NISE SEVILLA 2025

La agricultura entra en su “tercera revolución verde”: digitalización, robótica autónoma e inteligencia artificial transforman el campo andaluz

La mesa debate celebrada en NISE Sevilla dejó una afirmación rotunda: la agricultura española está inmersa en una nueva revolución, impulsada por la digitalización, la sensorización, la robótica autónoma y la inteligencia artificial.

“Estamos viviendo lo que podría ser una tercera revolución verde: la revolución digital agrícola”, advirtió Eduardo Pardo, experto en tecnología de invernaderos del Centro Tecnológico Tecnova. Un diagnóstico compartido por empresas líderes como Florette Ibérica, Citoliva y Mula Autonomous.

El avance es imparable. “La nueva tecnología va a ayudar enormemente al sector, optimizando recursos y reduciendo costes”, explicó Amador Redondo, ingeniero agrónomo e investigador de Citoliva, consciente del impacto que estas herramientas pueden tener en cultivos clave para Andalucía como el olivar tradicional y de sierra, los más castigados por los costes y la falta de mano de obra.

Hassen Merdassi, jefe de desarrollo y proyectos agrícolas de Florette Ibérica, situó el momento actual en un punto de no retorno: “La agricultura de hoy debe ser precisa, conectada y sostenible. La competitividad depende de cumplir esos tres pilares”. Para Merdassi, la digitalización ya no es un debate: “La calidad depende del dato: del producto, del servicio y del proceso. Sin tecnología no se puede garantizar trazabilidad ni sostenibilidad”.

Carlos Martín, CEO de Mula Autonomous y CBDO del Grupo IED, lo resumió de manera contundente: “La tecnología ya existe. Lo que falta es aplicarla al campo”. El directivo auguró una implantación creciente por pura necesidad de competitividad y por las nuevas regulaciones: “El sector agrícola no es el más abierto al cambio, pero cuando el vecino tiene algo que funciona mejor, se mueve rápido”.

Martín presentó un ejemplo claro: el tractor autónomo eléctrico diseñado por su empresa, capaz de trabajar sin conductor y durante 24 horas. “No es más que un martillo: sirve para lo que el agricultor quiera. Pero si se usa bien, multiplica la productividad y elimina riesgos laborales”, aseguró. El vehículo puede pulverizar, desbrozar, sembrar o transportar sin descanso y sin riesgos para el operario.

La sensórica, la IA y los gemelos digitales ya están sobre el terreno

Los avances ya son visibles en explotaciones reales. En el olivar, Citoliva ha desarrollado sistemas de sensorización capaces de reducir tratamientos, anticipar plagas o automatizar el riego. “Ya sabemos cuándo tratar; ahora estamos trabajando en saber exactamente dónde actuar para no intervenir en zonas donde no es necesario”, señaló Redondo.

Florette, pionera en digitalización, ha vivido una transformación completa: “Cuando empecé hace 23 años, mi jefe tenía montones de papeles. Hoy no existe ni un solo papel en nuestra actividad”, recordó Merdassi. La empresa utiliza sensores, imágenes satelitales, drones, aplicaciones móviles y sistemas de riego automatizado, y trabaja con universidades para desarrollar gemelos digitales capaces de simular en tiempo real el comportamiento de una finca.

En los invernaderos, la aceptación ha sido inmediata. “El agricultor ha aceptado con agrado tener una aplicación en el móvil para controlar el regadío”, afirmó Pardo, que destacó soluciones como los sistemas hidropónicos monitorizados en tiempo real.
Ahora, explicó, un algoritmo puede ajustar automáticamente el riego según las necesidades de la planta, algo impensable hace apenas unos años.

La transferencia de conocimiento se ha convertido en un pilar esencial.
“Intentamos centrarnos siempre en la investigación aplicada, no en la básica. Queremos resolver problemas reales del agricultor”, destacó Redondo sobre el papel de los centros como Citoliva.

Merdassi subrayó la necesidad de trabajar en red: “Tenemos la responsabilidad de trasladar conocimiento, también a los pequeños productores. Y colaboramos con varios centros y empresas tecnológicas para seguir avanzando”.

Martín aportó un ejemplo concreto: su empresa desarrolló, junto con investigadores de la Universidad de Navarra, un algoritmo para que su tractor autónomo calcule giros en función del apero o del tipo de cultivo. “Son matemáticas avanzadas que una empresa sola no puede afrontar sin el apoyo académico”, comentó.

La conclusión común de los ponentes fue clara: la tecnología ya no es una opción, es la garantía de que la agricultura siga siendo viable en un contexto de escasez de mano de obra, exigencias de trazabilidad, cambio climático y presión de los mercados.

Y como resumió Pardo, “esta revolución marcará a los hijos o nietos, pero estamos viviéndola ya”.

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