Las pymes, base del tejido empresarial español, necesitan abrirse a la inversión y a proyectos de crecimiento inorgánico que puedan facilitar el salto y el aumento de su tamaño para mejorar la competitividad dentro y fuera de las fronteras nacionales. A veces necesitan un traje a medida, una financiación personalizada.
Siempre hay oportunidades para sacar proyectos adelante, a pesar de las incertidumbres macroeconómicas actuales y de que ciertos sectores o mercados se pueden ver más impactados por las consecuencias de la guerra en Ucrania o los problemas de suministro de semiconductores. En este sentido, el incremento de los tipos de interés ya es una realidad; una subida que además es abrupta pues hace poco estaba en tasas negativas y ya se sitúa por el 0,25%. Y las previsiones de cara a finales de este año es que el Euribor llegue al 1,25%. Pero ese marcador adverso tampoco parece ser un factor determinante en la consecución de proyectos de negocio viables.
Las claves para conseguir que un proyecto sea atractivo para inversores y financiadores son las siguientes:
1.- Experiencia: “La experiencia es un grado”, dice el refranero popular. Y esa máxima también se aplica a los negocios y la industria, especialmente en este entorno de volatilidad e incertidumbre. Resulta más fácil y atractivo un proyecto de ampliación de una actividad ya conocida que uno novedoso, de inauguración, sostuvo José Vicente Marco, director territorial en Madrid y Noroeste de Ibercaja.
Marcos participó en una fructífera charla coloquio organizada por la Cámara de Comercio de Madrid. “Las novatadas se acaban pagando. Manda la prudencia”, añadió Marco. También es cierto que esta clave colisiona con el recorrido de las empresas emergentes o startups, que se embarcan en líneas de créditos o de inversiones con una idea rompedora y/o muy pocos años de rodaje.
La alternativa pasa por buscar alianzas o socios para suplir esa falta de expertise. Eso enriquece y agiliza los proyectos. La conexión entre empresas de diferentes áreas productivas genera sinergias, nuevos conocimientos, intereses comunes y posibles alianzas. “La teoría vale cero, la experiencia vale uno, y las dos diez”, remarcó Ángel Asensio, presidente de la Cámara de Comercio de Madrid, quien acompañó a Marco durante el encuentro transmitido online.
2.- Apalancamiento: El nivel de apalancamiento es otro indicador esencial para resultar atractivo. El apalancamiento es una estrategia utilizada para aumentar las ganancias y pérdidas de una inversión. Consiste en utilizar créditos, costes fijos o cualquier otra herramienta a la hora de invertir que permita multiplicar la rentabilidad final de esa inversión, ya sea positiva o negativamente. Un mayor grado de apalancamiento conlleva mayores riesgos. Así, aunque se pueden aumentar mucho las ganancias, al hacer uso de este efecto palanca también se pueden aumentar considerablemente las pérdidas. De ahí que el apalancamiento esté tan vinculado al riesgo, al margen y al crecimiento. Precisamente la crisis financiera de 2008 fue ocasionada por la toma de riesgos excesivos de algunas entidades financieras y los niveles de apalancamiento precrisis se mostraron insostenibles. A resultas de esa crisis, el sector bancario ha aprendido la lección.
En este sentido, es bueno diferenciar entre fuentes de financiación, entre la tradicional y la alternativa. Por definición, los bancos tienen un nivel de asunción de riesgo que tiende al cero, y financian los proyectos que solo consideran viables. No obstante, estadísticamente se demuestra que existe un pequeño porcentaje (2-3%) que puede tener dificultades futuras no detectadas. En comparación con otras fórmulas y concretamente vía capital, la financiación bancaria es más barata. En el caso de la ampliación de capital, los nuevos inversores esperan unos retornos mucho mayores, normalmente de doble dígito, y no suelen pedir garantías (como las entidades bancarias), pero para ellos el nivel de riesgo también es mayor. Aparece el binomio rentabilidad-riesgo. Los bancos, recordó Marco, son gestores de dinero ajeno depositado que velan por la solvencia de la propia entidad.
“Hay diferentes niveles de apalancamiento en la industria. Por lo general, la financiación tradicional se sitúa hasta niveles de 3 ó 4 veces el cociente de dividir la deuda neta entre el EBITDA [beneficio antes de intereses, impuestos, depreciaciones y amortizaciones]. Con la incorporación de la financiación alternativa, se puede llegar a financiar por encima de esos niveles de apalancamiento, buscando estructuras diferentes, activos como colateral… todo esto dependerá de la generación de caja de la compañía, del plan de negocio y del sector en el que se desarrolla su actividad”, declaró a industry TALKS Gustavo Caballero, responsable de Capital Markets en RentaMarkets e iTALKER.
