En un contexto económico complejo y un momento de transformación industrial, García de Quevedo enumera los retos más urgentes para el sector: “Se encuentra el impacto de las recientes crisis a las que se ha enfrentado la economía, como la pandemia del COVID-19 o el impacto de la guerra en Ucrania y su repercusión en la energía, las materias primas o la inflación. Alcanzar un marco productivo estable es imperativo, además de un escenario fiscal adaptado al momento actual, con bajada del IVA a un mayor número de alimentos y bebidas, y seguridad jurídica y unidad de mercado para asegurar entornos productivos eficientes, competitivos y sostenibles es el reto más urgente”.
Por todo ello, “uno de los principales retos que tiene por delante el sector es la sostenibilidad; la economía circular, la reducción del desperdicio alimentario para el cumplimiento de los objetivos ODS -siempre buscando la coherencia entre los objetivos de seguridad y los de sostenibilidad-, así como los desafíos que plantea el cambio climático y la energía y la consecución de sistemas alimentarios más sostenibles”.
En una visión más particular, Carlos Moro, presidente de Bodegas Familiares Matarromera y iTALKER en industry TALKS, opina que desarrollo tecnológico y tradición han de convivir en este sector esencial: “el sector agroalimentario está viviendo un importante auge y esto supone una mayor competencia. Situarse tecnológicamente como referente es fundamental para afrontar el futuro y creo que ese es uno de los mayores retos”.
Por todo ello, “en la Agroindustria 4.0 las telecomunicaciones y la conectividad entre dispositivos integrados en los sistemas de gestión es crucial en los diferentes modelos de negocio. Historia y tradición deben convivir con la tecnología para construir el futuro”.
En el caso de Bodegas Matarromera, Carlos Moro describe cómo afronta la empresa el momento industrial actual: “Siempre hemos adoptado una mentalidad vanguardista, buscando constantemente formas de mejorar nuestros productos, procesos y prácticas empresariales. La agroindustria 4.0. es una de las líneas estratégicas dentro del plan para apoyar la transición productiva hacia una agricultura más sostenible y eficiente, a través de la adopción de tecnologías digitales”.
“Nuestro enfoque hacia la innovación se refleja en todos los aspectos de la empresa, desde la viticultura y la enología hasta el marketing y la sostenibilidad. Recientemente hemos implementado un sistema de información que nos permite digitalizar todos los procesos industriales para integrarlos en una única plataforma que centraliza la gestión y así mejoramos la optimización de los recursos y la eficiencia energética”.
Asimismo, “hemos instalado estaciones meteorológicas para predecir el comportamiento de nuestras parcelas y los viñedos son monitorizados de forma inteligente, de manera que reciben agua, fertilizantes o fitosanitarios sólo cuando es estrictamente necesario, reduciendo así la huella hídrica y siendo más respetuosos con la biodiversidad local. También hemos calculado la huella de carbono de algunos de nuestros vinos siendo pioneros en este sentido para controlar y reducir las emisiones. Las prácticas sostenibles las tenemos en cuenta incluso antes de construir nuestras instalaciones, previendo que sean eco-eficientes para aprovechar al máximo la energía que se genera en nuestras once bodegas. También procuramos disminuir la dependencia energética mediante el empleo de energías renovables a través de calderas de biomasa y del uso de placas solares y reducir el consumo energético con las estaciones depuradoras de aguas residuales.
García de Quevedo asegura que “el sector se ha convertido, a través de su actividad, en un agente decisivo en la lucha contra el cambio climático y la protección del medioambiente, ya que contribuye con medidas de eficiencia a reducir, entre otros, el desperdicio alimentario, proteger los ecosistemas y la biodiversidad, el uso de recursos hídricos o las emisiones derivadas de su actividad”. Según datos de la Memoria de Sostenibilidad de FIAB, desde el año 2014 la industria de alimentación y bebidas ha reducido en un 8,2% sus emisiones y ha mejorado su eficiencia energética en un 13,4%, además de haber reducido en hasta un 20% el consumo hídrico, lo que equivale a un ahorro de 14 millones de m3 de agua. Asimismo, ya en 2019 el 9,2% del total de la energía consumida en el sector procedía de fuentes renovables.
