“El hidrógeno ha pasado de ser una promesa a ser una realidad, pero ahora el reto es cómo lo implantamos”, resumió el moderador, el periodista de RTVA Javier Ronda.
Antonio González, vicepresidente de la Asociación Española del Hidrógeno (AeH2), situó desde el principio el debate en un punto crítico: existieron decenas de proyectos en desarrollo, pero muy pocos alcanzaron la decisión final de inversión. Aun así, destacó que la potencia prevista para electrólisis permitiría cumplir el objetivo nacional para 2030. “Lo planteado en el Pniec es alcanzable”, afirmó, aunque advirtió de que “la principal barrera siguió siendo el acceso a la electricidad, junto a la financiación pública, una normativa clara y la seguridad del off-taker”. Subrayó además que los 70 proyectos que ya aportaron datos estimaron la creación de 23.000 empleos directos de aquí a final de década.
La seguridad y la percepción pública centraron la intervención de Gema Rodado, investigadora del Centro Nacional del Hidrógeno. Explicó que el hidrógeno renovable “no era contaminante si procedía de electrólisis con fuentes renovables”, y aclaró que el riesgo real se situaba en la manipulación, no en el material en sí. “El hidrógeno explota… depende de cómo se maneje”, señaló, antes de recordar que una fuga en un depósito se dispersaría con rapidez y presentaría menos riesgo que un combustible líquido convencional. Defendió que España había construido una sólida base normativa y de investigación que ya cubrió toda la cadena de valor, desde la producción hasta los usos finales.
Desde COX, Belén Sarmiento abordó la cuestión económica sin rodeos: producir hidrógeno renovable aún resultó más caro que el hidrógeno gris, lo que dificultó su competitividad. “Competir con el reformado de gas natural no es comparable hoy”, admitió, señalando que el coste dependía del precio de la energía renovable y del progreso tecnológico de los electrolizadores. También recordó que el almacenamiento era uno de los grandes desafíos y que derivados como el metanol o el amoníaco podían facilitar el transporte y ampliar el abanico de usos industriales.
La visión territorial llegó con María Molina, directora del Valle Andaluz del Hidrógeno Verde en Moeve, quien defendió que Andalucía ya estaba llamada a liderar la descarbonización europea. “Tiene energía eólica, solar, puertos, industria, terreno y personas; lo tiene todo”, aseguró. Explicó que Moeve emprendió una transformación profunda para que en 2030 la mitad de su resultado proviniera de fuentes sostenibles y que su proyecto incluía desde biocombustibles hasta la producción de moléculas derivadas como metanol, amoníaco o queroseno sintético. Insistió en que ninguna empresa podría abordar sola esa transición: “La colaboración público-privada es esencial; esto requiere una comunicación permanente con la administración”.
El enfoque tecnológico y pionero lo aportó Fernando Isorna, socio fundador de SailH2 y jefe del Laboratorio de Energía del INTA, quien recordó que España llevaba décadas investigando hidrógeno y desarrollando normativa de seguridad. Contó cómo SAIL H2 nació casi “descabezada”, impulsada por tres socios que apostaron por el hidrógeno cuando aún no era un mercado consolidado. Explicó que la empresa operaba ya tres plantas de producción de hidrógeno renovable y una hidrogenera con capacidad para 350 y 700 bar en el polígono La Isla, y subrayó el mayor obstáculo financiero: “Los proyectos de hidrógeno no son bancables todavía; la banca no se tira de cabeza como con la fotovoltaica”. Señaló que muchas compañías debieron avanzar con fondos propios antes de asegurar los clientes finales.
El debate se intensificó al abordar la competencia internacional, la regulación europea RED III y el riesgo de quedar rezagados frente a China u Oriente Medio. Molina insistió en que la clave residía en certificar bien el origen de las moléculas y en tener en cuenta la huella de transporte. González recordó que Europa eligió “el camino de la regulación” y que el mercado dependería de la demanda obligatoria. Rodado defendió que el hidrógeno y sus derivados serían pilares clave para la descarbonización industrial, aunque las primeras aplicaciones aún estaban asentándose.
Las preguntas del público introdujeron nuevos matices sobre movilidad, retrofits de camiones diésel, competitividad internacional y uso residencial. Isorna recordó que los hogares españoles ya habían consumido hidrógeno décadas atrás a través del antiguo gas ciudad. Rodado matizó que, aunque técnicamente viable, el uso residencial no sería prioritario frente a otros sectores donde la descarbonización era más urgente. Las empresas coincidieron en que la formación de talento seguía siendo un desafío, pese a la aparición de másteres, cátedras y programas de FP especializados.
La mesa concluyó con titulares improvisados. “España tiene potencial y recursos, y el hidrógeno es clave para la neutralidad climática”, expresó González. “Andalucía tiene una oportunidad extraordinaria”, sostuvo Molina. “Estamos en el presente del futuro del hidrógeno”, resumió Isorna con un tono más poético. El moderador cerró recordando que la cuestión ya no era si el hidrógeno sería necesario, sino cómo implantarlo de forma valiente y sostenible. Y añadió: “El hidrógeno dejó de ser una promesa energética y se convirtió en una realidad para la industria”.