“Tradicionalmente, se ven niveles de apalancamiento inferiores en la industria, frente a los servicios u otros sectores empresariales, aunque en sectores industriales de moda –como el alimentario, por ejemplo– se han ido elevando paulatinamente hasta niveles muy altos. Cualquier apalancamiento prudente puede convertirse en excesivo si un cambio de ciclo imprevisto afecta a corto plazo al margen del negocio”, reconoció a este diario Javier Loizaga, presidente de Moira Capital Partners.
Hay que tener en cuenta, por un lado, la empresa que solicita la financiación; por otro, el proyecto. Cuanto mejor capitalizada esté la compañía, mucho mejor. Y en el proyecto, el banco buscará una aportación de recursos propios por parte de la empresa con el objetivo de que el riesgo sea compartido. Esos recursos pueden ser más o menos relevantes, dependiendo de la finalidad de la inversión. Aquellas empresas con menos recursos propios disponen de vías complementarias de financiación como las sociedades de garantía recíproca (dos ejemplos: Avalmadrid, en la Comunidad de Madrid o Avalis, en Cataluña).
“Lo relevante a tener en cuenta para financiadores e inversores es que la compañía tenga activos que puedan servir de colateral/garantía para soportar la financiación. Además de que sus flujos de caja, generados por su actividad industrial sean positivos y suficientes para hacer frente al pago de la deuda”, subrayó Caballero.
3.- Gradualidad: Esta característica puede arrojar luz y dar pistas a los analistas del banco que están estudiando la financiación. Cualquier proyecto de inversión suele requerir una implantación de manera gradual. “En nuestra experiencia es mejor acometer proyectos donde se combinen fases de expansión con fases de consolidación”, dijo José Vicente Marco. Otro elemento relacionado es la capacidad de autofinanciación de la empresa, es decir, si es capaz o no de generar recursos suficientes para atender no sólo a la carga financiera de la deuda sino también a los costes de la inversión. Siempre es posible cuadrar las cifras con otras fórmulas alternativas como la ampliación de capital, los fondos de capital, el crowdfunding que está tan de boga sobre todo en temas de digitalización, o el recurso directo a los mercados como es la renta fija. Pero, culturalmente, en España el 85% de la financiación empresarial es de origen bancario. Este porcentaje se debe, entre otras razones, al propio tejido empresarial español basado en un 98% por pymes. En las economías anglosajonas esa cifra de financiación bancaria no representa más del 50%, y los países de Europa Central pueden moverse por debajo: en un 30%. “El caso de España es diferencial”, admitió Marco.
“La financiación alternativa tiene como principal ventaja poder ser mucho más flexible que la tradicional, adaptándose a las compañías, a los activos… de manera que se pueden llegar a realizar estructuras de financiación adaptadas a cada empresa, o incluso financiación fuera de balance, como es el caso de nuestro fondo Rentamarkets Pulsar FIL, que podemos hacer financiación vía Sale & Lease Back”, subrayó Caballero.
En términos similares se expresó Loizaga. La desventaja principal de la financiación bancaria tradicional es “su rigidez, ya que no suele permitir adaptarse a escenarios de generación de caja para reembolsarla erráticos, variables o sujetos al performance de la empresa –por tanto suponen un riesgo adicional, para el gestor/empresario, a sumar a los riesgos inherentes al negocio en si mismo. Las aportaciones de capital son los más flexibles, aunque diluyen a los accionistas, y ya hay variadas formulas mixtas, de nula o escasa dilución para el accionista y que se adaptan al perfil de generación de caja”.
4.- Análisis: Cualquier proyecto de inversión debe ir acompañado de un plan de negocio, que tiene que ser creíble y verosímil. Cuando cualquier analista de riesgos de un banco analiza el proyecto, entra en sus detalles más precisos. “Conviene que sea un plan de negocio de abajo arriba, que sea realista, que esté bien fundamentado porque, a veces, nos encontramos con proyectos construidos al revés, de arriba abajo. Digamos que tiramos la flecha y luego ponemos la diana para que salgan los números que queremos que salgan. Ese tipo de inconsistencias se detecta de una manera relativamente rápida, porque los equipos que los analizan están especializados”, explicó el delegado de Ibercaja. También es relevante considerar que el plan de negocios contenga tres escenarios posibles: el más probable, el optimista y el pesimista. Eso significa un mínimo análisis de sensibilidad sobre la horquilla en la que oscila el proyecto, y qué nivel de tolerancia tiene ante la evolución de ciertas magnitudes, los umbrales en los que la empresa se puede mover con comodidad.