Las empresas apuestan, además, por la economía circular. Por ejemplo, señala García de Quevedo, “desde el año 2014 se ha reducido la generación de residuos en un 10,3%. Esto equivale a un ahorro de más de 721.000 toneladas de residuos. Por otro lado, tres de cada cuatro empresas aprovechan los subproductos que se generan en sus procesos productivos y cuatro de cada cinco cuentan con acuerdos para la donación de excedentes alimentarios”.
“La sostenibilidad debe ser también económica y social. La industria es un agente decisivo en la aportación económica y fiscal del país, su actividad genera riqueza a lo largo y ancho de todo el territorio español y promueve la actividad económica de sectores conexos. Además, el sector es responsable de la creación de empleo estable y de calidad. Promueve estilos de vida saludables, basados en la combinación de una dieta variada y equilibrada y en la actividad física y lucha contra la desinformación y fomenta hábitos saludables para lograr el objetivo de mejorar la calidad de vida de los consumidores. Por otro lado, el sector tiene un firme compromiso con la España Despoblada y su objetivo será mantener su actividad en estos núcleos a pesar de las tendencias demográficas y asegurar la prosperidad de estas regiones”.
Para avanzar en de manera eficaz sin poner en peligro la viabilidad de las empresas y el empleo “es imprescindible la colaboración público-privada, la unidad de mercado, la seguridad jurídica y el acompasar las medidas a los tiempos del resto de Europa y a las condiciones coyunturales. Así, creemos que en una situación como la actual, con costes energéticos y de las materias primas muy elevados, no se puede generar más obligaciones a las empresas. Por eso, medidas como la imposición de los nuevos impuestos recogidos en la nueva Ley de Residuos y Suelos Contaminados, especialmente el Impuesto Especial a los Envases de Plástico de un solo uso, con un impacto de 690 millones de euros, así como la extensión de los costes de Responsabilidad Ampliada del Productor, con un coste de otros 1.000 millones de euros aproximadamente, llegan en el peor momento para las empresas. En el caso del impuesto al plástico, somos el único país europeo que lo ha implementado”.
Grado de digitalización
La adopción de nuevas tecnologías y de la digitalización en el sector agroalimentario, pese al reconocimiento de su necesidad y eficiencia, “aún tiene un largo camino que recorrer, puesto que la mayoría del sector lo conforman pymes las cuales han acusado el impacto de las últimas crisis y que les ha obligado a posponer la inversión en nuevas herramientas”, explica García de Quevedo.
Sin embargo, “el desarrollo digital cada vez está más generalizado por las ventajas competitivas que ofrece, siendo especialmente considerado de cara a una producción más sostenible y eficiente. En este terreno encontramos todo lo que tiene que ver con la toma de información, como el Internet de las cosas, la sensorización, las tecnologías para la valorización de la información en la cadena de valor, como el Big Data, los Gemelos digitales, los sistemas cloud y la ciberseguridad, entre otras. De cara a la mejora de procesos, la tecnología camina hacia la automatización avanzada, la robótica, la fabricación aditiva o el uso de Inteligencia Artificial”.
Evolución de la demanda del consumidor
“El consumidor está en el centro de las estrategias del sector”, afirma el director general de FIAB, “y todos los pasos que las empresas dan están enfocadas a mejorar su calidad de vida, a través de productos de gran calidad y seguridad, pero además muy variada y adaptada a los intereses, gustos y necesidades de los ciudadanos. Pocos países pueden hablar de una oferta tan amplia y exigente desde un punto de vista de calidad y seguridad alimentaria, además de manera asequible”.
