REPORTAJE

La industria del aluminio en Europa: consecuencias y retos ante los aranceles de EEUU

La decisión de Estados Unidos de imponer aranceles de hasta el 50% al aluminio europeo ha abierto un nuevo frente en el comercio internacional y coloca a Bruselas ante una disyuntiva delicada. La medida no solo afecta al aluminio primario, sino también al reciclado, que grava con un 15%, y amenaza con distorsionar un mercado ya tensionado por la transición energética y el despliegue del Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono (CBAM).

En la Unión Europea, y en particular en España, la preocupación crece. El aluminio reciclado se ha convertido en un recurso muy demandado: su menor huella de carbono lo convierte en clave para la descarbonización de la industria, pero también en un producto apetecible para los compradores estadounidenses, que ahora lo pueden adquirir en condiciones ventajosas frente al aluminio primario.

El efecto inmediato: riesgo de desabastecimiento

Aunque todavía es pronto para cuantificar el impacto, los primeros signos de alarma empiezan a aparecer. Según explica Carlos Fernández Ávila, ingeniero y experto en industria en FI Group, a industry Talks, “a corto plazo es difícil identificar consecuencias directas, pero el riesgo más evidente es un desabastecimiento de chatarra de aluminio en Europa, porque al estar menos gravada resulta muy atractiva para el mercado estadounidense”.

El problema se agrava porque producir aluminio primario en la Unión Europea es cada vez más costoso. Las plantas deben asumir cargas derivadas de las emisiones, y el CBAM, en su diseño actual, no cubre fases críticas como el refinado inicial de la bauxita. “Eso incentiva a trasladar la producción fuera de Europa, donde los costes regulatorios son menores”, añade Fernández Ávila.

La situación se convierte así en una pinza: más costes internos por la regulación climática y más barreras externas en el mercado estadounidense, uno de los principales destinos para el aluminio europeo.

El CBAM en entredicho

La puesta en marcha del CBAM pretendía blindar a la industria continental de la competencia desleal de países sin compromisos climáticos. Sin embargo, la irrupción de los aranceles de Washington amenaza con distorsionar su efectividad.

“El CBAM no contabiliza todavía las emisiones indirectas asociadas al consumo eléctrico, y hablamos de sectores muy electrointensivos. Mientras un productor europeo debe asumir esos costes, uno externo no. Si a eso le sumamos los aranceles de EEUU, la competitividad del aluminio europeo se desploma”, explica el consultor.

La Comisión Europea, que acaba de cerrar la consulta pública sobre el CBAM, se enfrenta al reto de afinar un instrumento que, mal diseñado, podría convertirse en un lastre. “Si no se corrigen estos desequilibrios, el mecanismo puede perjudicar más que proteger a la industria europea”, advierte Fernández Ávila.

Energía: el talón de Aquiles

Más allá de los aranceles, la gran preocupación estructural sigue siendo la energía. En sectores como el aluminio, el acero o el cobre, la electricidad y la energía térmica pueden suponer hasta la mitad de la estructura de costes.

“El gran cuello de botella está en los costes energéticos”, señala Fernández Ávila. “En España, por la fiscalidad actual, un productor electrointensivo paga más que en Alemania o Francia, lo que nos resta competitividad dentro de la propia Unión Europea”.

La Comisión Europea ha puesto la reducción de los precios energéticos como uno de los pilares del Plan Industrial Verde, pero aún quedan incógnitas. El despliegue de renovables avanza, aunque la falta de almacenamiento y la dependencia del gas en momentos punta siguen encareciendo el mix.

España ante el desafío

España no es el país más expuesto a estos aranceles: mientras un 10% de las exportaciones europeas se dirigen a EEUU, en el caso español la cifra ronda el 5%. Sin embargo, el impacto puede ser indirecto si los grandes exportadores europeos —Alemania, Italia o Francia— ven frenada su economía.

A nivel interno, el aluminio primario ha perdido peso, pero España cuenta con un tejido de productores de aluminio secundario que pueden verse afectados si la chatarra se desvía masivamente al otro lado del Atlántico. Empresas como Alcoa, Befesa o Aluminio Cortizo están en la primera línea de esta incertidumbre.

Además, muchos de los productos con valor añadido, como perfiles y piezas elaboradas, entran también en el radar de los aranceles. En algunos casos, según el código arancelario TARIC, podrían pasar del 50% al 15% si reciben un mayor procesamiento, lo que obligará a algunas compañías a replantear su cadena de valor.

¿Qué opciones tienen las empresas españolas? La más evidente, diversificar mercados. “Abrirse a América Latina o Asia es la alternativa más lógica, pero es muy difícil porque hay sobrecapacidad mundial y no siempre se puede competir en precio”, explica Fernández Ávila.

La otra vía es apostar por la diferenciación: calidad, sostenibilidad y marca país. Italia lleva años promoviendo el “Made in Italy” como sinónimo de excelencia. España podría seguir un camino similar. “No siempre se puede competir en precio, pero sí en prestigio, innovación y sostenibilidad. Esa puede ser la ventaja competitiva a medio plazo”, apunta el experto.

Los aranceles estadounidenses no son solo una cuestión comercial, sino un recordatorio de la fragilidad de la industria europea en un entorno global cada vez más proteccionista. Bruselas tiene por delante tres frentes: negociar cupos de exportación con EEUU, ajustar el CBAM para que sea realmente equitativo y, sobre todo, abaratar la energía para las industrias electrointensivas.

En palabras de Fernández Ávila: “Europa tiene que asegurar que sus productores no cargan con más costes que sus competidores internacionales. Si no conseguimos energía asequible y un CBAM bien diseñado, será muy difícil mantener la competitividad. Y en ese caso, el riesgo de deslocalización es real”.

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