Este paso desde la voluntariedad hacia la obligación “ha venido dado de una necesidad imperiosa de transformación que tenemos como sociedad”, consideró Marga de Rosselló, socia de Sostenibilidad y Cambio Climático de la consultora PWC. “Hemos visto que la velocidad de hacer las cosas voluntariamente no era suficiente ni la necesaria. Hemos pasado de la zanahoria al palo”, declaró en una mesa redonda organizada por la Confederación ModaEspaña en la Cámara de Comercio .
Agentes como el aparato legislativo o el aparato bancario tienen cada vez más influencia sobre la sociedad y el mercado y son los que empujan en esa dirección, estimó Jacobo Umbert, cofundador y CPO de Dcycle, consultora de gestión que desarrolla tecnología para que las empresas controlen la materia ambiental al mínimo coste posible. Y explicó: “Muchas pymes textiles han ido como pollo sin cabeza, porque no se han hecho una pregunta: ¿qué valor ofrece la sostenibilidad para mi marca? La sostenibilidad es una rama más de la propuesta de valor de cualquier negocio”, al mismo nivel que el producto, el precio o la cadena de distribución.
“Meterse a hacer sostenibilidad sin entender el valor que realmente aporta ha llevado a muchas empresas a entenderla como un gasto inoperante, que les lleva a la inacción”, zanjó. La sostenibilidad es una inversión
Alfredo Medina, técnico en Sostenibilidad de la Confederación ModaEspaña, y moderador de la citada mesa redonda, se mostró completamente de acuerdo con esa línea argumental.
Santiago Ribera, director especialista en Fondos Europeos y Sostenibilidad en el Banco Sabadell, es partidario de divulgar los beneficios de la sostenibilidad, que es más que compartir unos valores, pues también incluye la eficiencia energética que está vinculada a la reducción de costes. “Hay un sinfín de razones para que las empresas empiecen a pensar, si no lo han hecho ya, en ser sostenibles”.
Para las micropymes o pymes (con menos de 250 empleados), sin embargo, quizás no tenga tanto sentido centrarse en la sostenibilidad, admitió Umbert con franqueza, pero aquella puede resultar atractiva si tiene retorno, por ejemplo, si, gracias a ella, conseguimos mejores condiciones de financiación para un plan de reducción de emisiones. Umbert declaró que es curioso que haya marcas como Shein que triunfan en los nichos de consumidores más comprometidos y concienciados con la sostenibilidad, esto es, los jóvenes, pero no hacen nada de sostenibilidad. “De hecho, son el modelo contrario. ¿Por qué? Porque priorizan producto, precio y una cadena de distribución brutal. La sostenibilidad porque sí no es buena y la sostenibilidad únicamente no vende más”, resumió el experto de Dcycle.
“El consumidor es cada vez más consciente, aunque todavía queda mucho. Pero si al consumidor le pones dos productos similares y uno tiene una producción y un alto mensaje de sostenibilidad, el cliente sin duda busca lo sostenible”, declaró Laura Tapias CEO & fundadora de Lauwood, al ser preguntada por este medio digital.
En Lauwood apuestan por la trazabilidad. “Comprar todas las materias primas en un rango inferior a los 300 kilómetros siempre que sea posible. Y buscar proveedores que también tengan política de sostenibilidad en sus procesos”, añadió Tapias, cuya empresa fabrica bolsos con madera.
“Por ejemplo, la materia prima como es la madera exótica, la compramos ya en la medida mecanizada que vamos a utilizar para fabricar nuestros bolsos en el país de origen; así ayudamos a que en las zonas donde se produce esa madera los lugareños han creado aserraderos para mecanizar y transformar la madera en piezas pequeñas y así ellos tienen un futuro. Eso se denomina sostenibilidad social. Así controlamos que toda nuestra materia prima sea sólo de proveedores que sean sostenibles con sus entornos”, puntualizó la CEO de Lauwood. Y a largo plazo buscan conseguir desarrollar un tejido a base de polímeros totalmente biodegradable, pero resistente, con residuo forestal. “Así, por un lado, haríamos un trabajo de I+D+i y, por otro, estaríamos solucionando un problema de residuo forestal en una zona donde hay exceso”, destacó Tapias.
Uno de los errores de la sostenibilidad viene de parecer entender al principio que es algo que se añade como si fuera una capa de valor, pero realmente la sostenibilidad debe estar en todas las fases de la cadena de valor, en el diseño, la fabricación, el punto de venta… Cualquier decisión de cualquier departamento debe tener integrada la sostenibilidad, opinó Marga de Roselló, de PWC.