“La salud es uno de los principales intereses, por lo que ofrecer productos adaptados a cada tipo de consumidor es esencial. Consumidores con intolerancias, con necesidades nutricionales específicas o que prefieren un tipo de dieta concreta, todos pueden encontrar los productos que necesitan. La industria invierte muchos recursos e innova para garantizarlo, mejorando y adaptando continuamente la composición nutricional de los alimentos y bebidas. Igualmente, el sector promueve nuevos formatos, envases, productos o una mayor variedad de las porciones para ajustarlo a cada estilo de vida, a través de la innovación”.
“La sostenibilidad es otro aspecto que tienen en cuenta. Las empresas llevan tiempo trabajando en su evolución hacia un modelo de economía circular donde se lleve a cabo un uso racional de los recursos, así como la reutilización y el reciclado de los envases y residuos. La prevención del desperdicio, el trabajo de la sostenibilidad a lo largo de toda la cadena de valor, mejorar la eficiencia energética en producción y logística, o mejorar en el diseño de envases, son solo algunos ejemplos”.
Dificultades de financiación
García de Quevedo considera que “la colaboración público-privada resulta necesaria para contribuir a estilos de vida más saludables y asegurar un marco regulatorio estable, equitativo y previsible que trate de evitar medidas que estigmaticen ingredientes, productos o procesos. En cuanto a las ayudas públicas, necesarias para muchas empresas del sector, especialmente pymes, hay que mejorar el acceso a estas que, con frecuencia, se ve obstaculizado por las cargas burocráticas que exige la administración. Además, es necesario disponer de financiación pública para invertir en I+D y mantener un entorno estable para nuevas empresas de base tecnológica. Las empresas del sector también se enfrentan al reto de encontrar suficiente personal cualificado y especializado”.
Siguiendo con la argumentación del presidente de la federación, el propio Informe Económico de la FIAB, correspondiente a 2022, indica que el sector agroalimentario cuenta como en resto de industria con más de un 90% de empresas de pequeño y mediano tamaño, lo que implica dificultades de acceso a financiación que limitan las intenciones innovadoras. El citado documento concluye que “es indudable que los fondos propios sobre los que se articulan las necesidades financieras de la I+D es una proporción claramente superior a lo que lo hacen los externos”, las pequeñas empresas “son las que han dispuesto de financiación externa en menor medida contando con las Administraciones Públicas con su financiador más relevante”.
PERTE Agroalimentario
En este contexto, el Gobierno de España anunciaba en febrero de 2022 el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PERTE) Agroalimentario reconociendo a esta industria como estratégico ya que “provee a la población de bienes esenciales para su subsistencia, como quedó patente en los momentos más difíciles de la pandemia de COVID-19”. Este PERTE “se concibe como un conjunto de medidas para reforzar el desarrollo de la cadena agroalimentaria y dotarla de las herramientas necesarias para afrontar los retos medioambientales, digitales, sociales y económicos de la próxima década” y, por ello, la ejecución de sus programas implican a más de un ministerio: desde Agricultura hasta Ciencia e Innovación.
Para conseguir estos objetivos, se presupuestó con una inversión pública inicial de 1.000 millones de euros hasta 2023, aunque posteriormente se anunciaron otros 800 millones de euros adicionales para la transformación de la industria agroalimentaria y la mejora de la gestión del agua y la modernización de los regadíos.
Por su capacidad de arrastre en distintos ámbitos, se prevé que este PERTE genere un impacto en la economía de unos 3.000 millones de euros, siempre de acuerdo a los datos del Gobierno, y se centra en tres ejes de actuación prioritarios: paquete de apoyo específico para la industria agroalimentaria, con el objetivo de mejorar sus procesos de producción, vinculados con su competitividad, sostenibilidad y trazabilidad de la producción de alimentos cuya dotación es de 400 millones de euros; medidas concretas para apoyar el proceso de adaptación digital y que se extienda a todos los agentes que forman parte de su cadena de valor (agricultores y ganaderos y sus cooperativas, pequeñas y medianas empresas de producción, transformación y comercialización), cuya dotación es de 454,35 millones de euros y medidas específica de apoyo a la innovación y la investigación para lograr un sector agroalimentario competitivo en todos los eslabones, con una dotación de 148,56 millones de euros.