“La clave, como para cualquier inversión, es el binomio riesgo vs rentabilidad esperada, unido al horizonte de obtención de dicha rentabilidad. Los proyectos industriales pueden tener horizontes más largos, pero, si la rentabilidad esperada es suficientemente buena, y el riesgo que se corre razonable, debería ser fácil conseguir inversores interesados. Frente a las inversiones de perfil mas financiero, hay cada vez más demanda de inversiones de perfil industrial, que suelen tener menos volatilidad, entre los inversores profesionales, tanto institucionales como individuales”, destacó Loizaga.
5.- Eventualidad: El panorama vigente pone de manifiesto más que nunca la necesidad de que el proyecto incluya un plan de contingencia ante situaciones imprevistas o sobrevenidas. Marco recordó a la audiencia del Club Cámara de Comercio de Madrid la crisis global de 2008 que tanto afectó al sistema bancario y precipitó la reducción drástica del número de cajas de ahorro en España (en su momento eran 45 y actualmente ya solo quedan dos, según los datos del Banco de España). La idea es someter el balance de la empresa a unos escenarios de stress y ver qué planes de actuación contemplan. No se trata de hacer un libro, pero sí debería incluir todo aquello que pueda ser previsible, por ejemplo, una cierta caída del nivel de ventas o dificultades para encontrar personal cualificado, problemas con proveedores por la falta de suministros.
6.- Diversificación: La diversificación como filosofía siempre es una buena idea, porque ayuda a mitigar riesgos. Teniendo en cuanta que el tamaño de la empresa es determinante, así como el sector donde trabaja, la diversificación de clientes se antoja crítica. Si toda o casi toda la facturación de la empresa en cuestión depende de una única compañía, eso puede generar problemas. Eso mismo ocurre con los proveedores. En la medida de lo posible, es favorable disponer de un abanico suficiente de ellos. Ambos elementos tienen que estar claros y deben ser gestionados adecuadamente. Luego está la diversificación de mercados, una característica que adquirido más valor después de las consecuencias de la pandemia y la guerra en Ucrania. Y finalmente, la diversificación de la financiación, con la doble palanca ya explicada. Incluso dentro de la financiación bancaria, conviene aplicar ese criterio de salvaguarda y apostar por varias entidades.
7.- Credibilidad: La credibilidad y la confianza en el proyecto de inversión o financiación resultan esenciales para su consecución. Esas dos variables se basan, en muchos casos, en un conocimiento previo del cliente y de su línea de negocio. Pero no siempre ocurre así, sobre todo cuando el proyecto ha sido generado por una empresa de reciente creación.
8.- Conocimiento: “Para nosotros tener una relación de años con un cliente es muy importante. Nos aporta mucha información de una forma muy natural, por ejemplo, a través de su línea de descuento”, indicó el directivo del banco Ibercaja. Todos estos datos del día a día de operaciones ayudan a un mejor y mayor “proceso de vinculación” y a tomar una decisión positiva. No obstante, las entidades bancarias también buscan la expansión de su clientela. Ese desconocimiento de la empresa que solicita la financiación se puede suplir con una mayor aportación documental.
9.- Transparencia: La transparencia documental adquiere un papel decisivo. “Cuanta más información disponemos y más transparente es el proceso, mucho más fácil es analizar la viabilidad del proceso y tomar cualquier decisión en relación con la operación”, puntualizó Marco. Para ellos es destacable, incluso cuando las operaciones ya están en marcha, que la empresa les comunique cualquier eventualidad y la ponga encima de la mesa. “Nuestra vocación es la de encontrar soluciones conjuntas y viables”, añadió. Es una ventaja que la empresa informe de ese contratiempo antes de que sea notorio para el banco y se presente por la vía de los hechos consumados, complicando su solución.
10.- Recursos humanos: La guinda de la tarta que hace más atractivo un proyecto reside en los recursos humanos, en las personas, entendidas estas como los propietarios de la empresa y su equipo directivo. Es la parte cualitativa, más que cuantitativa, de la ecuación. Conocer las instalaciones y a los responsables no es menos determinante que otras características. El ideal es el modelo híbrido: lo mejor del mundo físico y del mundo digital.
La palabra que podría resumir este decálogo de claves, en opinión de Marco, sería sostenibilidad.