, Teresa Riesgo.
La innovación es “poliédrica”, añade Riesgo. ¿Qué significa eso? Que existen muchos modelos de éxito que funcionan. Pero “el modelo del ecosistema del espacio puede que no funcione en otros ecosistemas”, remarca. Pero una vez que el modelo funciona, la innovación se convierte en una palanca formidable para la competitividad, en una herramienta fundamental para estos tiempos inestables.
Para conseguir que el modelo funcione, en opinión de Riesgo, es preciso que se den una serie de premisas. La primera condición es “tener inteligencia” y eso se saca de la colectividad y sus visiones diferentes y complementarias. La segunda premisa es “escuchar mucho” a los demás para sacar conclusiones. También resultan fundamental el establecimiento de enlaces” y “asumir riesgos”, aunque esto último suene paradójico.
Como opina Riesgo, sin la innovación no se entiende la salud, ni los servicios, ni la autonomía estratégica. “La innovación es distinta y transformadora”, sentencia.
AMETIC está en esa misma onda. AMETIC, la asociación que da voz a la industria digitalizada, apadrina un Pacto de Estado por la Innovación, una iniciativa que secunda el propio Ministerio de Industria a través de Jordi García Brustenga, director general de Estrategia Industrial y de la Pyme.
La innovación tendrá peso propio y formará parte del Plan Estatal de Industria y Autonomía Estratégica, recogido en el articulado de la nueva Ley de Industria, que ya se encuentra en el Congreso de los Diputados para su debate parlamentrios. Este Plan Estatal es el instrumento del Gobierno central para el desarrollo y consecución de los objetivos de la Estrategia España de la Industria y Autonomía Estratégica. El Plan tendrá una vigencia de tres años. Incluirá, además de programas de innovación, de mejora de la competitividad industrial, digitalización, entornos colaborativos, formación y autonomía estratégica.
Para Pablo Tapia, iTALKER de la 36ª sesión y CTO (jefe de tecnología) de TUPL, una empresa de software radicada en Málaga y en Seattle que se dedica a la automatización con IA, la innovación supone un gran activo para la competitividad y para traer la producción industrial europea de vuelta a casa. “Hay que cerrar el ciclo”, explica Tapia, invitado por AMETIC a las charlas que organiza este medio de comunicación.
La mayoría de las empresas están atravesando la frontera entre la industria 3.0 y la industria 4.0 con el objetivo de llegar al último punto que es la respuesta autónoma. ¿Cómo se consigue esa meta? Los principales desafíos son tres, considera Tapia. El primero es la inversión en hardware (sensores, medidores, servidores…) y software. Otra barrera, para el representante de TUPL, es que el personal de fábrica no está acostumbrado a utilizar estas herramientas nuevas, lo que provoca una “limitación técnica”. Y finalmente, existe un choque cultural.
Para romper la barrera cultural, en su opinión, es preciso apostar por el empoderamiento del personal técnico, es decir, que se adapten a estas tecnologías y herramientas. Y una de las fórmulas son las tecnologías no code, es decir, que permiten de una forma sencilla convertir una idea en algo práctico sin tener que programar códigos informáticos. “Eso es fundamental”, porque, además, democratiza el desarrollo de la IA y acelera el proceso de implementación.
En este escenario, el propio personal de la factoría, motivado y alineado con la visión ejecutiva del cambio, implanta los modelos, los entrena y ve el valor de la reducción del trabajo rutinario.
Y yendo un paso más, se llega a la fábrica del futuro donde imperan los sistemas autónomos que ajustan sus procesos de producción en línea. “Eso ilustra el potencial de la automatización”, declara Tapia a la cámara. “Esto que os estoy contando no es ciencia ficción”, indica al final de su parlamento. “Y desde mi punto de vista va a ser clave para poder reindustrializar Europa”.
La innovación también es un pilar básico para Maite Bacete, la presidenta del Valencia Silicon Cluster o VASIC.