Según Mauricio García, director general de la FIAB, “creemos que este PERTE confirma el carácter estratégico de la industria alimentaria y del conjunto de la cadena alimentaria en la economía española y ahora es imprescindible que los fondos de los que se ha dotado al Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica del sector lleguen a las empresas del sector”.
Así, “el presupuesto para ayudas son 510 millones de euros en forma de subvención y el destinado a ayudas en forma de préstamos para todo el sector agroalimentario (incluido sector primario), aunque la participación para la industria ha quedado muy por debajo de la capacidad transformadora que tiene el sector. El presidente del Gobierno anunció una cantidad adicional y esperamos que parte de la ayuda recaiga en la industria para compensar el poco peso que se le ha dado en la convocatoria”.
Desde el principio, “FIAB ha considerado reclamado una mayor dotación para el total de la cantidad destinada a la industria. El sector considera también que, para que tenga una función transformadora, en una próxima convocatoria se deberían reducir o eliminar las barreras burocráticas que dificultan el acceso de las empresas a los fondos, y se debería aumentar el total de la dotación al sector industrial”.
Internacionalización en el sector alimentario
De acuerdo a datos oficiales, el comportamiento de las exportaciones de la industria alimentos y bebidas acumuló en 2022 un nuevo crecimiento del 9% tras el 12,2% registrado en 2021. La capacidad exportadora cifrada en 41.643 millones de euros se ha desarrollado ampliando su presencia a múltiples destinos. Exportamos principalmente a Francia (14,7%), Portugal (10,8%), Italia (9,9%) y Estados Unidos (5,9%) y Alemania (5,6%), de acuerdo al Informe Económico de la FIAB correspondiente a 2022, e importamos mayoritariamente a Francia (12,8%), Alemania (8,4%), Países Bajos (8,1) e Italia (6,3%).
En el pasado ejercicio, el comercio internacional de alimentos y bebidas siguió marcado por un predominio del área europea, “pero 18 economías se identificaron como los destinos del 78,4% de sus ventas. Destaca el crecimiento de Filipinas, aunque aún mínimo con 1,6%, superior a México, Grecia, Rumanía y Suiza en torno al 1%.
La cantidad de productos de la industria de alimentación y bebidas ha exportado supera los 20.194 millones de toneladas, 1.557 menos que en 2021, este perfil determina la caída de ventas reales del orden del 7,2% y, por ello, una elevación de los precios de exportación, en torno al 16,2%, magnitud en la que se encajan las subidas de los costes energéticos, los del transporte, los de suministros y los laborales, que se ha mostrado incluso más extremo para el conjunto de las manufacturas, según reza el informe.
En 2022, se ha registrado una reducción de las exportaciones de contendido alimentario sobre el total de la industria. No obstante, aunque también en las compras de origen internacional el comportamiento de los precios ha dejado su impronta, 2022 se cierra con un nuevo crecimiento en el valor de las importaciones ampliando su presencia en el mercado español a un ritmo del 24,6%.
El presidente de la FIAB considera que “la colaboración público-privada resulta también necesaria en el ámbito de la internacionalización, así como para la adaptación del plan de actividades de promoción de organismos públicos a las necesidades de la industria, con el refuerzo de la marca España en los mercados internacionales. Resulta, por tanto, esencial la creación de un Plan Sectorial para la industria de alimentación y bebidas que incluya cada subsector que la conforma para así complementar las estrategias empresariales en el ámbito de la exportación”.
Asimismo, “resulta fundamental que las empresas dispongan de plazos suficientes para solicitar ayudas y subvenciones relacionadas con la internacionalización y que se potencie la digitalización de las empresas con un acompañamiento aplicado y adaptado a sus necesidades”.
Respecto a la política comercial internacional, “debe estar alineada y complementar la actividad de la industria tanto en la apertura de nuevos mercados a través de acuerdos comerciales con terceros países, como en favorecer el comercio con aquellos países que ya existen relaciones comerciales, como Reino Unido, Estados Unidos y China”.