El vicepresidente de Shein, por seguir con ese ejemplo, realizó una encuesta a sus clientes y estos le contestaron que la asequibilidad del producto ya no es la prioridad sino los factores ESG (que incluye la sostenibilidad) y por eso van a cambiar el rumbo. En este aspecto, indicó Umbert, la marca Blue Banana, que sí es abiertamente sostenible, conecta mejor con el consumidor, aunque el precio del producto sea más alto. Esos indicadores representan un grado de madurez del mercado textil.
“Para mi una empresa será realmente sostenible y lo llevará en su ADN cuando no exista departamento de Sostenibilidad”, apuntó Alfredo Molina, de la Confederación ModaEspaña. Algo así pasó con los departamentos de Calidad, que antes existían en todas las industrias, pero ahora desaparecieron, porque la calidad debe estar en toda la estructura de la compañía.
Para Marga de Rosselló, el mayor reto de las industrias textiles en materia de sostenibilidad es entender que “estamos en un escenario de transformación de la economía”, porque el modelo actual tiene los días contados. Transformar la economía implicar transformar los modelos de negocio.
En eso mismo están haciendo en Sepiia. En 2021, emprendió un nuevo proyecto: conseguir que sus prendas puedan ser completamente circulares. Siempre han partido de tejidos 100% monomaterial para la fabricación de su ropa, pero desde hace dos años esta pasó a ser 100% de origen reciclado.
“En la actualidad, apostamos por seguir innovando para mejorar la sostenibilidad de nuestros
productos y liderar así el cambio que la industria textil necesita, con acciones específicas dirigidas al reciclado, la mejora de las propiedades técnicas de nuestras prendas y la incorporación de acabados funcionales más respetuosos con el medio ambiente”, manifestó a industry TALKS Federico Sainz de Robles, CEO y fundador de Sepiia.
“En Sepiia, creemos que es necesario un cambio sustancial en el sector y, sin duda alguna, el apoyo de entidades como AITEX, la Asociación de Investigación de la Industria Textil, resultará fundamental para lograrlo con éxito”. Sepiia se detiene en la elección de las materias primas, el diseño y la construcción de la prendas, la logística y los transportes, la usabilidad y el fin de la vida útil.
Desde la Unión Europea se entiende que la sostenibilidad debe ser una palanca de competitividad en los mercados globales. Esa característica forma parte del Pacto Verde Europeo que también insiste en el principio de “no dejar a nadie detrás”. La sostenibilidad incluye salarios dignos, diversidad, modelo de negocio, desechos y gestión de residuos, el control del impacto medioambiental.
El sector textil tiene, además, una cadena de valor muy compleja, atomizada, diversificada y con tanto TIER que escapa al control. Es muy difícil mantener esos criterios. Pero no hay alternativa, porque el tsunami regulatorio es imparable.
De hecho, la Comisión Europea pretende obligar a los estados miembros a aumentar la reutilización y el reciclaje de los materiales textiles. Su propuesta tendrá que negociarse con el Parlamento Europeo y los Estados miembros en los meses venideros pues el objetivo es tener la legislación final en vigor antes de que se celebren las elecciones europeas de junio de 2024, que marcarán el cambio del ciclo legislativo de la Unión Europea.
La meta es ecologizar el sector textil, el cuarto con mayor impacto ambiental y climático después de la alimentación, la vivienda y la movilidad. Se trata de ” impulsar la inversión en reutilización y reciclaje” y evitar los vertederos y la incineración. También busca garantizar “la aplicación del principio de que quien contamina más paga», según dijo en conferencia de prensa el comisario europeo de Medio Ambiente, Océanos y Pesca, Virginijus Sinkevicius, cuando presentó este proyecto este verano pasado.
El 78% de los materiales textiles utilizados en la UE no se separa, reutiliza ni recicla, sino que acaba en vertederos o incineradoras. Y en la Unión se tiran cada año nada menos que 12,6 millones de toneladas de material textil, de los que 5,2 millones son ropa y calzado, el equivalente a 12 kilos por habitante de la Unión, según las cifras de la Agencia Europea del Medioambiente.
