ENTREVISTA

Pepe Álvarez, UGT: “Debemos potenciar una industria fuerte que nos permita abastecernos en una crisis futura”

El secretario general del sindicato UGT repasa en esta entrevista exclusiva los principales temas de la agenda que más interesa a la industria y sus actores, desde los efectos de la robotización en los trabajadores a los recursos y la planificación de la transición ecológica.

¿Cómo caracterizaría el tejido industrial español? ¿Está en buen estado?

El tejido productivo de nuestro país lleva años sufriendo las sucesivas crisis. Primero, la económica de 2008, y después la pandémica del último año. Hemos visto cómo muchas empresas han cerrado sus fábricas en España, o muchas industrias han deslocalizado sus plantas para llevarlas a otros países de Europa, dejando a millones de trabajadores y a cientos de comarcas en la más absoluta intemperie.

Para UGT, resulta imprescindible un gran pacto por la industria en nuestro país. Lo llevamos reclamando desde la anterior crisis económica. Un pacto que congregue a todas las fuerzas políticas y que vaya más allá de una legislatura. Un pacto que nos meta en una dinámica de potenciación de la industria, de una transición justa, de generar empleos verdes y productivos, de una alternativa energética limpia y accesible para todos, y de una revolución tecnológica que permita a nuestras empresas avanzar a nivel económico.

Muchas comunidades de nuestro país dependen de muchas fábricas. El empleo que se genera en torno a ellas repercute en la economía de muchas comarcas, y esto lo deben tener en cuenta las empresas y el Gobierno a la hora de dar ayudas a estas marcas. No pueden recibir ayudas por un lado y despedir por el otro. Para UGT eso es inviable.

¿Cree que la industria española ha respondido bien a los retos que ha desatado la pandemia?

La industria de nuestro país ha sido imprescindible a la hora de sostener gran parte de nuestra economía durante la pandemia. La crisis del coronavirus ha afectado duramente a todos los subsectores industriales en este 2020, pero muchos de ellos se han visto como el refuerzo ante la situación de crisis. Tal es el caso del sector energético, abasteciendo en mayor medida a los hogares durante la cuarentena; los ligados a la movilidad, como el aeronáutico y el motor, que no han parado en este último año y han posibilitado que muchas personas pudieran seguir trabajando, visitando a sus familiares o haciendo la compra para poder sobrevivir; el sector químico, que ha registrado incrementos en la producción y el empleo en un año centrado en el combate contra el coronavirus; o el agroalimentario, que ha permitido que las personas pudieran abastecer sus neveras o sus despensas y poder alimentarse.

Sin embargo, la pandemia ha desvelado una serie de carencias de las que debemos aprender. Ha habido un desabastecimiento de productos como mascarillas, equipos de protección o alcohol, de cuya producción no tenemos fábricas en España, que ha revelado la importancia de contar en Europa con una industria autóctona de productos básicos y estratégicos en caso de una pandemia como la que se atraviesa. Debemos potenciar una industria fuerte y eficiente que nos permita abastecernos en caso de nuevas crisis futuras.

La descarbonización es una de las grandes asignaturas pendientes. ¿Va a ser España capaz de cumplir los plazos de reducción de gases de invernadero?

En estos momentos de transición hacia nuevas fuentes de generación de energía, en la adopción de elementos y comportamientos que eliminen la emisión CO2, la Comisión Europea ha marcado una hoja de ruta hacia una economía hipocarbónica en la que se señala que en 2050 la UE deberá reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero un 80% en relación con los niveles de 1990.

Las grandes empresas que generan su propia energía deberán abandonar aquella generada con carbón y adoptar energías bajas en CO2. El sector de la automoción deberá abandonar el diésel, lo que supone una transformación absoluta de este sector y de la industria auxiliar de componentes, entre otras.

A día de hoy, desde UGT no estamos convencidos de que todas las medidas de descarbonización de la economía, así como las de adaptación al cambio climático, vayan a contar con los recursos y planificación necesarios para evitar que nadie se quede en el camino. Se necesitan planes de transición justa centrados en los sectores y colectivos más vulnerables, pero donde es realmente importante poner el foco es en los territorios afectados y también en los trabajadores y las trabajadoras que pueden verse indirectamente afectados. Tenemos que dar soluciones que faciliten la diversificación económica y el desarrollo rural.

En este sentido, el Acuerdo por una Transición Energética Justa para las Centrales Térmicas en Cierre, firmado por los sindicatos, empresas y Gobierno el pasado mes de abril, se sustenta en el compromiso y la finalidad común de garantizar un futuro industrial claro en las comarcas afectadas por los cierres de las térmicas. El proceso de transición energética justa no puede dejar a nadie atrás, ni a las personas trabajadoras ni a las comarcas afectadas, porque muchas de ellas viven de estas centrales.

Además, en relación al sector del automóvil, estamos de acuerdo con el fomento de la transición del diésel al coche eléctrico, pero no se puede hacer de un día para otro como quiere nuestro país, porque ni la industria ni las propias marcas están aún adaptadas a esta realidad, y no hay infraestructuras de electrolineras en el país. Todo esto, lo único que puede llevar es a la disminución de ventas de coches, al cierre de fábricas y a los despidos masivos, por lo que resulta imprescindible caminar hacia otra estrategia que marque unos plazos más asequibles y que genere una serie de garantías mínimas para las personas trabajadoras de nuestro país. La transición tiene que ser justa y que no deje a nadie atrás.

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