La mujer en la industria alimentaria
Sectores como el farmacéutico, cuentan con ratios de presencia femenina en altos cargos ejecutivos que son referencia en toda la industria. En el caso de la industria agroalimentaria, las cifras revelan que la incorporación de la mujer ha representado el 48,9% del empleo generado por la I+D en 2021. Las empresas de mayor dimensión se muestran más proactivas en el proceso de integración de mujeres que, tanto por formación como por cualificación, han ido engrosando los servicios de innovación empresarial, sea cual sea el tipo de productor generado, informa el documento económico anual de la FIAB.
Así, empresas de más de 250 trabajadores en la industria alimentaria alcanza la presencia de la mujer en efectivos con los desarrolla su I+D un 52,2%, frente el 33,5% de la industria en general. En estructuras de menor tamaño, esta comparación es de un 46,2% en la agroalimentaria, frente al 27,7% en la industria en general.
En relación al desafío de la necesidad de nuevos talentos, García de Quevedo recuerda que “la estabilidad en el empleo es una fortaleza de la industria de alimentación y bebidas. Si bien es cierto que la cualificación es un rasgo característico, pues más de un tercio del empleo se corresponde con el perfil de artesanos y cualificados, según el Informe de Empleo de FIAB, lo cierto es que esta industria, en línea con otras ramas productivas, acusa cada vez más la dificultad para cubrir ciertos puestos”. Por ello, “FIAB insta a reforzar rápidamente la oferta educativa con una formación más adaptada a las competencias y necesidades específicas que requieren estas industrias. El mercado laboral evoluciona constantemente y cada vez más rápido por lo que debemos favorecer un contacto más estrecho entre industria y el mundo académico para ser capaces de responder ágilmente a los retos laborales de las empresas, garantizando la inmersión del mejor talento en el sector”.
Impacto del sector por Comunidades Autónomas
Por comunidades autónomas, Cataluña mantiene su liderazgo en la presencia de la industria de alimentación y bebidas, seguida por Andalucía. Para el segmento de alimentación, estas comunidades están seguidas por Castilla y León, Comunidad Valenciana y Galicia, mientras que, para el ramo de bebidas, completan el ranking Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana, Madrid y País Vasco.
García de Quevedo explica que esta industria “contribuye a la fijación de población en todo el territorio nacional, en especial en aquellas Comunidades en las que los problemas de desempleo y menores rentas habrían generado procesos de despoblación más intensos si no se hubiese contado con la presencia de esta y de la cadena de valor que genera en su entorno. Según el informe, impulsado por FIAB, La contribución de la industria de alimentación y bebidas a la España Vaciada, el sector está presente en los municipios que acogen el 70,7% de la población de la España Vaciada, confirmándose como un agente decisivo en el desarrollo económico y social de estas zonas.
El sector permite fijar una población de 834.737 personas, es decir, el 17% de la población de la España Vaciada se asocia con la actividad de la industria. Además, de los más de 2 millones de empleos directos e indirectos que genera el sector a nivel nacional, el 15% se localiza en la España Vaciada, un total de 305.424 puestos de trabajo. De esta manera, el sector confirma su trascendencia para el desarrollo laboral en estas zonas menos pobladas, puesto que el 17,2% del total del empleo en estos municipios se asocia a la industria de alimentación y bebidas, mientras que para el conjunto de España este porcentaje representa el 10%.
De acuerdo a los datos económicos más recientes, el liderazgo de Cataluña en la concentración de la actividad, además de ser consecuencia de una importante presencia de empresas, generadoras del 23,1% de la facturación de su propia industria manufacturera y del 24.4% de las cifras de negocio obtenidas por las de alimentación en conjunto del país, cuenta con el mayor número de compañías exportadoras, cerca de 7.300.
La Comunidad Valenciana y Cataluña conforman el arco del Mediterráneo en el que ascienden el número de empresas de amplia vocación internacional, junto con Andalucía.