En una entrevista reciente a este diario industrial, Bacete subraya que las startups desempeñan un papel crucial en la industria de los semiconductores, impulsando la innovación y abordando desafíos tecnológicos que las grandes empresas pueden pasar por alto.
“Campos como el de la fotónica, o aplicaciones como espacial, defensa, automoción pueden ser las que mayor número de startups estén generando en este momento. Es fundamental crear un ecosistema que favorezca la creación de startup así como de fondos de inversión o capital riesgo dispuestos a hacer crecer este tipo de empresas, en un sector que requiere mucha inversión durante su vida, y que tienen ciclos largos para empezar a ser rentables”, añade.
En resumen, opina Bacete, con el apoyo gubernamental y el enfoque en la innovación, España tiene el potencial de convertirse en un actor importante en la industria global de semiconductores, si sabe aprovechar el momento.
La innovación está sirviendo para cambiar el paradigma de los trabajadores industriales, ya que estos deberán ser más especializados y tener una formación práctica y relacionada con las nuevas tecnologías y con la digitalización que nos empuja cada vez más la sociedad y el mercado. Eso piensa Enrique Pedrero, director de Recursos Humanos de AECIM, la Asociación de Empresas del Comercio e Industria del Metal de Madrid, entrevistado por nuestro compañero Diego Vaquerizo hace una quincena de días.
En la tarea de conciliar competitividad empresarial y compromiso global, la innovación se convierte en un motor estratégico.
“Desarrollamos nuestra oferta sobre tendencias estructurales: eficiencia energética, Data Centers, conectividad (IoT), vehículo eléctrico, instalaciones fotovoltaicas… nuevas formas de trabajar, confort… y generamos valor para nuestros clientes prescriptores, distribuidores, instaladores y usuarios finales”, remarca Amèlie Zegmout, directora general de Legrand Group en España. Legrand se ha especializado en productos y servicios eléctricos.
Laura Olcina, presidenta de la Federación Española de Centros Tecnológicos (Fedit) y directora gerente del Instituto Tecnológico de Informática (ITI), también lo tiene claro: “Si algo está poniendo de manifiesto el momento en el que vivimos, es que la innovación ya no es una opción, sino que es necesaria a todos los niveles. En el ámbito empresarial, es imprescindible para asegurar la competitividad en un escenario global. En el ámbito social, la innovación es fundamental para resolver los retos de diversa naturaleza a los que nos enfrentamos”.
“La mayor parte de las empresas de nuestro país son pymes y no cuentan con los recursos necesarios para desarrollar I+D+I, les resulta más difícil innovar porque no disponen de los recursos humanos ni materiales para hacerlo. Desde Fedit, animamos a todo aquel que tenga una idea innovadora a que se ponga en contacto con alguno de nuestros 52 centros, que están repartidos por toda la geografía española. Cuentan con la experiencia, las capacidades tecnológicas y los investigadores que requieren para desarrollar su idea y llevarla al mercado, es decir, se pueden convertir en el socio tecnológico que los acompañe durante todo el proceso”, declara.
“En España, necesitamos más empresas innovadoras y de mayor tamaño para que tengan capacidad de invertir en I+D+I como estrategia de crecimiento. Sólo así podremos mantener la competitividad de nuestra economía en un entorno global y, por ende, nuestro sistema de bienestar social”, pronostica Olcina. Ella cuenta que los centros tecnológicos, que llevan la innovación en su ADN, suponen una estructura transversal que opera desde los sectores más tradicionales como el cerámico, el textil, la agroalimentación o la construcción hasta aquellos más avanzados como el aeroespacial, el energético o el sanitario.
En ese sentido, como indica Áureo Díaz-Carrasco, director ejecutivo de Fedit, el principal mecanismo para fomentar la innovación en una empresa es que se dote de personal con talento y curiosidad por innovar. “Este primer paso es muy complicado, pero imprescindible”, reconoce en una entrevista.