Aunque los Estados miembros de la UE ya están obligados a establecer recogidas selectivas de residuos textiles a partir del 1 de enero de 2025, la propuesta lanzada por la Comisión va más allá y apunta a la “responsabilidad ampliada del productor” “obligatoria y armonizada” para todos los materiales textiles producidos dentro de las fronteras comunitarias. Estos sistemas, que ya se utilizan para otros productos como los envases de plástico o las baterías eléctricas, obligan a los productores a cubrir el coste de la gestión de residuos. Esto incentiva la reducción de residuos y aumenta la circularidad mediante el diseño de productos desde el principio centrándose en la reutilización y el reciclaje al final de su vida útil.
En el ecosistema textil, para determinar cuánto tendrá que pagar la industria, se establecerá una clasificación ajustada en función del comportamiento ambiental del tejido bajo el principio de “ecomodulación”. Una tarifa así podría encarecer una camiseta, por ejemplo, unos 12 céntimos, aunque “la propuesta no fija el nivel de la contribución, sino el marco legal”. Esta medida “creará oportunidades de ahorro de costes para los ciudadanos que eligen la moda vintage y atemporal en lugar de la moda rápida”, explicó Sinkevicius. A largo plazo, permitirá aumentar la “circularidad de la producción textil, impulsar los modelos de negocios de economía circular y combatir la fast fashion”, subrayó el comisario de nacionalidad lituana.
Bruselas, que también prohibirá el envío de tejidos desechados a terceros países sin normas medioambientales equivalentes, espera que un sistema de este tipo fomente la investigación y la innovación en materiales textiles como parte de una ambiciosa agenda verde para el sector.
La UE adoptó una estrategia textil sostenible en marzo de 2022, prólogo de una serie de normas destinadas a alinear el sector con la obligación legal de reducir las emisiones de CO2 en un 55% para 2030 en comparación con los niveles de 1990, con un objetivo de cero emisiones para 2050.
Esta hoja de ruta se ha plasmado en varias leyes, la más emblemática de las cuales es la directiva sobre diseño ecológico, que está pensada para todos los sectores productivos, pero se centra especialmente en el textil, identificado como una prioridad por la opinión pública.
Actualmente bajo negociación en el Consejo Europeo y el Parlamento Europeo, la Directiva de Ecodiseño busca garantizar que los productos se diseñen teniendo en cuenta la circularidad. Eso significa que deben ser duraderos, reparables, seguros y reciclables. Además, prevé la prohibición de la destrucción de textiles y prendas de vestir no vendidos. La certificación de la UE denominada EcoLabel brindará garantías de que los productos cumplen con los requisitos declarados, es decir, no solo que es un producto sostenible, sino que también respeta los valores ambientales, humanos, sociales, laborales y de bienestar animal en toda la cadena de suministro. Además, la Comisión Europea lanzó en marzo una propuesta para acabar con el etiquetado engañoso o falso.
Para hacer realidad el desafío de 2025, la tecnología ha tomado un papel protagonista en la clasificación automatizada de los residuos textiles. Así, una tecnología basada en la llamada visión hiperespectral permite una mayor recuperación mediante la separación automática de materiales.
En pos de la automatización de la clasificación y separación de residuos textiles, la empresa PICVISA ha desarrollado soluciones tecnológicas basadas en Inteligencia Artificial y Visión Artificial, como un separador óptico que también emplea tecnología NIR y de soplado lateral para clasificar y separar automáticamente varios tipos de residuos textiles, por composición (algodón, poliéster, viscosa y otras fibras), color o forma.
PICVISA también ha desarrollado, para la empresa de reciclaje textil Coleo Recycling, un software que detecta las prendas por su composición química y color y un sistema de separación automática en contenedores específicos que permite clasificar hasta 24 combinaciones diferentes de materiales y colores textiles al mismo tiempo. Gracias a esta solución tecnológica, Coleo Recycling puede clasificar y rastrear unas 2.200 toneladas de residuos textiles al año (con un turno de mano de obra al día), lo que ahorra hasta 4.200 toneladas de CO2 .
Otro reto del sector textil, subrayó la socia de PWC, atañe a su reputación y posicionamiento. “Es uno de los más atacados”. El reto reputacional, además, es muy amplio. No en vano esta industria es la segunda más contaminante de todas, responsable del 10% de las emisiones de CO2 y del 20% del gasto de agua a nivel mundial. Y el 35% de los microplásticos que terminan en los océanos procede de fibras textiles.