Por su parte, las industrias de alimentación de Murcia mantienen a esta la región con mayor una facturación media, vía comercio exterior, aunque en 2022 no ha tenido una evolución significativa en el número de operadoras internacionales, según la memoria económica de la FIAB. En el caso de Aragón, ha conseguido ampliar el peso relativo de su cifra de negocio exterior simultáneamente con el número de empresas, al igual que Galicia que ocuparía el tercer lugar seguido de Andalucía.
En el caso de Extremadura, “la industria alimentaria se convierte en seña de identidad de la calidad de sus productos”, reza el informe, “sin embargo más del 52,4% de sus empresas cuentan con una estructura de pequeño tamaño lo que, junto una fuerte especialización en conserva de tomate, fruta de hueso y productos cárnicos, ha condicionado sus procesos de internacionalización. Sin embargo, en 2022 se ha observado que el número de empresas que han emprendido una andadura en el extranjero la conciben como una oportunidad de negocio cuya facturación media supera de forma clara a los generados por las empresas madrileñas, asturianas y cántabras, incluso las ubicadas en La Rioja, habiendo sido el pasado año protagonistas de incrementos notables establecidos en un 24,8%, más de diez puntos sobre el crecimiento de la industria de alimentos global del país.
Evolución de los subsectores de la industria alimentaria
Los últimos datos en número de empresas, evolución de empleo, facturación, internacionalización entre otros parámetros varían en función de los distintos subsectores de la industria de alimentación y bebidas.
Así, a lo largo del pasado ejercicio, el tejido empresarial de las cárnicas ha seguido reduciéndose, pero el crecimiento de su actividad se ha expandido generando nuevas ganancias de productividad. Crecen los empleados y las inversiones en un año en el que el crecimiento de los precios industriales tuvo que ser sorteados para no poner límite al componente internacional de su actividad ni frenar el crecimiento de la demanda interna.
La actividad del subsector del pescado con dificultados en 2022 con un retroceso de facturación y de generación de empleo. La inflación ha dejado al sector desprovisto de capacidad financiera para abordar procesos de innovación para atender ganancias de eficiencia productiva y de competitividad. Pese a estas circunstancias, las exportaciones siguen ganando cuota aproximándose a una participación del 11% sobre el total de las ventas externas de la industria de alimentación y bebidas en conjunto.
Las frutas y hortalizas cuentan con un marcado carácter continuista aunque registra crecientes niveles de empleo que se ajusta a crecimientos de productividad. Registra una elevación de sus cifras de negocio con notable presencia en la industria alimentaria en general.
En el subsector de aceites continúan los esfuerzos por mantener niveles de empleo. Se ha observado elevada caída de la exportación, disminuyendo un 30,8%, y gran elevación de las importaciones, 20,6%. Todo ello derivado, principalmente, por la elevación de los precios.
Las empresas lácteas mejoraron la facturación y la creación de empleo, aunque el impacto de la inflación ha sido notable. Los logros de producción y actividad se apoyan de forma mayoritaria en la favorable evolución de la demanda interna.
La molinería es el subsector que más acusó la inflación y la situación de la guerra de Ucrania por el desequilibrio entre oferta y demanda de cereales. Sus costes de producción cerraron 2022 con crecimientos del 34%, a los que la industria los ha hecho frente trasladándolos parcialmente al precio de venta. Con todo, existe un mercado exterior creciente y una demanda interna también creciente ya que cuentan con las galletas y dulces, siendo las dietéticas las que han obtenido mejores resultados.
En el caso de panadería y pastas, mejora la actividad productiva real de esta industria con crecimientos del 3,7% tras haber sido objeto de una notable contracción en 2020. Registrar una estabilidad en su dimensión empresarial y significativos avances en niveles de empleo. La ampliación de la oferta con variedades múltiples en composición y formatos, especialmente en el segmento del pan fresco, junto con una especialización en la fabricación de pastas con mayor diversidad nutricional argumentan unos resultados crecientes.