A continuación, es necesario un equipo directivo que diseñe un plan estratégico centrado en esa innovación y desarrollo tecnológico, que tenga claro qué desarrollos deben acometerse internamente y en cuáles se necesita el apoyo de socios externos con más experiencia. Se debe implicar a toda la empresa en que aporte a una visión global de las líneas de investigación relevantes.
Finalmente, es necesario un conjunto de políticas públicas que favorezcan esa innovación y desarrollo tecnológico dentro de la empresa ayudando a cofinanciarla. Concretando, Díaz-Carrasco se refiere a mejores condiciones fiscales, instrumentos de apoyo a la I+D+I que tengan en cuenta la casuística empresarial, herramientas de fortalecimiento institucional de los organismos de investigación que pueden ayudar a las empresas a mejorar su tecnología, o una red de infraestructuras tecnológicas con cofinanciación público-privada para ayudar a las empresas a testear las tecnologías antes de integrarlas en sus líneas de producción.
En cuanto a las estrategias para mejorar la competitividad de las industrias a través de la innovación, el director ejecutivo de Fedit las resume en dos:
- Vigilancia de las tecnologías relevantes en el sector, para poder ofrecerle puntos de mejora tecnológica aún no identificados por la propia empresa o incluso por el sector en su conjunto.
- Seguimiento de las necesidades de la empresa en materia de I+D+I para adaptar las líneas de investigación del Centro a lo que se le demanda desde el mercado.
Esas dos estrategias fundamentales se materializan posteriormente en acuerdos puntuales, contratos de transferencia, planes estratégicos conjuntos, etc. que concluyen en mejoras de sus resultados.
Por desgracia, como se lamenta Sebastián González, gerente de la Fundació Balears d’Innovació i Tecnologia, a menudo hay una falta de consciencia por parte de las pequeñas empresas sobre el hecho de que determinados proyectos o iniciativas que están llevando a cabo realmente poseen un carácter innovador. “En muchas ocasiones, los directivos no consideran que sus actividades sean innovadoras”, declara a industry TALKS.
A este respecto, sería realmente aconsejable para las pymes que de forma periódica realizaran un ejercicio de reflexión sobre todas las actividades que están llevando a cabo, incluso con la ayuda de terceras entidades, que están habituadas a detectar las iniciativas innovadoras.
Fomentar la innovación es crucial para el progreso empresarial independientemente del sector. Así mismo, la innovación no es exclusivamente de aplicación al tejido empresarial. También lo es y es imprescindible para la investigación y la educación, por situar dos buenos ejemplos. Para fomentar la innovación, resulta crucial la aplicación de diferentes estrategias y actuaciones. Entre ellas González destaca las siguientes:
- Fomentar la cultura de la innovación en las organizaciones bajo un prisma que premie la creatividad, la multiculturalidad, compartir el conocimiento, el aprendizaje y la experimentación, reconociendo las ideas que se desmarcan del contexto tradicional independientemente de si éstas tienen éxito o no. El interés por la innovación debe extenderse más allá de las empresas y alcanzar a la ciudadanía, para activar su interés y participación.
- Propiciar equipos multidisciplinares y multiculturales en las organizaciones y ambientes donde las ideas sean compartidas y retroalimentadas. Para ello es necesario dedicar tiempo para propiciar la creatividad y diseñar espacios, ofrecer recursos y herramientas que potencien ambientes de creatividad y de colaboración.
- La colaboración es un eje fundamental de la innovación. No solo a nivel interno de la organización, sino con otras organizaciones o instituciones. En este sentido, la participación en eventos, jornadas, etc. en las que haya oportunidad de colaborar con otras entidades debería entenderse como una inversión.
- La inversión en I+D es imprescindible a nivel de recursos financieros y de recursos humanos. El retorno de estas inversiones a corto plazo, generalmente es palpable, pero a medio y largo plazo los resultados son visibles y fundamentales.
- La formación continua de los recursos humanos de las organizaciones con sus respectivos incentivos y el apoyo de las estructuras organizativas es esencial para fomentar la innovación.