CIBITEC25

El sector de las infraestructuras coincide en que hay capital pero faltan proyectos bien estructurados

En la mesa redonda celebrada en el marco de Cibitec 25, bajo el título “Financiación de infraestructuras”, los expertos coincidieron en una advertencia contundente: “El verdadero cuello de botella no es la falta de financiación, sino la escasez de proyectos bancables”. Esta fue la idea que resonó de manera unánime entre los participantes, y que define el principal desafío actual del sector.

Benoît Felix, Global Head of Structured Finance en Banco Santander, fue claro al respecto: “Capital hay, y mucho: equity, fondos públicos, multilaterales… Lo que hay menos son proyectos con cara y ojos”. Y añadió que, si bien hay muchas “ideas felices”, faltan estructuras sólidas que permitan canalizar los recursos disponibles.

Una opinión compartida por Verónica Ruíz, jefa de formulación técnica del BCIE, quien explicó que en su día a día se enfrentan a propuestas poco aterrizadas: “De los 38.000 millones que calculamos como necesidades en la región, convertir esas ideas en proyectos financiables es un mundo totalmente distinto”. Por eso, señaló, el BCIE ha creado fondos específicos para transformar conceptos en diseños viables: “Primero aterrizar la idea, después diseñar, y solo entonces financiar”.

Ana Cebrián, directora de Operaciones de Deuda en Cofides, coincidió en que la clave está en una buena estructuración: “Los proyectos de infraestructuras requieren transferencias claras de riesgo, y ahí las empresas españolas tienen un recorrido sobresaliente”. Además, destacó el papel que juegan los instrumentos híbridos y estructuras innovadoras como los mini-PERM o los holding paraguas para facilitar la financiación en mercados emergentes como Latinoamérica.

La modernización, digitalización y sostenibilidad de las infraestructuras fueron otros de los grandes ejes de debate. “Tenemos que modernizar nuestras redes, desde la eléctrica hasta la del agua”, insistió Benoît Felix, quien urgió a acelerar la inversión: “España debería estar invirtiendo unos 70.000 millones al año en modernizar infraestructuras y estamos a menos de la mitad”.

Ruperto Unzué, socio de Infraestructuras Sostenibles en Suma Capital, ofreció la perspectiva del capital privado, que ha multiplicado exponencialmente su presencia en el sector en la última década: “Hoy hay unos 500.000 millones de dólares disponibles solo en fondos de private equity para infraestructuras”. Y destacó la necesidad de criterios claros: “Desde nuestro punto de vista, no todo es infraestructura. Tiene que haber visibilidad de caja, protección frente a pérdidas, y ser activo estratégico”.

Además, subrayó la consolidación del enfoque sostenible como un eje clave de futuro: “Los proyectos que combinen rentabilidad financiera con impacto positivo serán las finanzas del futuro. El mercado lo demanda y la regulación lo está reforzando”.

En este sentido, la inversión sostenible no es solo una etiqueta, sino un marco exigente. “Hoy no basta con decir que una inversión es sostenible. Tiene que cumplir requisitos climáticos, sociales y de gobernanza definidos por la normativa europea”, explicó Unzué. Y aunque reconoció la carga burocrática que implica, destacó su valor: “Se hacen las cosas mejor, con más transparencia y mayor impacto positivo”.

El papel de las instituciones multilaterales como el BCIE, los bancos de desarrollo y las agencias de fomento como Cofides se consolidó como esencial para viabilizar proyectos complejos. “La agilidad y conocimiento local del BCIE nos permite estructurar en tres meses lo que otros tardan años”, afirmó Ruíz, destacando la ventaja competitiva que ofrecen a gobiernos con necesidades urgentes y ciclos políticos cortos.

El mensaje final fue claro: la financiación está ahí, pero para aprovecharla se necesitan más proyectos bien pensados, con estructuras sólidas y objetivos alineados con la transición energética, la digitalización y el impacto social. Como resumió Benoît Felix: “Hay que dejar de lamentarse por la falta de infraestructuras y ponerse a trabajar en proyectos que realmente se puedan ejecutar. Porque si no, en 2030 seguiremos teniendo los mismos desafíos, pero con menos tiempo para resolverlos”.

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