Eso enlaza con el greenwashing, también conocido como ecoblanqueo o ecopostureo, que consiste en orientar la imagen de marketing de una empresa hacia un posicionamiento ecológico mientras que sus acciones van en contra del medio ambiente. “Las primeras demandas, críticas o denuncias de greenwashing se han centrado en empresas del sector”, subrayó Marga de Rosselló, citando casos en Noruega u Holanda. “No se denuncia tanto por sostenibilidad sino por prácticas de competencia desleal”, por publicidad engañosa al consumidor que tiene que tomar una decisión de compra.
Otro desafío es democratizar el conocimiento vinculado a la sostenibilidad y la economía circular para que sea accesible y utilizable por el personal de la industria y así el cambio se haga realidad. El CPO de Dcycle se mostró partidario de que el ecodiseño se estudie con más fuerza en los planes de estudios universitarios.
El compromiso del sector financiero, incluyendo entidades bancarias, desempeña un papel crucial al impulsar a las empresas a considerar la sostenibilidad como un factor determinante en sus operaciones. Se han desarrollado productos financieros específicos tanto para proyectos sostenibles como para aquellas empresas que adoptan procesos medibles de sostenibilidad. La medición de la sostenibilidad implica considerar factores clave, establecidos y enmarcados por la Unión Europea en lo que se conoce como taxonomía.
Según Santiago Ribera, director especialista en Fondos Europeos y Sostenibilidad del Banco Sabadell, “la taxonomía contribuye a que las empresas e inversores identifiquen las actividades sostenibles desde un punto de vista medioambiental. Esto ayuda a las compañías a definir proyectos y a comunicarlo a sus clientes y al mercado en general. Además, desarrollar una estrategia empresarial alineada con la taxonomía de la Unión Europea permite, también, que las entidades financieras ofrezcan financiación en condiciones más favorables, dirigida tanto a autónomos como a pequeñas, medianas o grandes empresas”. “La taxonomía es como la prueba del algodón de los compromisos”, añadió Marga de Rosselló.
La taxonomía aborda seis objetivos clave: la mitigación del cambio climático; la adaptación al cambio climático; el uso sostenible y la protección de los recursos hídricos y marinos; la transición a una economía circular; la prevención y control de la contaminación; y la protección y restauración de la biodiversidad y los ecosistemas. Estos objetivos operan en conjunto, ninguno debe perjudicar a otro. Esto proporciona un marco integral para evaluar la sostenibilidad, utilizando indicadores como la inversión, los gastos operativos o la facturación, entre otros, con el objetivo de prevenir prácticas engañosas, conocidas como greenwashing. “La taxonomía es un torpedo para el greenwashing”, enfatizó el técnico de Sostenibilidad de ModaEspaña.
Por otro lado, la UE promueve la financiación de proyectos innovadores que contribuyan a la transformación del sector textil. Ahí estaba el proyecto CirCoAX by CircularInnoBooster, que tenía como objetivo transformar las empresas de la industria textil y de la moda en firmas sostenibles, circulares y regenerativas. Con una duración de 2 años, desde 2021, contaba con un presupuesto de 1,1 millones de euros cofinanciados en un 75% por la Comisión Europea bajo el programa para la Competitividad de las Empresas y las Pequeñas y Medianas Empresas (COSME). El proyecto estaba compuesto por un consorcio internacional liderado por el Instituto Europeo de Diseño (IED), junto con Texfor, Circulab, Finnova y The Circular Project con HumanNation.
El IED es una institución académica que opera en el campo de la educación, la formación y la investigación en las disciplinas del diseño, la moda, la comunicación visual y la gestión. Tiene dos sucursales en España (Madrid y Barcelona). Texfor es la Confederación de la Industria Textil en España, es la asociación sectorial de referencia con 400 miembros. Circulab es un laboratorio y estudio de diseño empresarial especializado en el desarrollo de metodologías, herramientas y programas de transformación para ayudar a las empresas a desarrollar modelos de negocio circulares y sostenibles. Finnova es una fundación que trabaja para la promoción y el desarrollo de la innovación y el espíritu empresarial a nivel de la UE; con sede en Bruselas, opera a través de colaboraciones y asociaciones en todos los países de la Unión Europea. Y The Circular Project con HumanNation favorece y promueve una moda circular y sostenible en diferentes ámbitos, ofreciendo a la industria de la moda una estrategia de comunicación basada en un enfoque transversal y sistémico de la economía circular.
La Fundación Finnova “busca empresas y autónomos innovadores para promover la economía circular en el mundo textil y de la moda”, aseguraba su director general, Juanma Revuelta, presente entre el público que asistió a la citada mesa redonda sobre sostenibilidad organizada por la Confederación ModaEspaña.